Las luchas estudiantiles han estado relacionadas con el establecimiento de la democracia desde el siglo XIX, cuando los jóvenes de entonces comenzaron a agruparse para cuidar de sus intereses y para defender la autonomía universitaria frente a los detentadores del poder. Desde tal época han destacado como vanguardia de la lucha de la civilización contra la barbarie, del republicanismo contra la arbitrariedad, en la cual han escrito páginas memorables.
Los estudiantes se burlaron de los desplantes de Guzmán Blanco y de la ignorancia de Joaquín Crespo en episodios dignos de encomio. Levantaron después la voz contra la dictadura de Cipriano Castro, y fueron valladar difícil de superar para la tiranía gomecista. Llenaron en esos oscuros tiempos las cárceles, y dieron celebridad a la asociación que los reunía: la Federación de Centros Universitarios. Desde su seno se empeñaron en abrir nuevos horizontes ante las vacilaciones del posgomecismo, hasta el punto de convertirse en una organización de envergadura cuando los partidos políticos de la contemporaneidad apenas estaban naciendo. Durante la dictadura de Pérez Jiménez fueron ejemplo de coraje cívico mientras la sociedad vacilaba frente a la militarada. Cuando se debió defender la autonomía universitaria en el período de la democracia representativa, allí estuvieron los estudiantes organizados metiendo la carne en el asador.
Hoy siguen en su papel de adelantados de la sociabilidad republicana, por la conducta activa y altiva que han manifestado frente al autoritarismo chavista. Han acompañado a la universidad en sus carestías. Se han mantenido en las aulas para evitar el derrumbe de la institución. No solo han sido discípulos de sus catedráticos, sino también soporte y aliciente. Han soportado las embestidas desde los tiempos del “comandante eterno”, superadas en prepotencia, en vulgaridad y en cicatería por la usurpación reinante, sin ofrecer oportunidades a la oscuridad que representan.
Según las cifras suministradas por el Centro de Comunicación Nacional sobre las elecciones de la Federación de Centros Universitarios de la UCV, la candidatura opuesta a la dictadura obtuvo 13.324 votos frente a los 1.828 sufragios obtenidos por los bachilleres que, aunque parezca mentira, todavía se identifican con los intereses del usurpador. La notable diferencia realza la gesta de los triunfadores, la victoria de una causa noble frente a los restos de la mediocridad y la sinrazón; pero, especialmente, remite a una historia antigua y denodada por los valores democráticos y por el apego a la ilustración, de la cual debemos sentirnos orgullosos todos los venezolanos. ¡Viva la UCV!
Editorial de El Nacional