Después de la reciente Cumbre Presidencial de la Alianza del Pacífico en Colombia, y mientras se aproxima la del Mercosur en Argentina, conviene reflexionar sobre la posición actual de Venezuela y sus perspectivas en la integración regional.
En poco más de dos años, a partir de coincidencias a prueba de cambios de gobiernos y sobre la base de acuerdos bilaterales de libre comercio, México, Colombia, Perú y Chile avanzan en su alianza.
Al lado de la apertura del comercio y el movimiento de personas e inversiones, se han propuesto concertar posiciones gubernamentales, facilitar encuentros empresariales y sumar recursos para hacerse presentes con mayor eficiencia en la región del Pacífico y otros espacios económicamente estratégicos.
Eficiencia que se ha de medir en crecimiento del comercio y las inversiones, generación de empleo y en mejora de la calidad de vida. Sobre esto último, en Santiago de Cali los cuatro presidentes han reiterado el compromiso con el Estado de Derecho y la democracia.
En la fila de los países latinoamericanos cuyos gobiernos han manifestado interés en vincularse a este acuerdo está ya muy cerca Costa Rica y, en el vecindario centroamericano, le siguen Panamá y Guatemala.
Otro aspirante es Uruguay, cuyo Presidente tan poco dado a viajes largos, está de visita en China. El mandatario uruguayo preside el Mercosur hasta junio, cuando entregará esa función al venezolano Nicolás Maduro.
Mujica ha dicho antes de subirse al avión que esa asociación puede ser «un germen de globalización en América Latina», pero en medio de relaciones difíciles con Argentina y solo si Brasil no «se pone imperialista».
Los gestos y palabras de José Mujica mucho dicen, tiempo ha, del estado del Mercosur. No le falta a ese acuerdo, en el papel, peso económico y geopolítico semejante al de la Alianza del Pacífico.
Sin embargo, ha acumulado graves fracturas por las prácticas proteccionistas de Brasil y Argentina, por el debilitamiento de su piso institucional y compromiso democrático y por la dificultad para una franca concertación entre sus miembros. Sobre lo que cabe esperar de la incorporación de Venezuela es ilustrativo que el propio Mujica, en cuanto a su apoyo al forzado ingreso, ha reiterado en estos días sin cortapisas: se trata de «una gigantesca reserva de energía y el Mercosur no debe ser tonto, debe medir eso».
Esto nos devuelve a nuestro país, a la necesidad urgente de sincerar el engañoso discurso de la unidad bolivariana y de sus costosas e inescrutables iniciativas. No es solo que Petrocaribe, la Alba y las transacciones más y menos opacas para apoyar economías ajenas son insostenibles.
Lo fundamental es dejar atrás, con el foco puesto en los intereses y necesidades de los venezolanos, el modelo que sobredimensiona al Estado, sofoca al sector privado y destruye empleos dignos y productivos, mientras nos endeuda y condena a importarlo todo y a procurar acuerdos de trueque que profundizan de modo humillante nuestra dependencia.
Fuente: El Nacional