Cuando se oye hablar de “hervidero”, se piensa en la preparación de algún alimento cuya preparación necesita ser hervida. Sólo que su calentamiento, por la temperatura alcanzada, hace que los líquidos hagan ruido al hervir, sonido característico al cual todo cocinero se acostumbra y reconoce.
A los efectos de esta disertación, la palabra “hervidero” refiere la bulliciosa agitación que acontece en medio de alguna algarabía provocando efervescencia, bullicio y desorden. O sea, una especie de “anomia”. O situación caracterizada por degradación de las leyes, lo que causa cierta incapacidad en la estructura social resultando que las normas pierdan su carácter regulatorio.
Meollo del problema
Es así que el “hervidero” que trata estas líneas, es el que se suscita al momento que los motorizados aparecen. Casi siempre, en fortalecidas bandadas. Por lo que su tránsito adquiere cuerpo de “hervidero”. Particularmente, dado el escándalo causado cuando aceleran sus máquinas. Y al mismo tiempo, sonando repetidamente las estrepitosas cornetas cuyo estruendo taladra oídos y desborda la paciencia de cuántos conductores se hallan atrapados en el maremágnum de odiosas e infernales colas.
Por tanto, las condiciones arriba indicadas: efervescencia, bullicio y desorden, caracterizan las calles y avenidas colmadas o inundadas de motorizados. Su escaso conocimiento del concepto “ciudadanía” es razón para que las realidades se cundan de efervescencia, bullicio y desorden.
Generalmente, los hábitos de muchos motorizados, (no son todos) discrepan del respeto y consideración hacia otras personas, quienes indistintamente del papel que ostenten en la cotidianidad del contexto social que circundan, sean transeúntes o conductores de cualquier vehículo, son igualmente ciudadanos que buscan el mayor sosiego que las realidades permitan.
“Maraña” en perspectiva
Es así como se perturba el ambiente citadino. En consecuencia, el espacio público deja de considerarse “público” lo que hace verlo como cuasi-propiedad de los motorizados. En dichos revoltosos predios, no cabe la posibilidad de chocar a uno puesto que es causa inminente para “alborotar el avispero”. Cualquier colisión ocasionada, termina convirtiéndose en una iracunda protesta. Sin medida de respeto, ni conocimiento legal alguno que pueda desmentir o aclarara el impase habido. Ahí, extrañamente, la solidaridad motorizada, adquiere condición “supra legal” Además, la situación se torna en “batalla de muchos contra uno”.
El texto “Así es la vía” publicado por la Fundación Seguros Caracas, 2013, puntualiza que “(…) los motorizados son como Dios: aparecen de la nada y tienen el don de la ubicuidad”. Es decir, gozan de múltiple presencia al mismo tiempo y en todas partes. Pareciera ser “(…) un gremio al que hay que temer” (Ibídem, p. 11)
Sin embargo, a manera de concienciar posibilidades de revertir tan intrincadas realidades, el epílogo del mismo libro señala, que “quizás el transitar por los espacios públicos, pueda ser el punto de partida de un país mejor, más amable y organizado” (Ibídem, p. 95).
Sensibilizar al motorizado para que, desde la vehemencia que incita saberse amo y señor de tan encabritadas bestias mecanizadas, es una ruta que la sociología presenta a manera de motivación a fin de que el motorizado de comportamiento anárquico comprenda los problemas que ocasionan su criticada conducta.
¿Posible arreglo?
Habría que proyectar una línea retrospectiva, asociada a un trazado imaginario que permita retrotraer el tiempo (figurativo), para que en el fragor de dicho proceso, el motorizado áspero entienda la urgencia de actuar como un correcto ciudadano. Es decir, como quien no muestre presunción alguna por creerse que “las sabe todas”. Sólo, por estar a bordo de un vehículo cuya versatilidad puede permitirle incumplir con la consabida normativa contemplada por la ley de tránsito terrestre. Ley que vela por regular lo concerniente al tránsito terrestre que ocupa vías públicas y privadas, destinadas al uso público. Además de contarse con el Reglamento Parcial de la Ley de TransporteTerrestreque reglamenta el Uso y Circulación de Motocicletas en la Red Vial Nacional. Sancionado el 05/10/2011.
Al cierre
Aunque el problema, ocurre por no comprender la actitud irreverente de quien, ataviado de motorizado en la mitad del hervidero, con su actitud contribuye a hacerlo más intimidante. Lo cual induce a configurar un ámbito de desorden que, incluso lo lleva a desnaturalizar la condición humana del peatón.
O la del conductor que igual, se desplaza por la misma vía. A pesar que dicha vía propende a dar cuenta de cual grotesco terror que (ahora) cuenta con un número casi incalculable de motorizados. Situación que hace ver calles y avenidas convertidas en un horrible hervidero motorizado.
Antonio José Monagas