Alexander Cambero: Milagro De Dios

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Alexander Cambero: Milagro De Dios

El rostro del médico lo definía absolutamente todo. La paciente Damelis Santos tenía un cáncer de útero categorizado como tipo cuatro. Es decir, la tortuosa última etapa de un cuadro francamente irreversible. Prácticamente estaba desahuciada. Ella le pidió que fuera sincero. Este simplemente le dijo que le quedaba a lo sumo un mes de vida. La enfermedad había entrado en su fase más cruel. Un cuadro metastásico originado por un tumor primario; la enfermedad se va desplazando por el sistema linfático o la sangre para dañar otros órganos. Le explicó sin muchas vueltas. Que era el momento de prepararse para el peor de los desenlaces. Ella escuchó aquella sentencia con la contundencia de la rotundidad. Del consultorio salió con la certeza de que existía un poder superior que podría revertir su patología.

El viaje de Barquisimeto a Duaca es una travesía relativamente corta. Esos treinta y cuatro kilómetros le parecieron eternos. Observaba la vida ante sus ojos. Cada imagen reflejaba el anhelo de permanecer. Llegó a su casa en la urbanización Rafael Arévalo con los nervios propios de un paciente terminal. Se encerró en su habitación para orar. Buscaba a Dios como ese ser omnipresente capaz de transformar su destino. Entendía que solo él podía cambiar lo que le acontecía. Las manos entrecruzadas casi en la misma dirección de sus rodillas en el piso. Tomó aliento para que de su boca surgiera una oración desgarradora. Al cerrar sus ojos sintió la presencia de Dios. Una brisa suave atravesó la ventana hasta abrazarla como un consuelo del cielo. Oró con tanta firmeza que sintió que algo estremecedor recorría sus venas como el agente purificador que venía al rescate.

Una semana después acudió hasta la clínica para nuevos exámenes. Los resultados los tendrían en tres días. Aquello era casi un formulismo ante la realidad. El tiempo fue como un celaje en los peores augurios. El médico llegó temprano para atender a sus pacientes oncológicos. Sobre su mesa de trabajo estaban los exámenes de Damelis Santos. Abrió el sobre para corroborar el violento avance de la patología. Pensaba en cómo aliviar física y anímicamente a su paciente. Al revisarlos, se fue llenando de asombro. Atónito, comenzó a auscultar los resultados. Los chequeó una y otra vez, llamó al laboratorio en la búsqueda de una comprobación. Caminaba dentro del consultorio con la sorpresa de percibir algo increíble: El cáncer había desaparecido. Salió sobreexcitado al pasillo y cuando se encontró con ella se emocionó. La invitó a pasar al consultorio para decirle que la enfermedad había cedido. Jamás en sus años profesionales vio un caso similar. Había asistido a muchísimos congresos internacionales de oncología. Estaba al día con los avances en su área médica. Tenía acceso a las publicaciones más exclusivas y nunca pero nunca, conoció un caso de este tipo. —Esta sanidad viene del cielo —le dijo. Desde ahora en adelante te llamaré: Milagro de Dios.

El recinto se llenó de una paz solo transmitida por aquello que no tiene una explicación humana. La fe de Damelis Santos hizo posible que a una vida condenada a la muerte se le abriera la oportunidad de seguir con su existencia. ¿Por qué ella obtuvo la sanidad que otros no consiguen? Sencillamente,a que Damelis creyó en la promesa de Jesucristo en la cruz. No tuvo un segundo de duda. Nadie llega más allá de lo que cree. Si alguien titubea en su fe, Dios no puede hacer nada. Es el hombre quien se limita. Por eso es que muchos fracasan con sus peticiones. Para hacer conexión con el cielo es necesario creer. Otra característica es que debe dirigirse a Dios en el nombre de Jesucristo. Si lo haces utilizando algún otro nombre, esa oración no sirve. El problema se le entrega a Jehová pensando en que está resuelto. Si vuelvo con lo mismo, estoy dudando; ese escepticismo impide ver resultados. No tengo que estarle recordando a Dios lo que ya le dije. Estamos hablando de un Padre que lo sabe todo. No es un burócrata a quien tengo que presionar para que haga. Si estás convencido de que todo está pagado, ¿por qué dudamos?

