Los denominados lineamientos de desarrollo o planes de desarrollo que exhibe todo gobierno en su legítimo afán de estimular y ordenar el crecimiento, la industrialización y todo lo que concierne a salud social y demás manifestaciones culturales, son una forma política de mantener, modificar o intervenir la adecuación de las realidades con los saberes y los poderes que implican las respectivas decisiones.
Así ocurre, a pesar de que las iniciativas que apuntan en la dirección del desarrollo, particularmente del desarrollo humano, parten del justo criterio de que el “centro de todo desarrollo debe ser el ser humano”. Al menos así lo describió el Informe sobre Desarrollo Humano, promovido por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), cuyo prefacio correspondió al analista político, William Draper III quien para entonces actuaba como Administrador del PNUD. La aludida frase transcrita en dicho informe publicado en 1990, movió y mueve interesantes acepciones del concepto de “desarrollo”.
Fue así, cuando el significado de “desarrollo”, comenzó a comprometer razones que desbordaban la mera noción de crecimiento económico. Primeramente, involucró la necesidad de ampliar libertades y derechos humanos en tanto que implicaban capacidades, recursos y oportunidades que -hoy- se pasean por el contexto en el que se arraiga la educación. Pero una educación entendida como el fundamento sobre el cual se depara la salud y la dignidad del individuo, toda vez que sus contenidos reúnen los ideales que conducen a vivir la vida enfocada no sólo en acumular riquezas. Sino también, valores sobre los cuales se cimienta el “desarrollo” en toda su extensión.
Sobre “Desarrollo Humano”
El propósito de fortalecer el Desarrollo Humano, como aplicada intención del PNUD y realización impulsada por medidas gubernamentales, desplazaría el foco del PIB (Producto Interno Bruto) hacia las personas. Tan preciso enfoque, asentaba la estupenda idea que refería el “desarrollo” como la palanca que enaltecería el mejoramiento de la calidad de vida. En consecuencia, el concepto de “desarrollo” promovido desde la noción de “desarrollo humano”, expandiría las opciones de vida. De manera que se mejorarían ingresos, conocimientos y el bienestar necesario que ampliaría oportunidades de escalamiento social y económico en los individuos.
La visión del mundo referida por el señalado primer informe del PNUD, cimentó las bases que ocasionaron la creación del reconocido “Índice de Desarrollo Humano”. Asimismo, motivó la entrada de un nuevo paradigma que, en principio, lució bastante revolucionario, pues cuestionaba la estructura de un poder económico y político opresivo e intransigente. Dicho paradigma era sostenido por la idea de plantear el proceso global como modelo de desarrollo contrapuesto al esquema economicista.
Sin embargo, lo que inicialmente propuso el trabajo del PNUD, no fue del todo atendido. O quizás, no fue plenamente entendido. El objetivo que bien trazaba el progreso humano de naciones, para lo cual su medición era imprescindible, comenzó a verse eludida. Y por tanto, sus acciones, fueron relegándose. Hasta que la dinámica de la impulsiva cotidianidad, hicieron que razones y condiciones desequilibraran hechos y recursos esbozados por el PNUD.
Contrariedades por doquier
Aunque siempre han llovido aplausos alrededor de los objetivos que cada reseña contenida en los sucesivos informes del PNUD, señala. Debe reconocerse que las intenciones expuestas en los seguidos informes de desarrollo humano, han pretendido contribuir a reducir las mayores complicaciones de estos tiempos como bien los acusa la gravedad de la actual situación social. De poco o nada han valido los aportes a los problemas que entraban marcos de referencia, modelos y formulación de políticas públicas suscritas en debates sobre el “desarrollo”.
Así que las intenciones del PNUD de colaborar a restarle impulso a problemas que han potenciado los embates que acontecen a la humanidad, parecieran ser razones de una línea argumental coherente que ha buscado permitirse lograr un impacto real que conmueva actitudes y provoque respuestas a favor de las manifestaciones esgrimidas. Sin embargo, es ahí donde buena parte de tan resonados informes sobre “Desarrollo Humano” recurren a metáforas e hipérboles cuyas exageraciones de lograr los correspondientes efectos, se convirtieron en resultados un tanto adversos. Además, los mismos informes, han señalado la ausencia del compromiso político que los propios objetivos desglosados a nivel de propuestas e indicaciones, exigen.
Nuevos inconvenientes
Ante la escurridiza y recurrente desidia, es obvio notar la causa de cuanta indigencia es observada ante las exigencias que claman los objetivos trazados en los respectivos informes de desarrollo humano preparados por el PNUD. Los mismos, resultan finalmente olvidados en perjuicio del abandono en que se halla el ciudadano. Y que se destaca especialmente en problemas que refieren la marginalidad, la precariedad en salud, la disparidad laboral entre sexos, una educación desequilibrada, entre otros. No cabe duda de que el debate que toca dichos problemas de índole administrativo-gubernamental, siguen viéndose desplazados por la premura de reclamaciones de naturaleza proselitista.
A modo de epílogo
La situación a la que se ha llegado luego del esfuerzo de los análisis traducidos en informes sobre la materia “desarrollo”, es cuestionable toda vez que los lineamientos generales de “desarrollo”, han caído en “saco roto”. O arrinconados con la manida excusa de prioridades inventadas por intereses de absurda politiquería. Es la razón que justifica hablar de la hipocresía la cual, a manera de recurso burocrático, y que apuntó el escritor francés François de la Rochefoucauld, actúa como “(…) un homenaje que el vicio rinde a la virtud”.
En consecuencia, podría asentirse que, a pesar de las iniciativas formuladas por las propuestas de “desarrollo humano” del PNUD, se incentiven y agilicen acciones efectivas y necesarias que los trazados desarrollistas han aducido. De otra forma, lejos de enriquecer la calidad de vida de la ciudadanía que procura el PNUD con sus informas de “desarrollo humano”, no habría palabra que mejor pueda dar cuenta de que las realidades se han convertido en el teatro perfecto para evidenciar las hipocresías advertidas detrás de cada propuesta de desarrollo planteada por el PNUD en sus informes sobre “desarrollo humano”. Razón por la cual esta disertación, al aludir las contradicciones que se asoman de bulto en cada situación observada, intituló las anteriores líneas: las hipocresías del desarrollo.
Antonio José Monagas







