43 años se cumplen este 14 de junio de la humillante derrota de una dictadura argentina en su intento fallido para recuperar las islas Malvinas.
La guerra de las Malvinas no fue solo un conflicto bélico: fue, sobre todo, una maniobra desesperada de una dictadura al borde del colapso. El conflicto se inició el 2 de abril de 1982 cuando la Junta Militar argentina ordenó la invasión de las islas Malvinas, ocupadas por el Reino Unido desde 1833. Lo hizo no por una genuina estrategia geopolítica, sino como una cortina de humo. Ante el descrédito creciente por la represión interna y el desastre económico, el régimen militar apostó todo a un gesto nacionalista para intentar recuperar legitimidad.
El 3 de abril, la Junta proclamó la soberanía argentina sobre las islas. La respuesta británica fue inmediata: el 5 de abril partió hacia el Atlántico Sur una poderosa flota aeronaval. El 25 de abril recuperaron Georgias del Sur. El 1 de mayo comenzaron los ataques aéreos y el 2, el submarino nuclear Conqueror hundió el ARA General Belgrano, con más de 300 marinos muertos. Ese solo hecho bastó para que la Armada argentina se replegara, dejando a las tropas terrestres aisladas.
El contraataque argentino logró algunos golpes, como el hundimiento del destructor británico Sheffield con un misil Exocet. Pero fueron excepciones. La superioridad británica, sumada al apoyo logístico y de inteligencia de Estados Unidos y a la colaboración encubierta de la dictadura chilena de Pinochet, marcó el curso de la guerra. Tras 74 días de enfrentamientos, el 14 de junio de 1982 la dictadura se rindió.
El saldo humano fue trágico: 649 argentinos muertos, la mayoría soldados conscriptos, 255 británicos y 3 civiles isleños. La derrota aceleró la caída del régimen. Leopoldo Galtieri renunció tres días después, y en octubre de 1983 se realizaron elecciones libres que marcaron el regreso definitivo de la democracia, con la elección de Raúl Alfonsín.
Durante ese conflicto, tuve la oportunidad de integrar una delegación venezolana, encabezada por Reinaldo Cervini y otros representantes empresariales y sindicales, que viajó a Buenos Aires, comisionados por el presidente Luis Herrera para expresar al pueblo argentino el respaldo moral del gobierno democrático de Venezuela. Nuestro mensaje al general Galtieri fue claro: solidaridad con el pueblo argentino, no con la dictadura que lo oprimía.
Hoy, más de cuatro décadas después, conviene recordar esta historia no solo como una efeméride, sino como advertencia. Las dictaduras suelen envolverse en banderas patrióticas para esconder sus miserias. Lo hizo la Junta Militar argentina en 1982, pero también lo hizo Margaret Thatcher, quien aprovechó la guerra para remontar su baja popularidad y consolidar su poder.
Las Malvinas siguen siendo una causa legítima para Argentina. Pero no fue la guerra, ni mucho menos una dictadura, lo que dignificó ese reclamo. El verdadero acto patriótico fue la recuperación de la democracia, el juicio a los represores y la decisión de nunca más permitir que el autoritarismo se disfrace de orgullo nacional, mientras oprime a su pueblo.
José Ignacio Moreno León