Cuando predicaba el evangelio en la urbanización Rafael Arévalo de Duaca, Damelis Santos siempre estaba en nuestras reuniones. Reconocimos a Jesucristo en la misma época. La modalidad era como la iglesia del primer siglo, encuentros en las casas. Las iglesias protestantes lo implementaron treinta años después. Es un modelo más íntimo en donde se puede intercambiar mejor debido a la cercanía. No existe un púlpito donde alguien está por encima de los demás. La palabra de Dios es proximidad y encuentro. Una reunión en una especie de conversación donde se canta, oramos compartimos el evangelio y algún refrigerio. No son sesiones largas, por el contrario, la enseñanza es certera para que sea digerida más fácil. A Duaca llegó está novedosa forma de evangelizar de la mano de la familia Fonseca. Hoy algunas denominaciones le llaman:  células, casas de paz, grupo pequeño, etcétera. Comprendieron que es mucho más efectivo que las concentraciones grandes.

El caso de Damelis Santos me recuerda a una experiencia personal que me ocurrió en la ciudad de Maturín. Había ido a visitar a mi hermano en Cristo Nerio Angulo. Este me pidió que predicara esa noche. La reunión estaba pautada para las seis de la tarde. Entré a una habitación para prepararme de manera adecuada. Leí unos pasajes haciendo énfasis en el capítulo ocho del libro de Romanos. Oré con frenesí para caer de rodillas hablando en lenguas. Algo sorprendente iba a ocurrir para la gloria de Dios. El espíritu me llevó a leer Marcos 5:28, la mujer con el flujo de sangre padecido durante doce años. Salí de la habitación directo para la reunión. Nerio me presenta como un hermano que viene de su pueblo y que esa noche compartirá la palabra. Al comenzar a disertar, veo que todos se ríen. Le hago señas a Nerio para que me diga qué ocurre. Me indica que es por la forma larense de hablar; el oriental lo hace más rápido. La fraseología es distinta. En medio de la predicación, una señora de falda gris comienza a llorar de manera copiosa. Recibiendo a Cristo en ese instante después de hacer la oración de fe. Cuando pudo hablar, nos exteriorizó que había sido sanada en ese instante de flujo de sangre. Que tenía alrededor de ocho años con la enfermedad. Sintió que algo la estremecía por dentro como limpiándola y cauterizando una gran herida. Aracelis de Hernández salió de su casa con la certeza de que iba a recibir sanidad. Por “casualidad” escuchó que nos reuniríamos en el edificio Los Arcos piso cinco apartamentos diez de la avenida Juncal en una zona céntrica de Maturín. Para esto te trajo nuestro Señor Jesucristo, me señaló Nerio. Al terminar el servicio, conversamos sobre los caminos de Dios. Mi viaje se retrasó varias veces hasta que tocó para la fecha que nuestro Señor quiso. Yo no estaba destinado para predicar ese día. Había llegado sumamente cansado después de catorce horas en un autobús. Cuando me lo pidieron, había escogido otro tema. El Espíritu Santo me llevó a estudiar el pasaje de la mujer con el flujo de sangre. A nuestra reunión acudió una señora con el mismo problema. Nadie la había invitado. Escuchó a una amiga hablar del ministerio y pidió la dirección para acudir a un encuentro que cambiaría su vida. Tomó mucho interés debido a su problema de salud. ¿Quién sabía que lo padecía? Solamente Dios. Fue él quien la llevó para que escuchara su palabra y automáticamente recibiera sanidad debido a que creyó sin dudarlo. Todo lo hizo Jehová; nosotros solamente fuimos el vehículo para llevar el mensaje.

 

Alexander Cambero

@alecambero       

 

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