La de este lunes en la tarde fue la primera alocución de Maduro para referirse “exclusivamente” a problemas de carácter limítrofe. Pero más que unir a la nación ante una amenaza externa, los ciudadanos sintieron que se les quería utilizar para salir de un problema internacional que el gobierno generó irresponsablemente para distraer a la opinión pública de los graves problemas del país.
La cúpula rojita acudió al viejo recurso de acusar a las compañías transnacionales y al imperialismo de lo que estaba ocurriendo para ocultar los errores y omisiones de la Cancillería. A la vez se buscaba generar un clima de cohesión nacional muy útil en tiempos electorales.
Olvidaron que una diplomacia seria y de Estado no provoca a sus vecinos y genera nuevos problemas en temas tan delicados como las disputas limítrofes. La creación de las zonas militares de protección alborotó un avispero. Por un lado, Guyana logró la solidaridad de Caricom y de la Commonwealth. De la otra, se abrió el frente colombiano, que siempre es frágil.
En tiempos de amor entre Cuba y Estados Unidos, Maduro nos colocó de nuevo en la trajinada retórica contra la Casa Blanca. Además disparamos insultos contra la multinacional Exxon, asociada con China por una concesión en Guyana, en un espacio marítimo que, según alegan ellos, está fuera de la zona en reclamación.
Maduro se explayó acertadamente sobre la historia del despojo y reconoció los méritos de la diplomacia venezolana que nos llevó al acuerdo de Ginebra, que es la base de nuestro proceso de negociación y la herramienta para lograr una clara reivindicación. Hoy este complejo asunto no es sino el resultado de un descuido diplomático por parte del chavismo en su afán de complacer a Cuba, y al error de la cancillería que marginó el tema y despreció a los expertos y negociadores.
Fue Hugo Chávez quien debilitó nuestras aspiraciones al afirmar que “el gobierno venezolano no será un obstáculo para cualquier proyecto a ser conducido en el Esequibo, y cuyo propósito sea beneficiar a los habitantes del área”. Con esa frase destruyó la secuencia negociadora iniciada con el acuerdo de Ginebra. El 20 de febrero de 2004 en Georgetown, Chávez dijo además: “El asunto del Esequibo será eliminado del marco de las relaciones sociales, políticas y económicas de los dos países”.
Lo único que nunca debió haberse detenido era la buena práctica diplomática. Con la Cancillería que cuenta Maduro no podrá recoger las improvisaciones y desaciertos que él cometió en sus seis años como titular del despacho, época en la que desarticuló el equipo profesional de la Casa Amarilla.
Maduro solicitó una ley para la creación de una comisión de Estado de carácter presidencial para llevar todos los asuntos limítrofes de Venezuela y América Latina. Tomó medidas de “rutina” y llamó a su embajadora. Pero no invitó a ninguno de los expertos nacionales porque no son chavistas.
Ahora se espera la renuncia de la canciller tapa amarilla, sin duda la responsable de tamaño enredo limítrofe.
Editorial de El Nacional