Al iniciar su pontificado, el nuevo Papa ha optado por el nombre de León XIV, evocando a dos figuras históricas clave de la Iglesia: León I, símbolo de autoridad moral y defensa de la cristiandad, y León XIII, pionero de la Doctrina Social de la Iglesia, quien enfrentó la explotación laboral y el auge del marxismo con su célebre encíclica Rerum Novarum.
La elección del nombre no es casual. Robert Francis Prevost, con raíces latinas y anglosajonas, parece dispuesto a retomar ese legado frente a los desafíos del presente: el avance del autoritarismo, las amenazas del globalismo, la deslegitimación de la política nacional, y la pérdida del sentido común democrático.
Desde sus primeras declaraciones como pontífice, León XIV ha mostrado firmeza frente a las dictaduras y ha reivindicado la justicia, los derechos humanos y la justicia transicional como herramientas para consolidar la paz. Su experiencia en Perú, donde acompañó procesos de transición democrática, refuerza ese compromiso.
El mundo atraviesa una etapa crítica, y el liderazgo moral del nuevo Papa puede jugar un papel decisivo. Hoy, más que nunca, se necesita una voz que defienda la democracia republicana, el Estado nacional como garante de soberanía y tradiciones, y el fortalecimiento del capital social y la ciudadanía activa frente a las tentaciones del totalitarismo.
León XIV no solo asume un nombre: asume un legado. Y con él, una misión urgente.