El año fiscal comienza el martes sin prórroga presupuestaria y en dos semanas se alcanza, de nuevo, el techo de deuda
La situación de bloqueo amenaza de nuevo a EE.UU. con un «cierre» o una quiebra
Las finanzas de Estados Unidos se encuentran en una nueva cuenta atrás, esta vez por partida doble: en dos días, riesgo de «cierre» de la Administración, y en dos semanas, amenaza de quiebra. Barack Obama, enfrentado con los republicanos, advierte de que lo primero, y especialmente lo segundo, tendría «un profundo efecto desestabilizador en la economía mundial».
El martes el Gobierno federal se verá obligado a un «cierre» de sus actividades si antes de mañana por la noche, cuando acaba el año fiscal público estadounidense, el Congreso no llega a un acuerdo sobre una prórroga presupuestaria. Pero aunque esta pueda aprobarse, alrededor del 17 de octubre, EE.UU. habrá llegado otra vez a su techo legal de endeudamiento (se alcanzará el tope de 16.699 billones de dólares, alrededor del 100% del PIB), lo que requerirá un pacto para elevar la capacidad de solicitar más préstamo si se desea evitar la quiebra.
De momento el diálogo está roto. Los republicanos han declarado la guerra a Barack Obama, con su iniciativa de condicionar sus votos a la retirada de fondos para la ejecución de la reforma sanitaria del presidente, conocida como «Obamacare», que fue aprobada en su primer mandato, pero que debe implementarse con el nuevo año fiscal. Obama asegura que en esta ocasión no va a negociar como en situaciones previas. «Lo he dicho y lo repito: eso no va a suceder», asegura.
«Cierres» de la Administración ha habido alguno; el último –en realidad fueron dos–, fue en 1996, pero nunca se han producido quiebras. En agosto de 2011 se estuvo a punto de llegar a esa situación ante la falta de acuerdo para elevar el techo de la deuda, que siempre debe ser fijado por el Congreso de manera expresa. En el último momento logró evitarse gracias a que los republicanos aceptaron más endeudamiento a cambio de que los demócratas permitieran mayor contención presupuestaria. Pero fue un pacto en precario, con un sinfín de coletazos, como el llamado «precipicio fiscal» (subidas automáticas de impuestos) al final de 2012 y el «secuestro» (recortes indiscriminados del gasto, también automáticos) a comienzos de 2013.
Estados Unidos lleva atascado en discusiones sobre sus finanzas desde el triunfo del Tea Party, en las legislativas de finales de 2010, que poblaron el Congreso de republicanos consagrados a combatir el gasto federal y el programa «socializante» de Obama. Sus oponentes culpan al presidente de falta de diálogo y de no tener la habilidad para el entendimiento demostrado en su día por Bill Clinton, que también contó con una Cámara de Representantes adversa y combativa.
Si hasta ahora los republicanos habían condicionado sus votos sobre las cuentas federales a una reducción del gasto, en esta ocasión han reclamado la anulación en la práctica de la reforma sanitaria impulsada por Obama. A partir del 1 de octubre, mediante ayudas federales, los ciudadanos deben suscribir pólizas de seguros médicos privados en el caso de que, como asalariados, lo hayan hecho ya sus empresas.
En el caso de un «cierre» de la Administración, el Gobierno federal no dejará de funcionar completamente. Muchos de los servicios básicos se seguirán prestando, como los sanitarios, pero funcionarios y ciudadanos sufrirán claramente los efectos. De entrada, se calcula que unos 800.000 empleados públicos se tendrán que quedar en casa por un tiempo, durante el que probablemente dejarán de cobrar. Las pensiones y la atención a los veteranos se seguirán pagando, pero se interrumpirá la tramitación de visas y pasaportes, cerrarán parques y habrá retraso en retribuciones de nóminas y pago de suministros, entre otras consecuencias. Todo dependerá de los días que dure la situación. Los dos «cierres» de 1996 duraron 26 días, y eso supuso para el Gobierno un costo actualizado de 2.100 millones de dólares.
Consecuencias económicas
Más grave que eso sería la imposibilidad de proceder a más endeudamiento dentro de dos semanas. Cuando en 2011 EE.UU. estuvo al borde de esa tesitura, la agencia S&P quitó la «triple A» a la calificación de la deuda estadounidense a largo plazo. Para Obama, caer por ese precipicio «tendría un efecto desestabilizador en toda la economía, en la economía mundial, porque Estados Unidos es el cimiento de la inversión mundial. El dólar es la divisa de reserva. La deuda que emite el Tesoro es el fundamento de los mercados de capitales. Eso es por lo que no juego con eso».
En su llamamiento a los republicanos, Obama ha indicado que «subir el techo de la deuda es simplemente autorizar al Tesoro para que pague lo que el Congreso ya ha autorizado» cuando se aprueba el presupuesto. En realidad, según Obama, la cifras macroeconómicas no son alarmantes. El paro está en el 7,3% y espera cerrar el año con un déficit del 4%, por debajo del 10% alcanzado en 2009, en plena crisis. La última estimación de la Oficina Presupuestaria indica que el déficit habrá bajado al 2,1% en 2015.
Por ello, el presidente cree que a los republicanos no les guía una motivación económica sino políticas, que pretenden anular su reforma sanitaria por la puerta de atrás. De ahí que ha insistido en que esta vez no va negociar: no va a poner sobre la mesa la reforma que considera el gran logro de su presidencia.
Fuente: ABC