Los cuatro intentos anteriores habían fallado, pero el pasado 8 de abril, la empresa SpaceX consiguió que su cohete reutilizable Falcon 9 se posara sano y salvo en una plataforma flotante tras haber puesto en órbita una cápsula de más de 3.175 kilos con suministros para la estación espacial internacional.
El cohete despegó de Cabo Cañaveral (Florida), y, tras dejar su carga, descendió hasta el punto previsto, en lo que supone un gran éxito para SpaceX, que ha demostrado al fin que puede aterrizar cohetes tanto en tierra firme (lo logró hace unos meses) como en el mar. Este éxito reafirma a la empresa fundada en 2002 por el multimillonario Elon Musk en su carrera por desarrollar un cohete espacial reutilizable.
¿Cómo funcionan estos vehículos, y por qué pueden ser importantes? El periodista especializado en tecnología Ángel Jiménez de Luis responde a estas cuestiones en el nuevo número del Muy Preguntas y Respuestas:
“Poner satélites en órbita –aunque sea en una baja– es muy caro: lanzar uno a bordo de un cohete Ariane 5 sale por más de cien millones de euros. La irrupción de empresas privadas como SpaceX está reduciendo costes, pero no lo suficiente.
El problema es que en cada lanzamiento se pierde el cohete que lleva la carga. Tanto en los de una sola fase como en los de dos –aquellos en los que partes del vehículo se desprenden durante el ascenso para aligerar peso–, el cuerpo principal con los motores acaba destrozado en el mar, donde cae.
La solución que estudian firmas como Blue Origin o SpaceX es crear cohetes reutilizables. Funcionan de forma similar a los convencionales, pero al soltarse descienden con control gracias a una reserva de combustible y unos propulsores que manejan su orientación y velocidad.
Problemas de recuperación
Modelos de las dos compañías citadas han aterrizado tras lanzamientos verticales de prueba, pero en la vida real la cosa se complica, porque el cohete no solo propulsa la carga en vertical; también debe darle velocidad horizontal suficiente para que pueda permanecer en la órbita deseada. Así que para regresar, el vehículo reutilizable debe frenar y retroceder a la vez que cae.
Solo SpaceX ha recuperado un cohete, y lo ha hecho en dos lanzamientos a órbita baja, en los que el vehículo no se aleja mucho de la plataforma de lanzamiento. Para recobrar un cohete que propulse un satélite a una órbita más alta es necesario que aquel aterrice en una plataforma flotante sobre el mar”.
¿Por qué en el mar, si es más difícil “acertar” en un blanco móvil que navega que en uno fijo? La razón es el ahorro de combustible: la pista de aterrizaje flotante de SpaceX se puede dirigir hacia el lugar que permita que la trayectoria de vuelta sea lo más natural y corta posible, sin necesidad de que el cohete recorra largas distancias ni ejecute complejas maniobras que requieren mucho combustible.
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