Hace 20 años, en la ciudad de Miami, Miguel Cabrera comenzó a forjar su leyenda
El regreso de Miguel Cabrera a Miami reventó la taquilla del LoanDepot Park, el estadio de los Marlins. En el juego del sábado pasado, coincidiendo con la celebración de la herencia venezolana, 32.936 espectadores -la mayor asistencia desde abril de 2017- presenciaron un episodio más del viaje del extraordinario jugador criollo hacia el Salón de la Fama. Miggy, como llaman al nuestro en las Grandes Ligas, recompensó a sus seguidores con sus hits 3.135 y 3.136, para ubicarse a un tris de superar el total de Tony Gwynn, un eximio bateador.
Fue en la ciudad de Miami el 20 de junio de 2003 donde Cabrera comenzó a forjar su leyenda. Había sido firmado a los 16 años por los Marlins que le dieron un bono de 1,8 millones de dólares, récord entonces para un venezolano, y tras una breve pasantía por las menores debutó aquel viernes de junio de hace 20 años. Los reportes de los ojeadores y expertos advertían que se estaba frente a un fenómeno. Y el muchachón, que jugaba como un veterano y se divertía como un niño, no los defraudó. En la entrada 11 decidió la victoria de su equipo con un jonrón premonitorio: el primero de los 508 que ha dado en su carrera.
El periodista Héctor Becerra, que fue redactor y editor en El Nacional, recoge el dato en su libro El bateador maravilla, un relato personal sobre la trayectoria de Cabrera. «Desde 1901 Cabrera era solamente el tercer pelotero que despacha un bambinazo para ganar el juego de su debut», consigna.
Todo en Cabrera es extraordinario. A los 14 años, cuando fue visto en su Maracay natal -es del barrio La Pedrera-, deslumbró a los cazadores de talento por la naturalidad de su bateo. Es el único latinoamericano triple coronado en una temporada -líder al mismo tiempo en bateo, jonrones y empujadas-, para los que llegan tarde a este enrevesado y seductor deporte. E integra un trío hasta ahora irrepetible en la historia del juego: él, junto nada menos que con Hank Aaron y Willie Mays, son los únicos en batear más de 500 jonrones, más de 3.000 hits y todo ello con un promedio superior a 300 puntos. Más de 23.000 peloteros han jugado en las Grandes Ligas. Una pelusa.
Cabrera está en la temporada final de su longeva y exitosa trayectoria. En cada estadio le rinden homenaje porque tanto sus rivales como el público saben que se despide un jugador inolvidable, por su calidad y su inteligencia, a lo que ha agregado con la madurez personal, un liderazgo respetado y admirado adonde quiera que va.
Cabrera es nuestro Messi, o Federer o Jordan. Un talento descomunal. Orgullo venezolano, que prueba una vez más que con compromiso familiar, empeño personal y comportamiento profesional se pueden alcanzar las cotas más altas. Venezuela vibra con cada turno de su bateador más formidable.