Carolina Jaimes Branger: La xenofobia: la experiencia venezolana en el extranjero

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Carolina Jaimes Branger: La xenofobia: la experiencia venezolana en el extranjero

Escribo este artículo minutos después de haber recibido un mensaje de una amiga nacida en Chile, que vivió muchos años en Venezuela y ahora está de vuelta en Chile. Su hija es venezolana y ha recibido, tristemente, comentarios insultantes, pero sobre todo injustos.

Iba ella entrando a su oficina (es arquitecta) y de pronto una chilena se le acerca y le dice:

ꟷ¿Por qué no te regresas a tu país?

Cuando le comenté a la mamá el dolor que me producen esos comentarios “gratuitos”, me respondió:

ꟷY eso no es nada. No te imaginas la cantidad de cosas que le han dicho.

Como venezolana, el intenso viaje de nuestra diáspora es una experiencia, por decir lo menos, cargada de emociones. Mientras muchos de nosotros hemos encontrado el camino hacia nuevos hogares en distintas partes del mundo, a menudo nos enfrentamos a un fenómeno doloroso y desgarrador: la xenofobia. Recibir comentarios como «Vete para tu país» no solo hiere, sino que también despierta una serie de reflexiones sobre la identidad, la pertenencia y la dignidad humana.

Sobre todo porque Venezuela, históricamente, ha sido un país de brazos abiertos. Durante años, hemos recibido a personas de diversas nacionalidades, culturas y tradiciones que han encontrado refugio y nuevas oportunidades en nuestra tierra. Esta realidad nos convierte en un pueblo que entiende profundamente las luchas de quienes buscan un lugar al que llamar “hogar”. Sin embargo, el trato que muchos venezolanos reciben en el exterior -contrastando con la acogida que hemos brindado- resuena con un profundo sentido de injusticia.

La xenofobia que enfrentamos no solo proviene de individuos aislados; es un reflejo de actitudes socio-culturales profundamente arraigadas que surgen de la ignorancia y la falta de comprensión. Los estereotipos negativos que rodean a los inmigrantes a menudo se desarrollan en un contexto de crisis económica y social, donde el temor a «lo diferente» se convierte en un mecanismo de defensa. Esta situación puede llevar a una dolorosa deshumanización; es fundamental recordar que, en el centro de cada cuento de migración, hay una historia de resiliencia, luchas y sueños.

Como venezolanos, llevamos con nosotros la riqueza cultural, la calidez y la pasión de nuestros paisajes y gente. Al enfrentar actitudes xenofóbicas, es vital que podamos compartir nuestras historias, abrir puentes de entendimiento y fomentar la empatía. Cada encuentro y cada conversación nos permiten desmantelar prejuicios y mostrar que, independientemente de nuestra nacionalidad, todos buscamos lo mismo: respeto y oportunidades para prosperar.

Parte de nuestra respuesta colectiva debe incluir educar a otros sobre la riqueza que la diversidad aporta a nuestras sociedades. Hacer hincapié en que cada persona es un individuo con su propia historia puede ayudar a desactivar la narrativa polarizadora que a menudo nos pone en bandos opuestos.

Siento un profundo deseo de que futuros venezolanos, y todos aquellos en situaciones similares, puedan vivir en un mundo más inclusivo, donde sean celebrados y no simplemente tolerados. La lucha contra la xenofobia es, al final, una lucha por los derechos humanos y por un futuro donde todos, sin importar su origen, puedan encontrar un hogar y ser aceptados tal como son.

 

Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb

 

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