Nayib Bukele, el presidente reelecto de El Salvador, es el nuevo mejor amigo de la administración Trump en el patio trasero. No siempre fue así. Marco Rubio, secretario de Estado, ahora en gira por Centroamérica y el Caribe, tuvo sus reservas con el líder salvadoreño y sus críticas al modelo occidental. Pero estamos en tiempos de sorpresas y de apretones de manos, tanto en el Palacio de Miraflores como a orillas del lago volcánico de Coatepeque, donde Bukele tiene una mansión personal en la que recibió al alto funcionario estadounidense y sellaron, sonrientes, un acuerdo migratorio “sin precedentes históricos”.
El acuerdo le permitirá al gobierno de Trump deportar a El Salvador, la más pequeña de las naciones centroamericanas, del tamaño de nuestro estado Lara, a migrantes indocumentados de cualquier nacionalidad que hayan cometido crímenes en Estados Unidos. Incluso -añadió Rubio- “peligrosos criminales” estadounidenses pudieran ir a parar al Centro de Confinamiento de Terrorismo (Cecot), la megacárcel que Bukele mandó a construir en las afueras de la capital San Salvador para albergar a los miembros de las pandillas Mara Salvatrucha 13 y Barrio 18. “Ningún país nos ha hecho una oferta de amistad como esta”, celebró Rubio.
¿Puede un país “deportar” a sus propios nacionales a una cárcel en el exterior? No parece un procedimiento de un país democrático. Tampoco se sabía que Estados Unidos tuviera problemas para atender a su población penal.
Bukele goza de una aplastante mayoría y una desbordada popularidad en su país, que le permitió, en contra de lo que dice el texto constitucional, postularse para un nuevo período presidencial. Superado el escollo jurídico por magistrados hábiles en interpretaciones a favor del poder, nada que desconozcamos los venezolanos, el exmilitante de izquierda en sus tiempos mozos arrasó en las elecciones. El trueque a cambio de una modesta tarifa que cancelará Estados Unidos, indicó el mandatario salvadoreño, le ayudará a financiar su sistema penitenciario. El Salvador es el país con la tasa más alta de encarcelados en el mundo: 1.659 por cada 100.000 habitantes. Le sigue Cuba. Vaya mérito latinoamericano.
Según expertos salvadoreños, consultados por el diario online El Faro, el sistema judicial salvadoreño está desbordado, desde antes de que Bukele estableciera en 2022 el estado de excepción que facilitó la batalla contra las pandillas violentas, que tantos dividendos le ha reportado al mandatario y, también, a la seguridad de su propia nación.
Celebrado dentro y fuera de su país por su política contra las pandillas, Bukele no ha logrado atajar el crecimiento de la pobreza en su país que ha crecido de 22,8% en 2019 a 27,2% en 2023 , según cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas y Censos (ONEC). Su señal de “increíble amigo”, como lo identificó Rubio, es posible que le ayude a estrechar lazos con Washington y le reporte beneficios tras el alejamiento durante la administración de Joe Biden.
Editorial de El Nacional