En el siglo XX pasó de todo en materia de pérdida de vidas humanas por conflictos bélicos y pandemias, cálculos aproximados señalan en cuanto a conflictos bélicos a partir de las guerras mundiales, guerras coloniales y locales un aproximado de 200 millones de personas y por pandemias entre 65 y 125 millones de fallecidos.
Estas cantidades no incluyen los decesos por desastres naturales, accidentes, crímenes o inseguridad, resaltando a una centuria donde las guerras significaron el exterminio humano, a un nivel letal que pensamos no se repetirían en la humanidad y en ningún rincón del planeta.
Pues bien, ha transcurrido un cuarto de siglo XXI para que los hechos ratifiquen que la matanza continúa a pesar de existir la ONU, OEA, pactos de DDHH, El Estatuto de Roma creado por la Corte Penal Internacional (CPI), cuyo contenido define la tipificación de los crímenes internacionales más graves, incluyendo el genocidio, los crímenes de lesa humanidad, los crímenes de guerra y el crimen de agresión.
En este escenario destaca por sus dimensiones la tragedia que viven dos países, uno situado en Europa en el caso de Ucrania y el otro situado a 10.000 km distancia en América del Sur en referencia a Venezuela. Los pueblos de ambos países al despuntar el presente siglo creyeron se extendería una nueva era, una época de prosperidad, de futuro para las nuevas generaciones, sin saber que serían víctimas el primero de una invasión criminal y el segundo de una cruenta dictadura.
Cuando hablamos de Ucrania presenciamos a una nación de hombres y mujeres valientes que se atrevieron al momento de desaparecer la URSS definir un destino como nación independiente. Ucrania se independizó de la Unión Soviética en 1991, tras la declaración del parlamento ucraniano el 24 de agosto y la ratificación en un referéndum popular celebrado el 1 de diciembre de ese año, donde más del 90% de los votantes apoyaron la independencia.
En su camino como joven nación libre durante el presente siglo se trastocaría al tener como vecino a un exagente de la KGB, dinosaurio del pasado soviético convertido en el Stalin del siglo XXI, quien no soportó la decisión del pueblo ucraniano de pertenecer a la Unión Europea, a construir una verdadera democracia como lo ratificaron con la revolución del Maydan en 2014, al plantarse frente al dictador ruso a defender su soberanía nacional.
Se debe destacar que la Revolución del Maidán, también conocida como la Revolución de la Dignidad, fue una ola de protestas pro-europeas en Ucrania que culminó con la destitución del presidente prorruso Víktor Yanukóvich. Las consecuencias fueron el primer zarpazo de Vladimir Putin con la anexión rusa de Crimea y el inicio de un conflicto en el este de Ucrania en el Donbás.
Lo demás es historia conocida con la invasión de la Federación Rusa iniciada en febrero 2022 prolongada en una guerra abierta hasta el presente 2025. Siendo el siniestro tirano ruso el invasor, pretende imponer un plan de paz totalmente nocivo a la dignidad de la nación ucraniana y por lo tanto, inaceptable ante los socios de la UE y por el sacrificio de cientos de miles de hombres y mujeres que durante estos casi 4 años han entregado sus vidas en defensa de su derecho a tener un país y de vivir en democracia, así también ha significado el exilio por el mundo de aproximadamente 8 millones de ucranianos.
En el caso de Venezuela la catástrofe se ha extendido desde los albores del siglo XXI, aun cuando se pensó que el gobierno de Hugo Chávez respetaría la continuidad de la democracia instaurada desde 1958 y ratificada con la constitución de 1999, el propio mandatario fue el promotor principal de la permanente violación de la carta magna.
Su autoritarismo característico abrió las puertas a la instauración de una tiranía con el actual mandatario, Nicolás Maduro, quien ha ratificado su talante dictatorial al desconocer las elecciones presidenciales del 28 de julio 2024 al asestarle el pueblo venezolano una derrota aplastante y determinante para su salida del poder.
Las consecuencias de esta catástrofe nacional ha sido la diáspora de mas de 10 millones de venezolanos que permanecen en mas de 70 países a nivel global, y la pobreza de un 80% de la población, que se debate entre la precariedad y la diaria sobrevivencia.
La relación entre ambas naciones se establece en el contexto de un próximo desenlace para cada una de ellas, en la aspiración de superar la desgracia que ha sumido ambos pueblos en la incertidumbre de su destino como nación y en la superación de la invasión de un dictador y la derrota de un tirano que se ha apropiado de un país violentando la democracia.
Froilán Barrios Nieves Movimiento Laborista











