Asdrúbal Aguiar: Luis Almagro, Premio Sebastián Piñera a la Libertad

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Asdrúbal Aguiar: Luis Almagro, Premio Sebastián Piñera a la Libertad

Iniciativa Democrática de España y las Américas, el Grupo IDEA, alcanza su décimo aniversario, cuando los exjefes de Estado y de gobierno que la forman alertaron a la región, desde Ciudad de Panamá, sobre la grave deriva que tomaba el régimen de Nicolás Maduro Moros en Venezuela. Sumía este a la población venezolana en una crisis humanitaria sin precedentes y enterraba los restos de economía sana que sobrevivían, después de las expropiaciones indiscriminadas que ejecutó Hugo Chávez Frías para hacer de su nación un botín de guerra personal.

Desde entonces la explosión migratoria –de un pueblo de arraigada tradición inmigratoria– se acelera. El cuerpo de sus habitantes es seccionado en 30%; tanto como los que perdiese durante las guerras por la independencia y en la federal, durante el siglo XIX. Es así como, en colusión con un Estado desmaterializado constitucionalmente, se estructura un holding del crimen transnacional que junta al terrorismo islámico y el narcotráfico colombiano, tomando su residencia en los espacios territoriales de este y en una hora en que la misma nación venezolana busca, afanosa, autodeterminarse tras haber logrado modernizarse hasta 1998.

A ese tándem se le suman distintos actores extranjeros –dictaduras y expresidentes lobistas– que, vinculados a la Cuba fidelista o atraídos por el generoso soldado que se apropiara de la república como cosa suya desde 1999, se benefician de las ingentes riquezas pertenecientes a sus nacionales. La violencia, una guerra interior en propiedad que deja miles de asesinatos, torturados, encarcelados, desaparecidos, considerándoseles enemigos o traidores del ecosistema narcocriminal que emerge como círculo del infierno, se vuelve normal desde adentro. Se le normalizaba desde afuera. Tanto así que, analistas y observadores internacionales, incluidos no pocos gobiernos democráticos todavía ahora auspician el diálogo o la negociación entre las víctimas y sus victimarios; se dice que, para relajar las tensiones internas, siendo lo cierto que todos a uno lo que prefieren, alegando el mal menor, es impedir que Estados Unidos salve de su secuestro y tragedia –políticamente irresoluble según lo dicta la experiencia– al pueblo venezolano.

Extrañamente se afirma que, si el rumbo de Venezuela cambia, sobrevendrá una erupción de violencia en espiral. La cínica afirmación, situada sobre las redes de opinión que financian el mismo régimen y quienes consideran al actual presidente norteamericano como un mal mayor, omite como dato duro que, en tiempos de bonanza petrolera como ninguna otra en el siglo XX, desde la emergencia del chavismo y su mal llamada revolución bolivariana hasta la muerte en La Habana de su progenitor, fueron asesinados 231.562 venezolanos. De los 4.500 homicidios registrados en 1998, para 2013 ascienden a la cifra de 24.763 homicidios. Sucesivamente, desde entonces para acá sólo quedan los cahiers de doléances, los informes de la Misión de Naciones Unidas que se repiten en cuanto a las violaciones sistemáticas y generalizadas de derechos humanos en Venezuela, constitutivas de crímenes de lesa humanidad sustanciados por la Corte Penal Internacional.

Es verdad que Washington no quiere en casa a los venezolanos ilegales y prefiere que todos, ilegales y legales regresen a la suya, ofreciéndoles recuperar su economía; lo que, al caso, si se dejasen de lado las rasgaduras de vestidos, es lo que debió haber hecho Europa en África y no lo hizo, luego de hollar al conjunto de sus pueblos desde el siglo XIX. Pero es tarde. La vertiente musulmana del África crece y busca ahora la declinación de Occidente, en una empresa fundamentalista intolerante y de venganza. Después de atentar contra las Torres Gemelas en Nueva York y de dejar a la vera muertos y heridos hace casi 5 lustros, remontado el siglo en curso le colocó un alcalde de origen ugandés, pro-palestino e islamita chií, vuelto estadunidense en 2018, para que gobierne en la ciudad de los rascacielos.

En el caso de Venezuela, fácil se olvida que durante el siglo XIX los norteamericanos nos sacaron las castañas del fuego mientras Inglaterra, voraz, se empeñaba en robarnos el Esequibo y las bocas del Orinoco para hacerlas suyas; como se omite que, a inicios del siglo XX, median estos para frenar el bloqueo naval que nos impone la Europa imperial para cobrarnos las deudas por daños a sus ciudadanos durante nuestras cotidianas revueltas armadas; y con su tecnología apalancan a nuestra naciente industria del petróleo hasta convertirnos en una potencia energética que, tras la nacionalización, logra contarse como una de las más calificadas gerencias del negocio a nivel global. Pdvsa alcanza a ser la tercera transnacional más importante. Hizo suya, sin complejos, las enseñanzas gerenciales y técnicas de las compañías nacionalizadas. Y como paso previo a su desmontaje y antes de ser quebrada, después de haber expulsado Chávez a 20.000 trabajadores petroleros condenándoles por ser hijos de la meritocracia, se la engulleron su régimen y sus causahabientes, junto a la legión de capitalistas salvajes emergidos del socialismo del siglo XXI, como sus adláteres, “boliburgueses”, “bolichicos”, enchufados, alacranes.

