Hay países que quedan tan devastados por los regímenes parásitos que los depredan, que bien cabe preguntarse si podrán ser reconstruidos, una vez superadas las hegemonías ilegítimas y despóticas que los sojuzgan.
La respuesta no creo que sea uniforme. Ni todos sí ni todos no. Al menos a plazos cortos y medios. Por ello mientras se logre empezar la reconstrucción con menos dilación, mejor.
Un camino deseable de reconstrucción debe tener como fundamento el reconocimiento de la voluntad popular. Reconocer esa voluntad es recuperar la soberanía ultrajada por fraudes colosales, públicos, notorios y comunicacionales.
Nunca faltan los vivos o los tontos útiles que abogan por sentarse a dialogar con los criminales del poder, a pesar de todas las evidencias que les inculpan. Los vivos buscan raspar la olla. Los tontos útiles son así, no pueden cambiar.
Si se cuenta con recursos humanos, recursos naturales, recursos democráticos que provienen de la experiencia histórica, entonces la reconstrucción tiene amplias posibilidades de abrir nuevas sendas para un futuro humano y digno.