La semana pasada inicié una reflexión con base en la comunicación, acerca de la crisis de la democracia y de la política, y temas conexos; sobre todo, acerca del papel de las llamadas: “Redes Sociales” (RRSS), los medios de comunicación, los actores y algunos críticos de las redes. Me propongo continuar esa discusión, pero enfatizando en esta entrega el tema de la manipulación de la verdad, por los actores y usuarios de las RRSS.
No pretendo desarrollar una teoría sobre las RRSS, ni sobre la “verdad”, ya hay muchos y muy bien desarrollados artículos y opiniones al respecto, muchos más de lo que yo podría hacer en unos artículos de prensa. Enfatizo, entonces, que se trata simplemente de una reflexión acerca de cómo se manipula la información y la verdad por parte de actores y usuarios en RRSS.
Actores y usuarios
A nuestro alrededor, a nivel mundial, desde 1965, se han levantado nuevas generaciones −X, Millennials y Z−, que no confían en los partidos, mucho menos en los sindicatos −que ni siquiera conocen, pues al menos aquí, casi ni existen−, tampoco confían en los medios tradicionales y desde luego muy poco o nada en los líderes políticos tradicionales. El “espacio de acción” de estas generaciones es virtual, digital, y sus herramientas de organización política y protestas −cuando y donde se dan− son a partir de aplicaciones (Apps), diseñadas originalmente para otras actividades, que les proporcionan medios, servidores privados y sobre todo de anonimato y comunicación instantánea para sus actividades. Repentinamente se ha ido logrando −de manera un tanto anárquica, muy desarticulada e incluso peligrosa por lo efímera− una vieja aspiración de muchos grupos políticos, y sobre todo antipolíticos, que buscaban con afán una estructura de organización política descentralizada
Influyentes
Personajes influyentes −o “influencers”, como se les dice hoy− siempre han existido: políticos, intelectuales, periodistas, académicos, artistas, hombres de medios de comunicación, opinadores de oficio y otros, que han moldeado y moldean la opinión pública. Hoy simplemente pueden tener un mayor alcance, debido a la poca credibilidad de los grandes medios de comunicación y el mayor acceso individual o de pequeños grupos a las RRSS, que potencialmente permite a cualquier persona que tenga un teléfono celular o una computadora a su alcance, tener acceso a escuchar, leer, hablar y escribir, prácticamente, de lo que sea. El problema es cómo se utilizan. Pero esto, al igual que la crisis de la democracia y la política, es un tema también viejo.
Mentirosos y charlatanes
Hace más de 20 años, un filósofo estadounidense ya fallecido, Harry Frankfurt, publicó un breve ensayo titulado “On bullshit” y luego otro sobre “la verdad” (On truth), que han estado circulando en algunos medios recientemente. En el primero, este autor define dos tipos de personajes, siempre presentes en la sociedad y en la política, que hoy pululan en las RRSS: los mentirosos y los “habladores”… de pistoladas (el término empleado por Frankfurt es obviamente otro); y dice que los segundos, los “charlatanes”, que es el término que yo usaré, son incluso más peligrosos y hacen más daño que los mentirosos; porque los mentirosos, en definitiva, dice Frankfurt agudamente, van contra la verdad, y al hacerlo de alguna forma, la reconocen. Los mentirosos, dice, saben que mienten, su objetivo es destruir la verdad; pero a los “charlatanes” no les importa la verdad, a ellos la verdad les es indiferente. Lo de ellos es “gustar” a la gente, “caer bien”, conseguir muchos “me gusta” (likes) y seguidores, que eventualmente les permitan, además, “monetizar” su esfuerzo en las RRSS. No les importa si lo que dicen es cierto o no, siempre que se logren sus objetivos de ser el centro de las discusiones y la atención. Para lograrlo son capaces de hablar de lo que sea, aunque no tengan la menor idea al respecto, porque en definitiva no les importa, les es indiferente la verdad o la realidad.
Por supuesto, cuando se juntan en una persona las dos características −mentiroso y charlatán− y si por ventura o desventura se dedica a la política, puede llegar muy lejos y hasta mantenerse mucho tiempo en el poder y utilizar la charlatanería y las mentiras para lograrlo. Son esos líderes populistas, de izquierda y de derecha que hemos visto surgir en los últimos años; que aprovechándose del desprestigio de partidos y lideres políticos −de la política en general− y de las deficiencias de la democracia para resolver algunos problemas, al mismo tiempo se aprovechan de las ventajas que ésta ofrece para luchar y alcanzar el poder, pervirtiendo aún más la política y exacerbando aún más la crisis de la democracia.
Verificar la información
Por eso es que es tan importante hoy en día, con la enorme penetración y facilidades de las RRSS, potenciadas ahora con la inteligencia artificial, verificar la información antes de propalarla y difundirla −ejercitar esa responsabilidad individual de que hablaba Savater− (ver La Comunicación y las Redes Sociales, en https://bit.ly/43T17Ir), porque se está perdiendo la importancia de la verdad, la importancia de los hechos, de si estos son reales o no. Para los “charlatanes” y sus seguidores o los que replican sus mensajes, no importa que lo que digan sea verdad; a ellos lo que les importa es ser el centro de la atención, que la gente los siga, les crea y de esa manera logren sus objetivos e intereses, porque detrás de las mentiras y la charlatanería se ocultan, siempre, intereses particulares
Usuarios
Los usuarios somos todos nosotros, los que utilizamos las RRSS y constituimos, por ejemplo, los chats y grupos en ellas. Este es el meollo de lo que me interesa tratar: cómo estamos utilizando −o mal utilizando− el enorme potencial de la tecnología que hoy tenemos a nuestro alcance, frente a nuestro escritorio o sentados en el sofá de casa. Son varios los factores a considerar. Lo primero es resaltar la enorme cantidad de información que circula, que a pesar de las computadoras, tabletas, teléfonos inteligentes y demás facilidades que hoy tenemos, nos agobia la cantidad de información que recibimos y nos dificulta discernir lo verdadero de lo falso. Segundo, en el mundo polarizado en el que vivimos, cualquier información medianamente verdadera, si coincide o se asemeja a lo que pensamos o deseamos que sea, ni siquiera nos molestamos en verificar si es verdadera o falsa; sin más, la damos por válida, la aceptamos, la adornamos, la repetimos y contribuimos a su difusión. Tercero, nos olvidamos que hay quienes, normalmente o habitualmente, difunden información falsa porque eso les sirve para desprestigiar a sus rivales ideológicos o a los que no piensan como ellos y al carecer de argumentos, apelan a la falsedad, al insulto, al chisme, al desprestigio.
Conclusión
Hay en esa actitud una mezcla de ingenuidad y mala intención. Ingenuidad por parte de quienes reciben la información, porque hay cosas tan obvias que uno no se explica cómo alguien −muchas veces profesional, o medianamente culto e ilustrado− las cree, las publica o las difunde. Mala intención, porque es obvio que muchas de esas cosas se difunden para engañar, para atemorizar, sobre todo en las delicadas esferas de la política y la democracia, que nos afectan a todos. En este contexto, examinaremos en la próxima entrega: cómo utilizamos las redes; pues creo que es hora de sincerarnos y hacer estas reflexiones.
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