Azúcar por toneladas, tantas como 10.000, no bastaron para encubrir el pesado tráfico de material bélico, carga no declarada ni declarable. El carguero iba camino a Corea del Norte en franca violación de las sanciones impuestas al régimen que, entre finales de 2012 pasado y los primeros meses de 2013, intentó en vano encubrir una prueba de misiles balísticos y, pocas semanas después, hizo la más potente de las pruebas nucleares de las tres ensayadas por Pyongyang, mientras declaraba el estado de guerra con amenazas de ataques preventivos.
Es difícil edulcorar un asunto que tiene muchas facetas, a cual más amarga. Veamos apenas tres que deberían ser atendidas con sobriedad y firmeza.
El Consejo de Seguridad sumó entre enero y marzo dos resoluciones a las seis aprobadas desde 1993: el más amplio y severo conjunto de sanciones jamás impuesto por la ONU a país alguno. Y si el pueblo es también el primer afectado por las sanciones -que, por cierto, no niegan la asistencia humanitaria que el propio régimen traba y desvía- lo es por el oxígeno que negociaciones como la cubana dan a un gobierno ajeno a las necesidades más elementales de su propia gente. Corea del Norte es una tragedia de opresión y hambruna, perpetuada por una dinastía dispuesta a mantenerse en el poder a cualquier precio, para el pueblo.
Para mantenerse en el poder Kim Jong-il y su joven sucesor, Kim Jong-un no han dudado en utilizar la carta nuclear, tampoco en buscar recursos por todos los medios ilícitos imaginables, que suman un largo prontuario en tráfico de drogas y material bélico. Este último rubro incluye desde municiones, granadas y armamento liviano, hasta misiles tierra-aire, lanza misiles y radares de tiro transados con organizaciones y gobiernos a los que no les importa mucho lo de la obsolescencia.
Las implicaciones que para la seguridad regional tienen los contenedores siguen cubiertas por una gruesa capa de azúcar. La edulcorada declaración oficial cubana publicada en el Granma restó importancia al asunto al admitir que el carguero Chong Chon Gang “zarpó de un puerto cubano rumbo a la República Popular Democrática de Corea con un cargamento de 10.000 toneladas de azúcar” y que las armas, “fabricadas a mediados del siglo pasado”, iban a ser reparadas y devueltas.
Y mientras La Habana insiste cínicamente en su “irrevocable compromiso con la paz, el desarme, incluido el desarme nuclear, y el respeto al Derecho Internacional”, en Washington reanudan los diálogos migratorios suspendidos hace dos años.
El asunto ahora queda en manos de la ONU. Pero por aquí, las organizaciones regionales que dicen vigilar por la seguridad colectiva no parecen ocuparse del peligro de que en el mar Caribe se multipliquen, con la anuencia de cualquier gobierno, los tráficos ilícitos, peligro tanto mayor cuando la apertura de nuevos pasos por el istmo expondrán cada vez más nuestra seguridad al mejor postor.
Editorial de El Nacional