El 4 de mayo se cumplen 100 años del nacimiento de Luis Herrera Campins, un llanero de Acarigua cuya vida política, iniciada a los 15 años, se distinguió por su formación humanista y su indeclinable vocación democrática.
Durante los seis años de exilio en España, Italia, Alemania y Reino Unido, Luis Herrera enriqueció su visión socialcristiana y se comprometió con la promoción de los valores democráticos frente a la dictadura perezjimenista. En ese tiempo adquirió el dominio de los idiomas italiano, Alemán e inglés y mantuvo una activa correspondencia con líderes opositores a la dictadura, promovió la publicación TIELA como medio clandestino crítico de ese régimen y fortaleció su cultura política, lo que marcaría su futuro como presidente.
Su gobierno (1979-1984) se destacó por un énfasis inédito al servicio de la educación y la cultura como motores del desarrollo y la democracia. El presidente Herrera entendía que los grandes problemas nacionales -la pobreza, la baja productividad, la debilidad institucional- tenían una raíz común: el fracaso educativo. Su apuesta fue clara: formar ciudadanos libres, críticos, creativos. Todo ello dándole un sentido humanista a la acción política, con un estilo de gobierno caracterizado por su preocupación por los menos favorecidos, por la transparencia en la gestión pública y la cercanía con la gente, dado su carácter sencillo y amigable.
Para Luis Herrera la educación no solo era un derecho social, sino igualmente un motor del desarrollo. Entendía este líder socialcristiano que las fallas educativas y las deficiencias culturales eran, en gran medida, el origen de los problemas nacionales, por lo que para solventar esos males se requería una realidad social basada en un entorno cultural en el que el ser humano pueda vivir y desempeñarse en libertad para pensar y formular sus propios planes.
Respaldado por su visión educativa, el Presidente Herrera orientó su gobierno con la idea de promover reformas del sistema de educación para mejorarlo y para transformarlo radicalmente a fin de lograr una educación que fuera más allá de la escuela, tomando en cuenta las necesidades y el desarrollo de los niños y de los jóvenes, promoviendo en los mismos la enseñanza del arte de pensar, es decir desarrollar su propio talento e inteligencia. Porque para Luis Herrera la inteligencia no era un privilegio de pocos, sino una capacidad universal a desarrollar. Así fue un presidente que apostó por la inteligencia.
Por ello una de sus iniciativas más audaces fue la creación del Ministerio de Estado para el Desarrollo de la Inteligencia, liderado por Luis Alberto Machado. Fue una política pública que recibió reconocimiento internacional, siendo destacada por instituciones como la UNESCO, por el jefe del Departamento de Ciencias de la URSS y por varios expertos mundialmente reconocidos en el campo de la educación y la psicología como Edward de Bono, Jean Piaget y Reuven Feuerestein. Igualmente Alvin Toffler, futurista estadounidense, autor de La Tercera Hola, hizo un público reconocimiento a ese novedoso proyecto educativo.
Debo referir que en ocasión de un programa de visitas de estudios a varios países del Asia, promovido en 1993 por el Center for International Affairs de la Universidad de Harvard, como Fellow (investigador visitante) de ese centro para la fecha, tuve la grata experiencia de descubrir que en el ministerio de planificación de Seúl se tenia como importante referencia, el libro de Luis Alberto Machado “La Revolución de la Inteligencia” en la versión española y la traducción coreana.
En los tiempos actuales adquiere relevante valor el desarrollo de la inteligencia, como soporte de esfuerzo requerido a fin de incrementar el capital social y los valores éticos y cívicos del país que aseguren una democracia de ciudadanos para impulsar, en libertad, el desarrollo humano sostenible.
El gobierno de Luis Herrera alcanzó importantes logros con sus programas educativos, tanto a nivel básico como superior, con notables mejoras en la infraestructura de escuelas y liceos y se promovieron programas de mejoras del magisterio. Se amplió la educación media y técnica, se fundaron varias universidades y se ampliaron espacios y oferta académica en algunas existentes. Igualmente se inauguró el nuevo edificio del Ministerio de Educación.
En el ámbito cultural en el gobierno se promovieron programas de promoción de la identidad nacional, se fortaleció el Consejo Nacional de la Cultura (CONAC), se impulsaron programas de apoyo a las artes, la construcción y restauración de museos, centros culturales, bibliotecas públicas, móviles y rurales y teatros . Se dio impulso al Museo de Arte Contemporáneo, se inauguró el teatro Teresa Carreño, el segundo más grande de América del Sur y se emprendió un programa de restauración del patrimonio histórico y de internacionalización de la cultura venezolana.
La promoción de la Paz y la democracia en Centro América y el Caribe fue, desde el comienzo, objetivo de la política exterior del líder socialcristiano, por ello, a apenas tres meses de haber iniciado sus gobierno, al producirse el derrocamiento del dictador Somoza en Nicaragua, fui comisionado por el presidente como integrante de una misión enviada a Costa Rica para contactar en la frontera a la primera columna guerrillera del FSLN que el 19 de junio de 1979 estaba entrando a Nicaragua, bajo el mando del comandante Humberto Ortega, quien sería el ministro de la defensa del primer gobierno Sandinista. Con Ortega concretamos la invitación que, por mandato presidencial, hicimos para que un grupo de miembros de la triunfante revolución viajaran a Caracas para participar por varios días en talleres en la Universidad Simón Bolívar sobre gobernabilidad democrática, así logramos la participación de algunos de ellos , quienes al regreso a Nicaragua se incorporaron en importantes cargos del primer gobierno controlado por el FSLN.
La trayectoria de Luis Herrera Campins en su labor como genuino líder democrático y ciudadano ejemplar, representa una valiosa referencia que contrasta con la crisis de valores y principios de falsos líderes que colocan el mezquino interés personal y crematístico por encima del interés público. Frente a este preocupante drama que deteriora a las instituciones de la democracia, la personalidad y desempeño honesto y austero de Luis Herrera, nos señala que si es posible hacer política y gestionar el gobierno al servicio del bien común, cuando esas tareas se sustentan en una sólida formación intelectual y humanista, promoviendo, como norma de conducta, la primacía de los principios democráticos, la libertad y los valores cívicos y ciudadanos.
A 100 años de su natalicio, Luis Herrera Campins resalta históricamente como un líder político y gobernante para quien, como lo señalaba Jean Maritain baluarte del humanismo cristiano, “la política auténtica es una forma de servicio a los demás, no de la búsqueda de poder y beneficio personal.”
José Ignacio Moreno León