La guerra del Yom Kippur de octubre de 1973 estalló cuando Egipto y Siria sorprendieron a Israel con una invasión. Casi perdida esa guerra, la ayuda de EEUU y otros países occidentales hizo posible la victoria israelí. La respuesta de los países árabes productores de petróleo fue un boicot de las exportaciones de hidrocarburos que implicó un alza de los precios de la gasolina y la energía que provocó una recesión de la economía mundial. El establecimiento político y militar de occidente se unificó en ese conflicto aunque el mismo derivó en una crisis económica.
El septiembre de 2008 detonó la crisis financiera global explicada por la política de desregulación del mercado de activos en EEUU y la consiguiente aparición de un conjunto de productos financieros muy sofisticados que generaron una burbuja siendo presidente George Bush hijo. Rápidamente la tormenta se propagó por el mundo y la economía cayó abruptamente, la cual fue rescatada cuando Barack Obama asumió como presidente teniendo a un gran timonel a cargo de la Reserva Federal, el profesor de la Universidad de Princeton, Ben Bernanke. El establecimiento político y militar de occidente no se dio cuenta de la crisis. Su cohesión se mantuvo intacta.Desde el año 2025, las cosas han cambiado. El presidente Trump le ha impreso a la política exterior de EEUU un giro fundamental. Está en cuestionamiento el concepto mismo de occidente con sus valores de democracia liberal. Así, en la Conferencia de Seguridad de Múnich del 14 de febrero de 2025 el vicepresidente JD Vance afirmó que el enemigo de Europa no era Putin sino los mismos países europeos por su forma de gobierno y su modo de vida. Al unísono sucedieron los impases entre el presidente Trump y el presidente Zelensky y luego con Emmanuel Macron, sobre el tema de la seguridad del viejo continente.
Todo lo anterior se complicó con la política estadounidense de imponer aranceles al mundo según una fórmula absurda que por ejemplo penaliza a Chile con 10% de arancel cuando éste país mantiene un déficit comercial con EEUU. Inclusive países con tratados de libre comercio con los estadounidenses recibieron su dosis impositiva. Esto ha sido un ir y venir de anuncios que reflejan incoherencia en la forma y en el fondo.
El argumento del uso del arancel es favorecer una alicaída industria americana imposibilitada de competir en muchos renglones con China, México, Canadá e India. Así, se trata de favorecer la instalación de fábricas en EEUU sin reparar en el hecho que la mano de obra es muy costosa y que además hoy las empresas son cadenas globales de valor que no es fácil desinstalar y mudarse a otro país. Lo que va a ocurrir en lo inmediato es que los precios en EEUU van a aumentar. El artículo del profesor Ricardo Hausmann de la Universidad de Harvard dejó claro que aunque EEUU es deficitario en materia comercial es altamente superavitario en servicios y capitales y que por tanto el mayor riesgo de la guerra comercial recae sobre los americanos, con la pérdida de influencia del dólar.
El conflicto se ha decantado hacia China a la cual EEUU le impuso un arancel de 145% lo que equivale a una prohibición a las exportaciones chinas, mientras que la nación asiática replicó con otro arancel del 125% más el cese de la venta de tierras raras que contienen minerales estratégicos para uso industrial. No es lo mismo un conflicto con China que con cualquier otro país. La capacidad industrial de China es superior a la americana, igualmente su red comercial es igualmente mayor y también los chinos son de los más grandes acreedores del gobierno de EEUU.
En el libro de 2023 de Chun Han Wong (Party of One. The Rise of Xi Jinping), el autor hace buen recuento de la vida política del dictador chino y su plan por hacer de su país una superpotencia, de mayor dimensión a la que ya es. De manera tal que el presidente Trump no se está entendiendo con un líder menor sino más bien con un jefe político que tiene detrás un poder económico y militar muy significativo.
En un continente debilitado y envejecido no hay liderazgo democrático que haga contrapeso a EEUU con el agravante del auge de una derecha con huellas fascistas que está poniendo en jaque a varios países de la Unión Europea. En medio de este tremedal está Venezuela cada vez más dependiente de la fuerza y la determinación de sus hombres y mujeres dispuestos a seguir luchando por recuperar la democracia y rescatar al país de esta crisis que ya va para un cuarto de siglo.
José Guerra