Como ahora vivimos en una sociedad donde es posible documentar visualmente todo lo que sucede (y también montar videos falsos, pero ese no es el tema de este artículo), quiero hacer unas reflexiones sobre dos videos en particular que vi recientemente: uno, en el que una mujer blanca entra en una pizzería en alguna parte de Estados Unidos. Los dependientes tenían encendida la televisión en un canal en español. Eso desató la ira de la mujer. Los vejó, los humilló, les dijo que ellos eran una porquería y que ella se iba a asegurar de que los mandaran de vuelta a sus países. Y no contenta con ello, empezó a grabar un video diciendo que la habían amenazado de muerte… Lo que ella no sabía era que en el negocio había cámaras que habían recogido todos sus insultos, sus provocaciones y amenazas. El resultado fue que la policía, por fortuna, se la llevó detenida a ella.
Otro video muestra a dos jóvenes latinos que iban en un camión. En un semáforo que dura mucho tiempo, su vecino de canal, un hombre blanco, se bajó del carro como un loco, con un libreto muy parecido al de la mujer de la pizzería: les gritó que ellos eran una mierda, que se devolvieran a sus países y un largo etcétera. No contento con eso, les rompió uno de los limpiaparabrisas y les rayó el camión. El copiloto filmó todo, incluyendo la placa del carro del energúmeno.
¿Cómo se llega a una situación de racismo y xenofobia de tal calaña? Tanto el racismo como la xenofobia son fenómenos complejos y multifactoriales que han existido en diferentes formas a lo largo de la historia.
Durante el periodo del colonialismo, por ejemplo, las potencias europeas establecieron dominios en diferentes partes del mundo, lo que llevó a la creación de jerarquías raciales. Las élites coloniales a menudo justificaban la explotación de otros pueblos basándose en ideas de superioridad racial y cultural. El nacionalismo, por su parte, ha sido un motor importante de la xenofobia. En períodos de crisis económica o social, el énfasis en la identidad nacional puede llevar a la desconfianza hacia el extranjero, promoviendo una visión de “nosotros” en oposición a “ellos”.
La esclavitud ha sido otro motor significativo para el racismo. En muchas sociedades, la deshumanización de ciertos grupos con base solamente en su color de piel fue necesaria para justificar su sometimiento y tratamientos injustos.
A partir del siglo XIX, algunos científicos comenzaron a clasificar a las personas según razas, promoviendo la idea de que las diferencias biológicas justificaban el racismo. Aunque estas teorías se han desacreditado, su impacto ha dejado huella en la percepción que algunas sociedades tienen sobre la raza.
Los conflictos bélicos y las tensiones geopolíticas a menudo han fomentado la xenofobia. La xenofobia, además, se alimenta del miedo a lo desconocido y a las diferencias culturales. Y resurge con fuerza cuando los locales perciben que los que llegan vienen a imponer sus costumbres y creencias, en vez de adaptarse a las del sitio al que llegan, como es el caso de la llamada “islamización de Europa”, tal vez ya muy difícil de detener por medios pacíficos. Sin embargo, la “latinización” de Estados Unidos es una excusa para sacar a millones de inmigrantes. No dudo que haya habido leyes de inmigración laxas, pero la gran mayoría de los latinos en Estados Unidos se han adaptado e integrado a su sociedad perfectamente, no como los musulmanes en Europa. Y sacar a patadas a personas que están legales es injusto y perverso. El ICE (Immigration and Customs Enforcement) de Estados Unidos bajo esta nueva administración de Trump me recuerda mucho a las SA de Hitler, la fuerza paramilitar del Partido Nacional Socialista (NSDAP), creada para proteger a líderes del partido y sus eventos, así como para intimidar a oponentes políticos y promover la ideología nazi a través de tácticas violentas, intimidación y amenazas para desestabilizar la oposición y asegurar la lealtad al régimen nazi. Como nadie los detuvo, siguieron con actos de vandalismo, disturbios y represión abierta contra grupos rivales, lo que contribuyó a crear un ambiente de terror. Ambas organizaciones, aunque diferentes en su naturaleza y contexto, representan mecanismos de control social y político en sus respectivos entornos.
Recuerdo un programa de Arturo Uslar de Valores Humanos en el que decía que las principales causas de las guerras eran el nacionalismo, las ideologías y las creencias o religiones. Hoy están todas en el tapete. De lo que sí estoy segura es de que, de producirse una tercera guerra mundial, será muy distinta y peor que las dos anteriores, que ya es bastante decir.
¿Qué hacer? Las conductas extremas siempre producen resultados extremos. Y los extremos nunca han sido buenos, ni siquiera para quienes resultan “ganadores” (lo entrecomillo porque, para mí, en una guerra todos resultamos perdedores). La educación, el diálogo intercultural y la promoción de la empatía son herramientas clave para combatir el racismo y la xenofobia y fomentar una sociedad más inclusiva. No sólo hay que entender las raíces y los motivos de estos fenómenos, sino trabajar denodadamente para lograr que se desarrollen estrategias efectivas para mitigar sus efectos y promover la cohesión social. ¿Lo lograremos?…
Racismo y xenofobia resurgen con toda fuerza en el mundo
@cjaimesb