Beatriz De Majo:“¡Colombia se respeta!”

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Beatriz De Majo:“¡Colombia se respeta!”

La amenaza de Donald Trump de atacar asentamientos del narcotráfico, incluso en suelo colombiano, fue tomada muy en serio por Gustavo Petro. El presidente recogió el guante.

Es que el “warning” de Washington le viene de perlas al mandatario para varios fines: lo usa para exhibir ante Colombia y ante el mundo una posición radical y desafiante frente al “imperio norteamericano”; le sirve para presentar una imagen interna de fortaleza en un momento preelectoral de enorme trascendencia y conseguir un mejor apoyo de sus bases sociales; le resulta útil para enviar un mensaje a otros países de izquierda del continente sobre su valiente determinación a adversar a Washington y lo usa para dejar claro que está dispuesto a jugársela para defender a su país, quien es una víctima inocente del intervencionismo gringo.

Pero, de la manera más olímpica, el presidente de los colombianos ignora los motivos que alega Donald Trump para justificar su estratégica decisión militar, la que tiene sustento en el protuberante y creciente rol que tiene hoy Colombia en la producción y tráfico de cocaína a escala planetaria y el papel que desempeña junto con Venezuela en el criminal “envenenamiento” de la sociedad estadounidense, un asunto de seguridad para el gobierno republicano de esta hora.

Los hechos que Gustavo Petro delezna y pone a un lado han sido trajinados en la prensa mundial con enorme frecuencia. No deseo repetir sus números porque están al alcance de todos. Solo quisiera citar que, tal como reseñó Infobae en su momento, el propio presidente de Colombia durante una gira por Oriente Medio a fin del año pasado, informó que los cultivos de coca en el país habían crecido 3% respecto de 2023 —durante su administración, claro está— alcanzando las 262.000 hectáreas. En ese momento, y con el reconocimiento presidencial, Colombia representaba más de 67% de los cultivos de coca del mundo.

También la producción de cocaína creció desde su toma de posesión, motivado por el empeño del gobierno de abandonar la estrategia tradicional, compartida con Estados Unidos, y basada en la erradicación forzada (fumigaciones, erradicación manual masiva). El nuevo enfoque —muy suyo— está enfocado en la “sustitución voluntaria” de cultivos. Recordemos, en este punto, cómo la administración de Donald Trump decidió “descertificar” a Colombia hace pocos meses como socio fiable en la lucha antidrogas — algo no visto desde 1997.

Hoy, cuando el mandatario colombiano asume de nuevo una posición pendenciera de cara al norte y le advierte a Donald Trump que “Colombia se respeta”, no parece tener claro que tanto Estados Unidos y el resto de la globalidad no tienen mucho que “respetar” de sus ejecutorias gubernamentales. El mundo lo que tiene a la vista son flagrantes fracasos del Pacto Histórico en el cumplimiento de sus metas y proyectos electorales, particularmente en el terreno de la Paz Total, su objetivo estrella. Colombia vive el peor momento de su historia en materia de seguridad, la inversión está detenida, la población de a pie sufre los estragos del frenazo económico, la salud pública es un caos, la producción petrolera va en retroceso. Mientras tanto, Estados Unidos no es solo el principal destino de su oferta exportable. Es, además, el principal destino migratorio de sus nacionales y el origen de las remesas para cientos de miles de familias.

Petro lo que desea, en plan de matón de barrio, es movilizar sentimientos nacionalistas argumentando que Colombia está siendo víctima de una agresión a su soberanía.

La mayor de las agresiones a Colombia la ha protagonizado Gustavo Petro como su máxima autoridad, al haber conseguido afianzar a su país como el mejor y mayor enclave para el asentamiento de los cárteles de la droga, las organizaciones terroristas y el crimen organizado. Además, ha hecho causa común con el régimen venezolano en la exportación de estos crímenes desestabilizadores a Estados Unidos y al resto del mundo.

Con Gustavo Petro a la cabeza, Colombia ha dejado de ser el mayor colaborador histórico de Washington en la región para convertirse en su principal antagonista. El actual gobierno está optando por morder la mano de quien le da de comer. El precio a pagar será alto en el terreno económico, en el diplomático, en el de seguridad interna, en el de estabilidad financiera y en el de gobernabilidad territorial.

 

Beatriz De Majo

 

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