La deuda moral de España con María Corina

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La deuda moral de España con María Corina

María Corina Machado, en Oslo.

El Nobel ha sido, también, una invitación a que nuestro país ocupe el lugar de dignidad que nos corresponde. El Gobierno tendrá que decidir si quiere estar a la altura o prefiere seguir preso de las deudas políticas que no podrá pagar

Las hipotecas mezquinas con el régimen de Nicolás Maduro y con sus propios socios están detrás de la dolorosa ausencia de una felicitación oficial del Gobierno de España a María Corina Machado por el Premio Nobel de la Paz, tampoco después de la emocionante ceremonia protagonizada por su hija en Oslo ni de su asombrosa odisea a través del mar para viajar a Europa. Millones de españoles han sentido sin embargo en sus conciencias como propio ese reconocimiento, mucho más tras escuchar, en el mismo arranque del discurso con el que agradeció el galardón, que María Corina nos interpelaba para situar a Venezuela en la tradición constitucional de Occidente: «De España heredamos una lengua, una fe y una cultura». Ayer volvió sobre ello.

No es frecuente que se nos convoque así, con tanta naturalidad, al panteón moral de otro país. Esa mención debería haber bastado para que nuestro Gobierno entendiera que lo que se celebraba no era sólo un premio a una personalidad de la oposición latinoamericana, sino un reconocimiento a una genealogía democrática en la que España está llamada a jugar un papel de referencia, también como altavoz europeo y capital de la diáspora venezolana. Los viajes de José Luis Rodríguez Zapatero a Caracas, la recepción de Delcy en Barajas o la reapertura del escándalo de Plus Ultra nos recuerdan que los motivos de tanta ruindad nos avergonzarían.

María Corina advirtió ayer nuevamente al Gobierno de Pedro Sánchez de que «la historia juzgará» y le reclamó «pragmatismo», en un claro anticipo del cambio político que ya se atisba, pero al mismo tiempo tendió la mano porque la defensa de la democracia y los derechos humanos «no es un tema de partidos políticos, sino que trasciende las diferencias». La líder de la Venezuela libre busca un sello de respetabilidad europeo que compense su inevitable alineamiento con la estrategia de línea dura de Donald Trump y evitar el encapsulamiento ideológico de su lucha democrática. Y para eso necesita a España. En estos términos, el Nobel ha sido, también, una invitación a que nuestro país ocupe el lugar de dignidad que nos corresponde. El Gobierno tendrá que decidir si quiere estar a la altura o prefiere seguir preso de las deudas políticas que no podrá pagar.

 

El Mundo.es

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