Frente a la Plaza Bolívar del pueblo de Baruta se encuentra la vivienda de José Rogelio Muñoz Vera, fiel testigo de los cambios que ha tenido la localidad en los últimos 60 años. “Cuando mi padre adquirió este terreno predominaba el cultivo de café y cacao, no había tanta población y todo era más tranquilo”, recuerda Muñoz.
“Mi infancia transcurrió entre asistir a la escuela y jugar metras, trompo y volar papagayo”, cuenta este baruteño de cepa, quien llegó al mundo hace 65 años con la ayuda de una partera. Este tipo de asistencia era muy común en el pueblo, pues no habían muchos médicos.
Lo que más añora Muñoz de la Baruta de antaño es ese clima acogedor que atraía a extraños. “La máxima temperatura era 18°C”, asevera, al tiempo que manifiesta su orgullo por pertenecer a un pueblo con 394 años de historia y tradición.
Asegura que el espíritu afable y servidor puede definir perfectamente al ciudadano que habita este sector. “Somos privilegiados por vivir en un lugar como éste, tenemos una iglesia que data de 1620 y nos permite revivir nuestros cultos”.
Bodega con olor a tradición
Juan Rogelio Muñoz mantiene la bodega que trabajó su progenitor en vida y que logró ampliar en restaurante. En este espacio, los vecinos pueden encontrar desde caramelos hasta empanadas.
De su memoria también extrajo parte de las tradiciones que han movido a los baruteños. Trajo a colación las Fiestas Patronales, actividad que aunque no se celebra en la actualidad continúa intacta en sus recuerdos, como si se tratara de una imagen que guarda en lo más profundo de su ser.
“Esta fiesta era muy divertida y nos unía a todos”, dijo para luego resaltar las procesiones religiosas que reflejan el fervor del pueblo. “En Semana Santa todavía podemos disfrutar de actos que nos enlazan en un solo sentimiento: la fe”.
Con la experiencia que la vida le ha otorgado, Muñoz invita a los residentes del municipio a mantener esos valores de trabajo y dedicación que han sido ejemplo durante el largo trayecto de esta localidad.
NOTA DE PRENSA