El patriotismo, de nuevo

El patriotismo, de nuevo

Meterse con el patriotismo es pisar terreno resbaladizo. Cualquiera patina en su pendiente, cualquiera cae por su escarpado precipicio, cualquiera pierde la vida si se atreve a mirarlo con desconfianza, o da con sus huesos en la cárcel. Como la palabra remite a valores que se suponen intangibles, de esos que reinan desde el firmamento de las sociedades y frente a los cuales solo queda el camino de un silencio reverencial, o de un acatamiento indiscutible, lo más conveniente es no tocarlo ni con el pétalo de una rosa.

 

 

 

En consecuencia,  lo peor que le puede pasar a un ciudadano común y corriente es la acusación de traición a la patria. La patria es otro vocablo irrebatible, otra meta impoluta, una mansión de pureza contra la cual nadie debe levantar la mano. La traición a la patria es el peor de los pecados, por lo tanto, el más monstruoso de los crímenes, una mancha que ni siquiera el fuego eterno puede lavar. El problema radica en definir adecuadamente lo que es Patria y lo que significa su traición.

 

 

 

Pero la definición topa, en el caso venezolano, con la memoria de unos sujetos impresentables que se ocuparon de levantar la bandera del patriotismo y de acusar a los traidores a la patria en predicamentos que, por lo menos,  lo ponen a uno a dudar sobre la supremacía de los conceptos frente a los cuales se mostraron como adalides.

 

 

 

José Tadeo Monagas, por ejemplo, un mandón de siete suelas que usó el mascarón del amor al terruño para llenar las cárceles de godos. O Guzmán Blanco, que despreciaba en carta pública a los indios mientras se anunciaba como cabeza de la regeneración de un contorno feliz que estrenaba el Panteón de los Próceres como templo para los antecesores puros y cristalinos entre quieres él estaría más tarde.

 

 

 

O Juan Vicente Gómez, nada menos, quien dividió a la ciudadanía en “buenos y malos hijos de la patria” según lo bendijeran o lo atacaran a él. Para los “malos hijos” estaban reservadas las torturas de La Rotunda, por supuesto. O Pérez Jiménez, quien manipulaba citas de Bolívar para relacionar a los líderes de la oposición con los tenebrosos planes de una anti patria que conspiraba contra el “Nuevo Ideal Nacional”.

 

 

 

Hay frases célebres sobre la manipulación del patriotismo que se han machacado en la historia universal,  que seguramente ustedes recordarán,  pero hoy preferimos recordar a un cuarteto de autócratas que se ocultaron en la misma pantalla para llenar de desgracias a la sociedad. Todos se aprovecharon de la confianza que podía despertar el llamado de mensajes sublimes, para que la república fuera lo más parecido a un despojo. Todos se disfrazaron de patriotas para causar a la ciudadanía desgracias imperdonables, humillaciones de la más baja especie.

 

 

 

En esa nómina deben incluirse, por desdicha, los mandones de turno (militares y civiles) que acusan hoy de traidores a la patria a quienes con toda razón y toda justicia se les oponen. Cuando el chavismo, un conjunto de delincuentes sin tasa,  levanta la bandera de la patria, no solo estamos ante  un peligro de proporciones gigantescas, sino también frente a una descomunal irrisión.

 

 

 

 

El Nacional

 

 

Por Confirmado: Francys García

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