César Pérez Vivas: Otro año agridulce

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César Pérez Vivas: Otro año agridulce

 

Estamos despidiendo el año 2025. Un período que deja en los venezolanos un sabor agridulce, marcado por la indignación, la frustración y, al mismo tiempo, por una esperanza que se resiste a morir.

La amargura comenzó muy temprano. Apenas iniciado el año, el dictador Nicolás Maduro consumó, a sangre y fuego, el asalto al poder, instalando el 10 de enero un nuevo período de gobierno sin haber exhibido una sola acta electoral que lo acreditara como vencedor del proceso presidencial. Fue un acto de fuerza rudo, un golpe final contra la soberanía popular.

Venezuela entera y la comunidad internacional saben que Maduro y su camarilla fueron derrotados de manera aplastante en las elecciones del 28 de julio de 2024. Propios y extraños reconocen que el presidente legítimamente electo es Edmundo González Urrutia.

Ante tamaña agresión, quienes conformamos la sociedad democrática venezolana no nos rendimos ni aceptamos semejante despropósito. A pesar de la persecución, la cárcel, la clandestinidad y el exilio, alzamos nuestra voz ante el mundo para denunciar el robo electoral, el golpe a la soberanía popular y la violencia de Estado. Nos movilizamos para exigir respeto al voto y para reclamar la cooperación internacional en defensa de la democracia.

Durante todo el 2025, con el corazón herido por la usurpación y por la brutalidad del régimen, nos movilizamos primero dentro del país y luego por el mundo entero, para que la tragedia venezolana fuera conocida, documentada y asumida como lo que es: una causa democrática internacional. No se trata solo de cambiar un presidente, sino de poner fin a un régimen autoritario y criminal.

En ese esfuerzo, el mundo democrático dio un paso fundamental: reconoció oficialmente a Edmundo González Urrutia como presidente electo de Venezuela. Ese reconocimiento constituyó un respaldo político y moral a la lucha del pueblo venezolano.

El lado dulce de este año llegó con un hecho histórico: la designación de María Corina Machado como Premio Nobel de la Paz. Abrimos el 2025 con la amargura de la usurpación y lo cerramos con la alegría y la esperanza que representa este reconocimiento, merecido por una mujer que ha encarnado con coraje y coherencia la lucha democrática. Como ella misma lo ha dicho, el premio no es individual: pertenece al pueblo venezolano, a su resistencia pacífica y a su dignidad.

El presidente del Comité Noruego del Nobel, Jørgen Watne Frydnes, lo expresó con claridad al afirmar: “El Comité Noruego del Nobel espera que este premio sirva de reconocimiento y apoyo a la valiente lucha del pueblo venezolano por la democracia y su derecho a la autodeterminación.”

Entre estos dos momentos —la usurpación y el Nobel— se libró una intensa batalla política y diplomática. El tablero geopolítico mundial se movió, arrinconando progresivamente a la dictadura madurista y alimentando una esperanza racional de que se haga respetar la voluntad popular expresada en las urnas en julio de 2024.

Las naciones democráticas repudiaron el inicio del ilegítimo e inconstitucional nuevo período presidencial de Maduro. Su acto de investidura fue más un funeral político que una celebración republicana. Solo los dictadores de Cuba y Nicaragua acudieron a Caracas a acompañar al usurpador.

Las organizaciones internacionales de derechos humanos, en particular la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos de la ONU, presentaron informes concluyentes que revelan la naturaleza criminal del régimen, su vinculación con redes del crimen organizado y la práctica sistemática de violaciones a los derechos humanos.

Paralelamente, la diáspora venezolana se movilizó durante todo el año para solicitar a los gobiernos del mundo su cooperación, con el fin de someter a la justicia a quienes secuestraron el Estado venezolano para el crimen internacional y el enriquecimiento personal.

No es la primera vez que Venezuela acude a la comunidad internacional para defender su libertad. En 1810, la Junta Suprema de Caracas envió a Luis López Méndez, Andrés Bello y Simón Bolívar a Londres en busca de respaldo. Luego, el Libertador obtuvo apoyo en Colombia, Haití e Inglaterra, llegando incluso a formarse la Legión Británica, que combatió junto a nuestros soldados en Carabobo.

En 1902, durante el bloqueo naval europeo, fue Estados Unidos quien acudió en auxilio de Venezuela aplicando la doctrina Monroe. Hoy, cuando nuestra nación sufre la opresión de una camarilla criminal respaldada por China, Rusia, Irán y Cuba, resulta plenamente legítimo que el pueblo venezolano solicite apoyo internacional para rescatar su soberanía y su democracia.

La justicia de Argentina, de Estados Unidos y la Corte Penal Internacional han abierto investigaciones relevantes contra Maduro y su entorno. Entre todas las posiciones del mundo democrático, la más firme y decisiva ha sido la de Estados Unidos, cuyo gobierno, Congreso y sistema judicial han escuchado el clamor de nuestra nación y han actuado en consecuencia.

Frente a ello, la dictadura ha recurrido a su gastado libreto de victimización, denunciando un supuesto ataque imperial, mientras incrementa la represión interna y acude al Consejo de Seguridad de la ONU en busca de auxilio. Pero, como dice el adagio popular, fue por lana y salió trasquilado: la mayoría de ese organismo recordó la ilegitimidad y el carácter criminal del régimen madurista.

Todo este conjunto de acontecimientos nos da fuerza y esperanza. Ese es el lado dulce del año que termina. El lado amargo es evidente: cerramos 2025 con Maduro y su camarilla aún atrincherados en el poder, profundizando el sufrimiento y el daño a la nación.

Nuestra lucha —la del liderazgo democrático encabezado por Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, y la de todo un pueblo— continuará hasta lograr la salida definitiva del dictador y su banda criminal, para iniciar la reconstrucción espiritual, institucional y material de Venezuela. Luchemos y oremos para que 2026 sea, por fin, el año de la liberación. Que podamos decir, al cerrar ese año, que dejamos atrás la amargura y entramos en el tiempo dulce de la libertad, la unión nacional y la democracia.

 

César Pérez Vivas    

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