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«El Barbero de Sevilla» resonó en Caracas este fin de semana

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«El Barbero de Sevilla» resonó en Caracas este fin de semana

Durante tres horas, los asistentes al montaje de la ópera El Barbero de Sevilla olvidaron la realidad circundante, y solamente se concentraron en las peripecias del barbero Fígaro para hacer que los amores del Conde de Almaviva y Rosina tuvieran un final feliz.

 

 

 

 

Fueron dos funciones llevadas a cabo en la sala Simón Bolívar del Centro de Acción Social por la Música -La Sede-, donde la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, bajo la dirección de Diego Matheuz, revivieron la bella partitura de Gioacchino Rossini; el pasado viernes y ayer domingo.

 

 

 

Fucho Pereda y Matheuz lograron, en un montaje minimalista, introducir al público en la trama. Apenas dos sillones, una mesita, el recurso de la iluminación, como elementos escénicos, fueron suficientes para que la ópera se mostrara.

 

 

 

Así, ni hubo que invertir grandes sumas de dinero para darle vida a un montaje que suele ser tan costoso (y por lo tanto, a veces imposible de realizar), como la ópera; ni tampoco hubo que someter al público a la ramplonería de la ejecución sin movimiento escénico, que si bien resuelve musicalmente la obra, impide disfrutar realmente de la esencia del espectáculo operático.

 

 

 

Del mismo modo, los integrantes de la orquesta, colocados frente al escenario y no en un foso, como tradicionalmente ocurre (y es que esta sala no tiene foso) formaron parte de esa puesta en escena, al punto de que hubo momentos en los que los cantantes interactuaron con los músicos, incluso con el mismo director Matheuz.

 

 

 

Gregory Pino se lució como el Conde de Almaviva, incluso, en su aria de apertura se concentró para dominar las dificultades vocales con la ejecución en vivo de la guitarra: recordemos que el drama de Rossini está ubicado en la españolísima ciudad de Sevilla, y el propio autor italiano era un admirador rendido del instrumento de las seis cuerdas.

 

 

 

El cantante demostró su solvencia, incluso en los momentos en los que la masa orquestal se sobreponía a los cantantes. Esta es una de las consecuencias de tener a la orquesta delante de los cantantes, y sobre todo cuando los músicos demuestran potencia en su ejecución.

 

 

 

Igualmente le ocurrió al barítono Jesús Villamizar, un jovencísimo e histriónico Fígaro, que se ganó el cariño incondicional del público, al que le obsequió como bis la famosa Largo al factotum.

 

 

 

Pero sin lugar a dudas, la reina de la función fue la soprano Génesis Moreno: su Rosina fue sencillamente sensacional, con una demostración cabal del dominio de las coloraturas y de los contrastes. De hecho, su presencia escénica le puso al espectador la esencia de la cándida damisela, gracias a la contextura de la artista. Era Rosina, la joven pretendiente de Almaviva, con todo y su candor.

 

 

 

También actuaron los cantantes Mehir Herrera, Álvaro Carrillo, Claudia García, Carlos López, Leiker López y Jesús Herrera, así como los integrantes del Coro Nacional Juvenil Simón Bolívar.

 

 

 

Del montaje también vale la pena destacar la estética siglo XXI, con ropas modernas, e incluso la presencia de celulares, tabletas, lo que le dio mucha frescura. Hubo instantes en los que los del coro entraron cual hombres de negro, con lentes oscuros incluidos; y en otros momentos hubo guiños de mannequin challenge, que hicieron reir a la audiencia, agradecida por la posibilidad de asistir a un espectáculo de calidad.

 

 

 

EU

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