Es decir, en pocas palabras, la criminalidad trasnacional estructurada, incluso beneficiaria de las autopistas globales y hasta de la Inteligencia Artificial, termina siendo elevada a la condición de actor político y sus negocios de sangre son vistos, por no pocas cancillerías, no tanto como objetos sino partes actoras y forjadoras de inéditas políticas públicas. ¿O no es eso lo que en igual orden indica el comportamiento de la presidenta mexicana Sheinbaum, que considera políticamente incorrecto combatir a los cárteles de la droga, mientras denuesta de la Virgen de Guadalupe, de la Nobel María Corina Machado; o cuando busca minimizar los efectos del asesinato del alcalde Carlos Manzo quien la desafía y le demanda frenar a los narcotraficantes que infestan a su estado detentando las estructuras de gobierno? ¿Es o no lo mismo que enseña la doblez de Lula da Silva desde Brasil, al exigirle a la Casa Blanca que dialogue con Maduro Moros mientras se declara “horrorizado” por la jornada de violencia que ha dejado 132 muertos en Río de Janeiro a manos de sus aparatos estatales represivos?

De modo que, si la democracia y el Estado de Derecho han cedido en América Latina, lo recordaba hace dos años el fallecido expresidente chileno Sebastián Piñera, uno de los fundadores del Grupo IDEA, la responsabilidad no es de sus enemigos sino de nosotros, los demócratas. Nuestras omisiones de comportamiento y colusiones tácitas o silencios han hecho posible dicha fatalidad. Por lo que, angustiado, interpelando a la audiencia que le escucha, le pide provocar un cambio de rumbo en la historia señalada. A la democracia hay que amarla y amar a sus ideales, le dice. Y agrega que no basta ello si la acción para su defensa es nula. “Sin amor a la democracia, su sola defensa hace de sus defensores unos mercenarios, y habiendo amor a sus ideales, sin acción terminan estériles”, finaliza, al clausurar el VIII Diálogo Presidencial del Grupo IDEA.

Pues bien, en su X Diálogo Presidencial, mientras vemos que falla la convocatoria para la Cumbre de las Américas 2025, que habría de celebrarse en República Dominicana –el Grupo IDEA emerge, por cierto, durante la Cumbre de Panamá y en paralelo a la misma, en 2014– los exjefes de Estado y de Gobierno conversarán y armarán sus acciones para cooperar con el final de las dictaduras en América Latina. Harán escrutinio a las realidades de Cuba, Nicaragua y Venezuela, y de la grave amenaza que para la democracia – acaso en línea con lo que declarara recién el Comité Nobel que otorgara a María Corina Machado el Premio de la Paz: “La democracia es una precondición para la paz” – significa la expansión del narcoterrorismo y su penetración de las estructuras políticas en América Latina.

X Diálogo del Grupo IDEA

De manera virtual se hará presente, en la inauguración, María Corina Machado, líder fundamental de los venezolanos, luego de lo cual, la expresidenta de Costa Rica y presidenta del Club de Madrid, Laura Chinchilla, dialogará con Rosa María Payá, de Cuba Decide, y Berta Valle, esposa del excandidato presidencial nicaragüense Félix Maradiaga. Todos a uno compartirán escena de trabajo con los expresidentes José María Aznar y Andrés Pastrana, Luis Alberto Lacalle H. y Chinchilla, Tuto Quiroga y Jamil Mahuad, Hipólito Mejía y Federico Franco, a los que se suma ese referente de la lucha contra el narcotráfico y las dictaduras que, junto a Pastrana, es Álvaro Uribe Vélez, exgobernante de Colombia.

Los días 11 y 12 de noviembre, por lo mismo, habrá jornadas de intenso trabajo en el Grupo IDEA, rigurosos, tanto que su sede vuelve a ser el Wolfson Campus del Miami Dade College, el colegio de la libertad. Allí, a la luz de los ideales compartidos constantes en la Carta Democrática Interamericana –un decálogo que invita a la acción– se definirán las tareas inmediatas que habremos de acometer para sincronizarlos con los procesos de final de las satrapías de Castro-Díaz Canel, la pareja Murillo Ortega y de Maduro Moros. Son indignas de la genética libertaria hispanoamericana e inconsistentes con el espíritu de las grandes revoluciones en marcha, la digital y la de la Inteligencia Artificial.

La acción ha de seguir a los ideales, en efecto. Por lo mismo, a Luis Almagro, quien acaba de culminar sus tareas como secretario general de la Organización de los Estados Americanos, el Grupo IDEA le hará entrega, en su primera edición, del Premio Sebastián Piñera a la Libertad. Allí estarán la viuda y la hija del expresidente, Cecilia Morel y Magdalena Piñera.

Durante su ejercicio decenal (2005-2015), Luis Leonardo Almagro Lemes, uruguayo, excanciller de su nación, tal como reza el diploma que recibirá en acto solemne a realizarse en la Torre de la Libertad, hizo méritos invaluables: «Reivindicó la Carta Democrática Interamericana que reposaba adormecida; acompañó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos en su Opinión Consultiva que rechaza el derecho humano a la reelección, obteniendo el apoyo de la Comisión de Venecia a fin de que quedase proscrita la reelección indefinida de los gobernantes en ambos lados del Atlántico; e impulsó, ante la Corte Penal Internacional, el juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad ocurridos en Venezuela bajo su régimen, constituyendo un equipo de juristas e investigadores de alto nivel que hicieron posible la construcción integral de un fundamentado expediente, comprometido con la memoria, la verdad, y la justicia.

Pepe Mujica, fallecido expresidente, a cuyo lado sirve Almagro como ministro de Relaciones Exteriores, le hizo saber, elogiándole, no estar de acuerdo con su gestión dentro del Sistema Interamericano: “Eres un esclavo de los principios”.

Asdrúbal Aguiar

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