Por donde se vea, la democracia hoy corre un gran riesgo en todo el mundo, pero parecemos no darnos cuenta, o no queremos darnos cuenta
La democracia en Estados Unidos, poco a poco, se convierte en un cleptocracia dominada por unos pocos que hoy son los hombres más ricos del mundo. Lo de Elon Musk es apenas la punta del iceberg.
Por donde se vea, la democracia hoy corre un gran riesgo en todo el mundo. La primera amenaza tiene que ver con la gran potencia económica y política, Estados Unidos, que, poco a poco, se convierte en una cleptocracia, dominada por unos pocos que hoy son los hombres más ricos del mundo. Lo de Elon Musk es apenas la punta del iceberg, pero si se suman los seis grandes, Amazon, Google, Tesla y Space X, Microsoft, Nvidia y Apple, hoy hay una situación idéntica a la de finales del siglo XIX, cuando los “rober barons” controlaban la economía con monopolios desproporcionados.
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En ese entonces eran John D. Rockefeller, dueño de Standard Oil, quien controlaba el 90 por ciento del petróleo en Estados Unidos; Andrew Carnegie, dueño de US Steel, entonces monopolio del acero; JP Morgan, con su negocio financiero, y Cornelius Vanderbilt, con su oligopolio en los ferrocarriles de ese país. El presidente, republicano por cierto, Theodore Roosevelt los obligó, a través de la ley Sherman, a romper su monopolio.
Hoy los apellidos son distintos, Bezos, Musk, Gates, Page, pero con un poder sobre la economía aún más brutal que el de los “rober barons” del siglo 19. Controlan los datos de los ciudadanos, sin pagar por ellos; compran las empresas que les van a competir y, la verdad, han generado un círculo vicioso de poder y control que ahora tiene una gran expresión política en Washington. ¿Hasta dónde pueden llegar con la debilidad del Partido Republicano y la idiotez del Partido Demócrata? Ese es el gran peligro que hoy tiene la democracia.
En Europa hay un populismo de izquierda, que muy bien representa el presidente del gobierno español Pedro Sánchez Eduardo Parra – Europa Press
En Europa, por otra parte, hay un populismo de izquierda, que muy bien representa el presidente del gobierno español Pedro Sánchez. Corrupción al por mayor y destrucción de la institucionalidad son sus características más notables.
Por su parte, la derecha, que nunca supo manejar el tema de la migración y que, además, siente vergüenza de sus valores, hoy da paso a una tendencia más extrema, la cual, desafortunadamente, también debilita las instituciones y los organismos de control que generan los contrapesos en una democracia y evitan las autocracias. Europa apenas está andando este camino, pero ciertamente se ve un futuro en el cual la democracia puede estar en riesgo.
América Latina no se queda atrás. Los dictadores de Cuba, Venezuela y Nicaragua, hoy débiles, antes eran los grandes conspiradores contra la democracia en la región. Hicieron camino con los Morales, Correa, Castillo y Petro, líderes populistas que acabaron con su países, los entregaron a las mafias del narcotráfico, los quebraron y, la verdad, no construyeron absolutamente nada de valor real. Su objetivo, acabar con la democracia y las instituciones, casi lo logran en Ecuador, lo lograron en Bolivia -aunque hoy hay luz al final del túnel, gracias al desastre económico que dejaron Morales y Arce-, no lo lograron en Perú, y Castillo acabó preso, y estamos luchando por preservarlo en Colombia, donde Petro lleva el país a un abismo social, financiero y de seguridad.
Otro capítulo merece México, donde el populista más exitoso de la región, AMLO, logró poner su reemplazo, destruir el sistema judicial y, de la mano del narcotráfico|Crédito: Cuartoscuro
Otro capítulo merece México, donde el populista más exitoso de la región, AMLO, logró poner su reemplazo, destruir el sistema judicial y, de la mano del narcotráfico, junto a su sucesora, Claudia Sheinbaum, llevan poco a poco a su país hacia un sistema de partido único, una democracia solo de nombre.
Una característica común en todos estos casos es la debilidad de los partidos políticos, que no están listos para una pelea en las condiciones a las que los rivales los someten. Ese populismo compra medios, compra redes sociales, compra seguidores, a través del discurso del odio y del resentimiento. ¿La derecha? No es capaz de asumir los retos, de hablar con claridad sobre los temas que mortifican al ciudadano y no propone salidas concretas, realistas y duras a través de los mecanismos democráticos, que es como se debe hacer. La razón es clara: debilidad y multiplicidad de partidos y, por ende, de líderes que solo piensan en ellos.
Este año que viene, incluyendo los meses finales del 2025, hay elecciones en Honduras, Bolivia, Chile, Perú, Costa Rica, Colombia y Brasil. Las de Ecuador salieron bien, pero ya vimos las reacciones de los presidentes populistas frente al resultado adverso. En muchos países la proliferación de candidatos solo favorece a esa izquierda nociva, que destruye y que vive del odio. Muchas veces somos nuestro propios enemigos y esa izquierda divide y vence.
Javier Millei en Argentina, que va a enfrentar unas elecciones parlamentarias el próximo año, está llevando a su país a una sanidad fiscal y económica que no ha tenido en los últimos 30 años.
Hay que buscar mecanismos no solo para unir intereses sino también listas de congreso que representen los valores de defensa de la libertad económica, religiosa, de expresión, sin perder la empatía por el ciudadano. Javier Millei en Argentina, que va a enfrentar unas elecciones parlamentarias el próximo año, a pesar de sus salidas histriónicas, está llevando a su país a una sanidad fiscal y económica que no ha tenido en los últimos 30 años. El costo ha sido durísimo, y vamos a ver si el pueblo argentino aguanta, pero la seriedad en materia de política económica y de seguridad contrasta con las del populismo de antes. Argentina muestra un camino, claro que en circunstancias extremas.
Lo de Bolivia, lo de Colombia y lo de Chile puede irse al traste y mantener el caos en que están si no hay orden, seriedad, propuestas y unidad en la contraparte. En estos tres países el desastre de gobierno abre el espacio para derrotar el populismo en las elecciones pero los egos personales pueden mantenerlos en el poder.
Para solo mencionar unos casos, porque en casi todos los países pasa lo mismo. Lo de Colombia es un chiste. Más de 50 candidatos a la Presidencia y no se sabe quién pelea más con quien. ¿Y las propuestas? Nadie saca la cabeza, nadie se destaca. Obvio, es temprano. En Bolivia la pelea entre la derecha y la centro derecha puede abrirle el espacio al candidato del MAS, partido del populismo de Morales. En Chile, la izquierda ya decidió una candidata radical del Partido Comunista; es decir, profundizar las políticas de Boric, estoy seguro, sin el respeto por las instituciones democráticas que, hay que reconocerle, él ha tenido. La respuesta es la atomización con 5 candidatos del centro y la derecha.
En Chile, la izquierda ya decidió una candidata radical del Partido Comunista; es decir, profundizar las políticas de Boric.
Así de idiotas somos. Ante el riesgo, el ego; ante el peligro populista, el discurso facilista, que da muchos likes pero no necesariamente gana elecciones. Ya veremos qué pasa en Bolivia y en Chile, para aprender. Ojalá no sea con la comunista Jeanette Jara y el populista del MAS, Eduardo del Castillo, en el poder.
Lo cierto es que la democracia está en peligro pero parecemos no darnos cuenta, o no queremos darnos cuenta. Queda tiempo aún, pero la pregunta es, ¿quién y cómo se le pone el cascabel al gato?
Francisco Santos