Gehard Cartay Ramírez: No oyen crecer la hierba

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Gehard Cartay Ramírez: No oyen crecer la hierba

¿Qué es lo que no entienden algunos dirigentes políticos -opositores a su manera- sobre la desobediencia civil que, en un porcentaje mayor al 80% del electorado, protagonizaron los venezolanos el pasado domingo 25 de mayo?

Debo suponer que sí lo entienden, pero les conviene hablar de “abstencionismo” para intentar validar así su propia torpeza estratégica al haber participado en ese evento y culpar luego de su derrota a quienes no sufragaron, con el agravante de que tal actitud demuestra también su incapacidad para haberlos convencido de que sí lo hicieran.

Torpeza doble, sin duda, pero también indudable demostración de su empeño por dividir a la verdadera oposición, algo que ya intentaron infructuosamente años atrás los denominados “alacranes” y en la que ahora fracasan los opositores participacionistas del 25 de mayo pasado. Porque ese discurso de “las oposiciones” en que se regodean los voceros del régimen es de una falsedad absoluta, demostrada reiteradamente en las primarias del 22 de octubre de 2023, en las elecciones presidenciales del 28 de julio del año pasado, y ahora mismo este domingo anterior. Tales eventos demostraron que aquí hay una sóla oposición, robusta y firme.

Hay, sin duda, una verdad imposible de ocultar: la inmensa mayoría de los venezolanos optó por no participar en el evento electoral del 25 de mayo para protestar así la burla del 28 de julio. Cualquier observador, por desprevenido que pueda ser, lo entiende así. Y eso implica que, al asumir tal actitud contestataria, esa mayoría aplastante no se abstuvo simplemente, sino que realizó un acto de protesta multitudinaria —aunque silenciosa— pocas veces visto en la historia republicana. Así de claro.

Y es en este aspecto donde se pone de manifiesto la equivocada estrategia de los opositores participacionistas, quienes actuaron sin mayores limitaciones, bloqueos ni persecuciones de ninguna clase. Por cierto que, si eso fue así, al régimen no le incomodó en ningún momento que llamaran a votar, lo que sí sucedió con quienes no lo hicieron. Surge entonces la interrogante de si sería cierto que esto último beneficiaba al régimen, porque lo contradicen las medidas contra ellos.

En todo caso, movidos por su terca renuencia a aceptar el clarísimo liderazgo que hoy ostenta esa inmensa mayoría que no participó en el evento del domingo pasado, los participacionistas asumieron automáticamente la posición contraria y alegaron que de esa manera convertirían al voto en un eficaz mecanismo de movilización de masas, a diferencia de quienes no participarían, ya que tal actitud implicaba “desmovilización y pasividad”. Los hechos han demostrado que resultó todo lo contrario, al reiterarse que el régimen no cuenta con las mayorías venezolanas, lo cual implica algo muy serio, aunque existan quienes “no oyen crecer la hierba”.

Pero hay algo más: con ese predicamento, los participacionistas también sostenían que su lucha los llevaría a “defender los espacios conquistados”, algo que no lograron, y muchos de ellos llegaron a decir que ganarían y cobrarían, al contrario de lo sucedido el 28 de julio. La realidad es que ni ganaron ni cobraron, sino todo lo contrario. Hasta el día de hoy no han presentado ningún reclamo, a pesar de que este proceso estuvo plagado de actos inconstitucionales, irregularidades de todo tipo, sin ningún muestreo de actas, sin haberse publicado los resultados como corresponde, inflando la muy escuálida participación electoral y adjudicando gobernaciones y curules conforme lo decidido por el régimen.

Lo más patético de todo —y lo digo con respeto, porque la verdad no ofende— es que, luego de realizado el evento en cuestión, su discurso se resume solamente a culpar de su derrota a quienes no participaron, es decir, a quienes ellos mismos —insisto— fueron incapaces de convencer, sin faltar algunas opiniones desconsideradas y groseras contra quienes sencillamente cumplieron aquello que les ordenaba su conciencia y dignidad, que son lo más preciado que tenemos como seres humanos.

Gehard Cartay Ramírez 

 

 

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