Colombia es un país donde la democracia cojea, pero aún reina. No es la falta de libertades lo que más desvela a sus ciudadanos y sin embargo el hombre y la mujer del común siguen utilizando la emigración como salida a sus vicisitudes. Lo propio es preocuparse sobre los otros motivos que impulsan el crecimiento exponencial del exilio voluntario de sus connacionales. Las solicitudes de asilo de colombianos tampoco paran de crecer en terceros países.
La inseguridad o la violencia son las grandes causas del éxodo, pero también lo son la falta de oportunidades y el deterioro económico del país, lo que se ha convertido en una constante dentro de la geografía neogranadina. Venezuela ha llegado a ser receptora de un inmenso contingente de colombianos habiendo llegado a albergar en un mismo momento más de 4 millones de sus ciudadanos.
La violencia sangrienta guerrillera disfrazada de lucha política y los crímenes asociados al narcotráfico han sido responsables de la migración de ciudadanos de los sitios donde estos operan hacia emplazamientos más seguros a lo largo del país. Pero el salto de los ciudadanos a refugiarse en el exterior se viene manifestando hace décadas, solo que se ha acentuado considerablemente en los años de recrudecimiento de estas lacras íntimamente asociadas entre ellas. Es el actual gobierno el responsable de haber incrementado en los años recientes la pérdida de sus ciudadanos de una forma grotesca.
No es el colombiano con medios económicos el que emigra en primera instancia. Es aquel que no consigue avizorar un futuro prometedor para si mismo y para sus hijos, cualquiera que sea el estrato socioeconómico de su pertenencia. El caso es que las cifras que se basan en las estadísticas de Migración Colombia ubican esta hora el número de eyectados del país en cerca de 4,8 millones de colombianos.
La era Petro, es decir desde 2022 hasta agosto de 2025 cuenta por mucho: 3.750.000 de sus connacionales salieron voluntariamente del país para residir fuera de sus fronteras.
Esto lo ha asegurado Carolina Arbeláez, representante en la Cámara colombiana del partido Cambio Radical. Sus cifras extraídas de fuentes oficiales son estas: en 2022 salieron 1.184.870, en 2023, 1.250.986 y en 2024, 1.315.164. Ello sumado a lo que va en el curso del 2025 eleva la cifra hasta cerca de 4 millones de personas que han buscado residir permanentemente por fuera de Colombia. Es ella quien califica esta situación de » éxodo de desesperanza» y lo acentúa mencionando que Colombia ostenta la cifra de solicitudes de asilo más alta del mundo con 400.000 de ellas en la actualidad.
La realidad es que Colombia se desangra y lo hace afectando a la sociedad en su conjunto. Muchas de estas salidas corresponden a jóvenes: el 35 % de los emigrantes tiene entre 18 y 29 años, el 23 % entre 30 y 39 años, y el 19 % son menores de edad. Este notable drenaje de capital humano puede resultar en una pérdida grave de talento que amenaza el potencial productivo del país —especialmente en sectores estratégicos como tecnología, ciencias y emprendimiento— justo cuando Colombia más necesita renovar su matriz productiva.
Desde la óptica económica, la salida masiva de jóvenes representa varias amenazas: menos personas en edad de trabajar, menor innovación, baja capacidad para recuperar inversión educativa y profesional. El hecho de que las remesas emerjan como un contrapeso- entre enero y octubre de 2024 llegaron al país 9 717 millones de dólares- superando incluso la inversión extranjera directa, no compensa. Es cierto que las remesas podrían, en 2025, superar los ingresos petroleros pero el daño social, que no se mide en dólares, es irreparable.
Quien se asila no solo se siente incapaz de reinventarse en suelo propio y termina por ver la grama más verde en suelo ajeno. Quien se auto excluye de la sociedad que lo alberga no cree en la capacidad de quienes la administran de ofrecerle una oportunidad de vida, ni siquiera de crecimiento y de progreso. Se desalienta, se deprime y renuncia a lo que por ley divina debe ser propio.
La verdadera solución —la que puede revertir la marea— radica en construir condiciones de vida en el país que permitan a los jóvenes confiar y apostar por su futuro: empleos formales dignos, seguridad y estabilidad económica. Solo así Colombia podrá transformar este éxodo en una oportunidad de retorno y fortalecimiento social y económico.
Ello ni es posible con un gobierno como el actual, ni en uno del mismo corte a partir el 2026.
Beatriz de Majo