Correr está de moda, aunque se podría decir que siempre lo ha estado. Los expertos creen que nuestros ancestros los homínidos desarrollaron la habilidad de correr largas distancias hace aproximadamente 2,6 millones de años, con el fin primordial de cazar animales o escapar de ellos. Las carreras de competición surgieron al amparo de festivales o ceremonias religiosas en diversas partes del mundo. Hay constancia y registros de esa actividad con un sentido deportivo desde los Juegos Tailteanos en Irlanda, hacia 1829 a. C. Los primeros Juegos Olímpicos tuvieron lugar en Grecia en el 776 a. C. y, en ellos, hubo, por supuesto, carreras pedestres. En suma correr está considerado el deporte más accesible. Basta con unas zapatillas o a veces, ni eso, pues en muchas regiones del mundo corren descalzos. Sea como sea, hoy está más en boga que nunca.
El footing –jogging o running– tiene millones de practicantes en el mundo, pero existen mentes retorcidas que ven en esta sana actividad deportiva la posibilidad de esconder otros fines. En la República de Burundi, una pequeña nación soberana ubicada en la región de los grandes lagos de África Oriental, en 2014, el dictador Pierre Nkurunziza prohibió correr para evitar que opositores políticos disfrazados de corredores se manifestasen en carreras populares o usasen los entrenamientos como forma de conspirar contra el poder. De paso, encarceló a miembros del Movimiento Solidaridad y Democracia por promover maratones para reunir a posibles simpatizantes. Burundi es uno de los países más pobres del mundo y tiene el segundo PIB pér cápita más bajo según el Banco Mundial, después de la República Centroafricana. Por eso, la carrera a pie es uno de los pocos deportes asequibles para la población. Esperemos que pronto sus políticos vuelvan a entrar en razón, pero otros países no están exentos de tentaciones prohibicionistas.
Hace dos años, en España estuvieron a punto de imponerse limitaciones a correr por la calle y figuraron en el borrador de la ley de seguridad ciudadana, que no llegó a aprobarse. En Granada, en el Parque García Lorca, la ordenanza de convivencia de 2014 prohibía juntarse grupos grandes de corredores en entrenamiento, oficialmente para respetar al resto de los ciudadanos que disfrutan de sus instalaciones y servicios, aunque la oposición política consideró que eso suponía tratar a los chavales como delincuentes y las prácticas deportivas y juegos como actividades peligrosas. Hoy hay un área biosaludable donde se puede pasear, correr y hacer ejercicio, pero persiste la prohibición general contra las competiciones deportivas masivas y espontáneas que puedan molestar a los vecinos, salvo las previamente autorizadas. También hay limitaciones en los cotos de caza, cuyos titulares pueden prohibir correr a los runners en determinadas épocas del año a petición de los cazadores, para dar prioridad a las actividades cinegéticas. Con el fin de preservar el medio natural, en parques nacionales y otras zonas protegidas se puede correr, pero siempre que se respete el medio, sin hacer ruido para no molestar a los animales o al resto de la gente que comparte ese espacio, y sin salir de los caminos establecidos ni dejar basuras a nuestro paso. Una última, curiosa y lógica limitación: la ordenanza municipal de Pamplona prohíbe correr en los encierros de San Fermín con zapatos de tacón, chanclas, sandalias o zuecos, como medida de seguridad y para evitar caídas.
Muy Interesante