Imagen Referencial – Autor: Jose Carlos Castro (CC-BY-NC-2.0)
Hoy toda la Iglesia Católica se une en penitencia, abstinencia y ayuno para conmemorar la Pasión del Señor. Entre las actividades de este día están el Vía Crucis, el Sermón de las Siete Palabras del Señor Jesús en la Cruz; las procesiones con la imagen de Cristo y de su Madre Dolorosa, entre otros.
Este día la Iglesia no celebra la Eucaristía y ningún sacramento, a excepción de la Reconciliación y de la Unción de los Enfermos.
La celebración litúrgica conmemora la Muerte del Señor, se realiza también la celebración de la Palabra que concluye con la adoración de la Cruz y con la Comunión Eucarística, consagradas el Jueves Santo.
Hoy se invita además a acompañar al final de la adoración de la cruz una pequeña conmemoración de la Virgen María, la Madre dolorosa, que estuvo a los pies de la Cruz.
¿Recordamos o celebramos?
En el Viernes Santo celebramos la Pasión y Muerte de Jesucristo.“Celebramos la muerte de Jesús, quien ha muerto por cada uno de nosotros y por toda la humanidad para reconciliarnos con el padre”, señala el P. Donato Jiménez. En este día se conmemora el amor extremo de Cristo para rescatarnos.
Es importante interiorizar el hecho de que Jesús se entregó en la Cruz por cada uno de nosotros. Y hay que comprender que la Cruz es un signo de victoria sobre la muerte, especialmente que es una victoria sobre el pecado.
Con su sacrificio, Cristo pagó el precio que la humanidad debía pagar por sus pecados. Por eso, en este día necesitamos meditar, pensar y sentir sobre el significado de la Pasión y Muerte de Jesucristo.
Una de las actitudes que el cristiano debe tener durante el Viernes Santo es la reflexión porque comprenderemos y profundizaremos en el sentido de la muerte de Cristo.
Algo que estaba roto será unido y renovado
El P. Jimenez recuerda además que en Viernes Santo “celebramos la muerte de Jesús, quien ha muerto por cada uno de nosotros y por toda la humanidad para reconciliarnos con el Padre”. Es decir, celebramos el amor extremo, divino, capaz de pagar el rescate más caro -la vida del Hijo- para salvarnos. Esto tiene tremendas implicancias para nuestra vida diaria: Por Cristo, las puertas que se habían cerrado por el pecado han sido abiertas de nuevo para nunca jamás cerrarse.
Es importante, entonces, interiorizar el hecho de que Jesús se entregó en la Cruz por cada uno, de manera personal, por mí, por tí y no de manera “masiva”. Existe la necesidad de comprender que la Cruz es un signo de victoria: por la Cruz “muere la muerte”, porque por ella muere el pecado y sus consecuencias; muere mi propia muerte. Se trata de la victoria más grande, sin importar que al mundo le sepa a fracaso.
ACI Prensa