Algunas medicinas nacionales que estaban escasas han reaparecido en los anaqueles, pero a precios tan elevados que son inasequibles
U na, dos, tres, cuatro… las pastillas se le están terminando. Ya no se toma una por día como le indicó el médico. Con media tableta, un día sí y otro no, tendrá que ser suficiente. El racionamiento lo acompaña con más oraciones, pide a Dios que pueda conseguir otra vez el medicamento y ruega para que nada le haga subir la presión arterial.
«Esto es terrible. Yo me desespero porque me la paso metida en las farmacias a ver si llega la pastilla, y nada. Trato de calmarme, pero los días pasan y todo se pone peor. Lees que hay bebés que mueren por falta de antibióticos y jóvenes que no encuentran medicinas para el asma. Esto cansa, pero tengo esperanzas que todo va a mejorar», afirma Teresa Rodríguez, hipertensa de 64 años de edad, mientras espera por ser atendida en una droguería en La Candelaria.
Como ella, miles de venezolanos peregrinan a diario por cientos de farmacias y envían decenas de mensajes por redes sociales para ver si pueden encontrar el remedio que requieren, y es que en los últimos cuatro años, con siete ministros de Salud y más de cuatro ministros de Industrias, la escasez de fármacos se ha exacerbado y las previsiones para los próximos meses no son alentadoras.
«La situación es complicada. Hay laboratorios a los que les quedan insumos para trabajar mes y medio. Los que están un poco mejor tienen inventario para máximo tres meses», afirmó Tito López, presidente de la Cámara de la Industria Farmacéutica.
El directivo recordó que la escasez de los insumos es consecuencia del retraso en la entrega de divisas, por parte del gobierno. «Desde octubre del año pasado no se le asignan divisas a las empresas del sector. Estamos secos, más secos que un desierto. No se han hecho liquidaciones para hacer compras nuevas, ni para pagar los compromisos pendientes con los proveedores extranjeros».
Reiteró que el gobierno mantiene una deuda de 700 millones de dólares con las empresas agrupadas en Cifar, mientras que la deuda con todo el sector farmacéutico es de más de 5 millardos de dólares. El retraso en los pagos ha causado que proveedores cierren las líneas de crédito, comprometiendo aún más la producción.
Más caros
López relató que ante la escasez de divisas oficiales, algunos laboratorios han decidido, por otras vías, obtener divisas a una tasa varias veces por encima de la preferencial, para tener con qué comprar en el exterior los principios activos y otros insumos necesarios para fabricar medicinas. Con el alza en la estructura de costos, los precios aumentan y se alejan de las posibilidades de los pacientes.
«Algunos laboratorios han optado por hacer eso; no son todos, pero esa es la razón por la que en este momento se consigue uno que otro fármaco que supera los 20.000 y los 30.000 bolívares», dijo.
Agregó que al problema de la escasez de insumos se suma el retraso del Servicio Autónomo Nacional de Normalización, Calidad, Metrología y Reglamentos Técnicos en la entrega de los CPE, unos números necesarios para que las empresas puedan poner a la venta las medicinas.
«Sencamer tiene un fuerte retraso en la entrega de los CPE para los productos nuevos y para las renovaciones, existen retrasos desde diciembre, esto trae como consecuencia que productos no se comercialicen esperando este requisito. Esto aumenta el desabastecimiento», advirtió.
En riesgo
Freddy Ceballos, presidente de la Federación Farmacéutica Venezolana, rechazó la restricción en la entrega de divisas que ha causado un desabastecimeinto de 85%. «El gobierno le sigue impidiendo a los venezolanos el acceso a los medicamentos.
Como no otorgan divisas preferenciales, los pacientes no los encuentran y cuando aparecen son tan caros, que no pueden pagarlos».
Dijo que la semana pasada llegaron unas cajas de Quetiapina, un fármaco para el sistema nervioso central, con 30 tabletas, a un precio de 165.000 bolívares, casi tres salarios mínimos (60.021 bolívares).
Una vez más llamó a las autoridades a acelerar la asignación de divisas y advirtió que si no se modifica la normativa que regula las ganancias, dentro de poco más farmacias tendrán que cerrar sus puertas.
José Manuel de Abreu, encargado de una botiquería en Bello Monte, coincidió en que cada día se hace más difícil mantener su negocio. «Nosotros hacemos los pedidos a las droguerías, pero lo que llega es insuficiente. Anteriormente vendíamos 70% de medicinas y 30% de misceláneos, ahora es al revés; no hay antibióticos ni antialérgicos, ni protectores drásticos. Estamos ofreciendo velas para que la gente rece para conseguir los fármacos y lentes para que las puedan buscar más».
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Por MARÍA FERNANDA SOJO MFSOJO@EL-NACIONAL.COM