Durante demasiado tiempo, el marco global para evaluar y gestionar la sostenibilidad de la deuda en los países de ingresos bajos y medios se ha basado en una flagrante falacia. Es necesario replantear todo el sistema, pasando de un enfoque limitado en la reducción de la deuda a uno que incorpore la inversión que impulse el crecimiento.
HELSINKI – La desaceleración de la economía mundial, el aumento de las tensiones comerciales y el aumento del riesgo de recesión podrían representar una tormenta perfecta para los países de ingresos bajos y medios (PIBM) agobiados por una elevada deuda soberana. Ante los exorbitantes costos de endeudamiento y un entorno internacional cada vez más inestable, el potencial de crecimiento económico y desarrollo de estos países se verá gravemente limitado.
Dadas las circunstancias, es necesario reformar la actual arquitectura financiera internacional, en particular su enfoque de la sostenibilidad de la deuda. Solo adoptando un nuevo enfoque de la deuda de los países en desarrollo, estos podrán generar los flujos de inversión que tanto necesitan para impulsar el crecimiento a largo plazo.
El concepto de sostenibilidad de la deuda sigue estando fuertemente influenciado por el Marco de Sostenibilidad de la Deuda del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, a pesar de que los economistas de ambas instituciones reconocen desde hace tiempo las deficiencias de dicho marco. Su objetivo es equilibrar la necesidad de financiación para el desarrollo con la sostenibilidad de la deuda, pero a menudo aboga por niveles subóptimos de gasto e inversión pública, lo que contribuye inadvertidamente a futuras dificultades económicas en los países en desarrollo. Además, con frecuencia no tiene en cuenta la magnitud de la inversión necesaria y no es lo suficientemente sensible a las perturbaciones económicas y externas.
Además, el Marco de Estabilidad Financiera (MSF) ha sobreestimado históricamente el potencial de la consolidación fiscal para impulsar el crecimiento económico, lo que ha provocado errores persistentes de pronóstico y ratios de deuda superiores a los previstos. Una falla crítica es su escasa consideración de los beneficios a largo plazo de las inversiones financiadas con deuda, especialmente en áreas como la transición verde. El marco debe evolucionar, pasando de ser una herramienta centrada en la reducción de la deuda a toda costa a una que incentive inversiones diseñadas para impulsar el crecimiento futuro y la sostenibilidad fiscal a largo plazo.
Ya estamos viendo cómo algunas economías avanzadas, en particular Alemania , superan sus límites de deuda para aumentar el gasto público en defensa y otras necesidades urgentes. Los responsables políticos de estos países comprenden que endeudarse para financiar el consumo público es fundamentalmente diferente de realizar inversiones estratégicas en infraestructura o adaptación climática, que pueden compensar futuras pérdidas económicas y reforzar la sostenibilidad de la deuda a lo largo del tiempo.
De igual manera, las decisiones de préstamo para los países de ingresos bajos y medios deberían basarse en modelos a largo plazo de sostenibilidad de la deuda, no en reglas generales simplistas como la ratio deuda/PIB de los países. Lograr la sostenibilidad de la deuda es más probable si los programas de ajuste facilitan una alta inversión, ya que esto puede impulsar un crecimiento económico más sólido. El endeudamiento impulsado por la inversión, cuando se gestiona eficazmente, se ha vinculado a bajos riesgos de deuda soberana y, por lo tanto, debería fomentarse.
Por supuesto, el problema más inmediato es el enorme sobreendeudamiento que enfrentan muchos países de ingresos bajos y medios. Intervenciones exitosas anteriores ya han demostrado que el alivio de la deuda , las reducciones drásticas o la suspensión del pago de intereses, los recortes de las tasas y recargos al crédito, y el aumento de las asignaciones de subvenciones y de los derechos especiales de giro (DEG, el activo de reserva del FMI) disponibles deberían estar sobre la mesa.
Sin embargo, abordar las necesidades de financiamiento a largo plazo de los países de ingresos bajos y medios requiere reformas más amplias . Es esencial impulsar considerablemente el financiamiento a largo plazo y de bajo costo. Los bancos multilaterales de desarrollo y las instituciones financieras internacionales de desarrollo pueden y deben desempeñar un papel fundamental en el aumento gradual de los préstamos asequibles. Son los únicos que pueden proporcionar préstamos anticíclicos cuando el financiamiento privado es limitado, los precios de las materias primas están a la baja o la economía mundial está en crisis. Necesitamos más iniciativas como el Fondo Africano de Desarrollo del Banco Africano de Desarrollo , que proporciona financiamiento en condiciones concesionales, subvenciones, recursos para la preparación de proyectos y garantías a los miembros regionales de bajos ingresos.
También es esencial crear un mecanismo institucional permanente para la reestructuración de la deuda soberana. Dicho instrumento operaría preferiblemente a través de las Naciones Unidas, pero también podría estar integrado en el FMI, siempre que la toma de decisiones recaiga en un organismo especializado independiente del Directorio Ejecutivo y la Junta de Gobernadores. Este organismo podría proporcionar un marco estructurado, predecible y justo para la renegociación de la deuda mediante un proceso de tres etapas: renegociación voluntaria, mediación y arbitraje, cada una con plazos fijos.
La concepción actual de la sostenibilidad de la deuda para los países de ingresos bajos y medios se basa en una falacia que obstaculiza el crecimiento global y el desarrollo sostenible. Debemos pasar de un enfoque limitado en la reducción de la deuda a una comprensión más amplia de la sostenibilidad de la deuda, centrada en el crecimiento a largo plazo impulsado por la inversión.
Al replantear la sostenibilidad de la deuda, la comunidad internacional puede empoderar a los países de ingresos bajos y medios para que emprendan una senda de desarrollo económico sostenido. Una redefinición audaz de la arquitectura financiera internacional es imperativa para evitar crisis de deuda prolongadas, restablecer la sostenibilidad fiscal y garantizar la estabilidad económica mundial.
La Cuarta Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre la Financiación para el Desarrollo, que se celebrará en Sevilla en julio, brindará a los países en desarrollo la oportunidad de hablar con una sola voz ante las instituciones respaldadas por Occidente que supervisan la actual arquitectura financiera internacional. Estas instituciones tienen la clave para liberar a los países en desarrollo de las ataduras de la deuda insostenible y propiciar los cambios sistémicos que podrían revolucionar la financiación para el desarrollo.
Project Syndicate