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La crisis de los huevos de codorniz sacude Kenia

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La crisis de los huevos de codorniz sacude Kenia

Geoffrey Kago es uno de esos emprendedores que hacen de la originalidad su modo de vida. En 2002, este keniano fundaba su propia compañía bajo un capital no demasiado esperanzador: 600 chelines (poco más de cinco euros y medio). Ahora, apenas una década después, Kaki Village Enterprises, dedicada a la cría de aves de corral, se encuentra valorada en cerca de 85.000 euros. El punto álgido de este negocio tendría lugar en 2009. Entonces, Kago se convertiría en uno de los pioneros en la producción de huevos de codorniz, cuasi desconocidos hasta ese momento al Este de África.

 

Como destaca a ABC en conversación telefónica, en apenas unos días, éstos pasarían a comercializarse de apenas diez céntimos de euro a veinte. Luego llegaría el apoteosis económico con demandas de hasta un euro por ejemplar. El motivo de este auge fue el rumor, sin ningún respaldo científico, de que la codorniz y sus productos derivados eran la panacea para todo tipo de enfermedades crónicas. De la hipertensión a la disfunción eréctil, todo parecía sanado por estas diminutas bolas manchadas.

 

Entonces, muchos granjeros se subieron al carro del comercio de huevos de codorniz, endeudándose para adquirir más y más aves, así como incubadoras. Hasta 200 nuevas licencias fueron solicitadas.

 

Sin embargo, en esta montaña rusa de éxito, toca de nuevo bajada.

 

Primero, el Kenyan Wildlife Service, dedicado a la protección de la fauna y flora del país africano, multiplicaba el coste de las licencias para la cría de estas aves. De apenas 5 euros, se pasaba a 15 (todo un dineral para un simple granjero). Después, la promoción exagerada comenzó a colapsar un mercado que chocaba con la realidad: ya nadie parecía confiar en sus posibilidades curativas y el precio cayó en picado. Y ahora, la mayoría de criadores no tienen cómo pagar sus deudas.

 

«Creo que el negocio volverá», reconoce a este diario el emprendedor Kago.

 

El recuerdo de Holanda

La actual crisis del huevo de codorniz recuerda a la experimentada por los Países Bajos en el siglo XVII con los tulipanes. Entonces, la especulación con sus bulbos provocó que los precios alcanzaran unos precios desorbitados. Después, explotada la burbuja, la crisis se abrió paso en la región.

 

Curiosidad o no, en la actualidad, Kenia es el mayor exportador mundial de flores hacia territorio europeo, con cerca de 122.000 toneladas en 2011 (los resultados del pasado ejercicio aún no se han hecho públicos).

 

No en vano, ese mismo año, la industria de la floricultura dejó cerca de 400 millones de euros en las dañadas arcas del Estado africano gracias, sobre todo, a la reciente depreciación del chelín keniano (el producto se encuentra asegurado en dólares por lo que los agricultores reciben mayores ganancias cuando convierten su divisa de vuelta a Kenia).

 

Así que, ante la ausencia de «tulipomanía» en sus fronteras, quizá sea el fatídico momento de las consecuencias de la «codornizmanía».

 

 

Fuente: ABC España

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