Por ser testigo de la jornada histórica para la democracia, la dignidad y libertad de las personas que escribieron este domingo las venezolanas y los venezolanos, el Gobierno del Presidente Maduro me declara non grato. Le doy las gracias con sinceridad, porque ello resalta la diferencia entre el querido pueblo de esa hermana nación, y la dictadura que los avasalla.
Nadie me podrá quitar lo que viví en Venezuela.
El entusiasmo de un pueblo que se organiza para expresar su decisión soberana en paz y con votos, contra la férrea oposición de un régimen que asesina, hiere, encarcela, tortura a los manifestantes en su mayoría jóvenes.
La capacidad de un pueblo para organizar sin más recursos que su voluntad un proceso masivo de votación en solo 15 días, contra la oposición de los órganos estatales electorales, de seguridad ciudadana, de justicia y de administración de justicia.
La participación masiva de las venezolanas y los venezolanos organizando las mesas de votación muy mayoritariamente integradas por mujeres, los centros de cómputo de cada centro de votación, el suministro de alimentos a quienes estaban trabajando y la seguridad para los votantes, a pesar de que se haya impedido a los medios de comunicación dar noticias sobre el evento y encarcelado a uno de los profesionales en computación con mayor experiencia para ayudar en esta organización.
La concurrencia masiva de votantes desbordaba entusiasmo: jóvenes y viejos, trabajadores sencillos y amas de casa de clase media, empresarios y académicos, en sillas de ruedas, con hambres acumuladas y pérdidas de masa corporal sufridas… y ello a pesar de las amenazas, la intimidación y la violencia infligidas por quienes más bien deberían defender la vida y la integridad de sus ciudadanos.
Las múltiples expresiones que me dieron de su amor, agradecimiento y reconocimiento a Costa Rica por nuestro acompañamiento en su heroica jornada.
Nadie me podrá quitar las lágrimas de emoción y gratitud de tantas viejitas por nuestra presencia en su Consulta Popular.
Nadie me podrá borrar la viva emoción sentida ante el abrazo caluroso de los jóvenes conmovidos por nuestra presencia.
Nadie me podrá hacer olvidar las súplicas de tantos hombres y mujeres para que no los abandonáramos a su cruel situación.
Jamás dejaré de oír sus voces pidiendo a Costa Rica que los ayude a recobrar su vida de personas libres, con dignidad, con seguridad, con respeto a sus derechos humanos, protegidos de los paramilitares armados por el propio gobierno del Presidente Maduro, con fuerzas armadas que los protejan en vez de atacarlos. Clamando por una apertura a los canales humanitarios para contar con alimentos y medicinas.
Gracias venezolanas y venezolanos por la lección de valiente civismo que han dado al mundo. Haber compartido esa gloriosa hora es un extraordinario premio que me ha dado la vida, que se ve realzado por la reacción del Gobierno de Maduro. No se me ocurre mayor honor para un costarricense que ser non grato para una dictadura.
Miguel Angel Rodríguez E.
Expresidente de Costa Rica
Exsecretario General de la OEA