“Recuérdese que la naturaleza del tiempo histórico consiste en que no admite delimitación entre lo que en el tiempo cronológico se denomina pasado, presente y futuro”.
Germán Carrera Damas (Prospectiva… Alfa, 2018: 22).
No hay parto democrático en Venezuela. Aborto tras aborto sigue siendo la secuencia. El pueblo lo intentó en julio pasado con todas sus fuerzas y convicciones, pero el neonato fue asfixiado por los que simulan actuar dentro de la dinámica republicana y solo son la oligarquía de esta hora mustia, en el pasaje histórico de un intento revolucionario que en 1998 salió en procesión a recorrer, decían, las calles y cambiar, purificar a Venezuela, pero que -como una vez le oí decir al maestro Germán Carrera Damas- regresó la procesión a su lugar de origen sin haber cambiado nada.
Me atrevo todavía a acotar a lo mencionado que este período de dominio del chavomadurismomilitarismocastrismoideologismo, aderezado de incontinencia policial, nos ha llevado mucho más atrás, a aquellos tiempos en que las armas y la intemperancia dictaban la agenda patria.
¿Estamos ahora en el caudillismo otra vez? O en apariencia así trasluce, pero más bien visualizo a un complejo, un colectivo pernicioso que se fue estructurando desde 1992 o quizás antes, para el que los valores democráticos y la república no significan nada y no son -y es lo más grave- la Constitución ni la ley, ni el quehacer democrático ni la aspiración republicana obstáculos verdaderos para continuar depredando frívola y cínicamente al país, devenido una suerte de botín de guerra.
Cuán frágil puede ser y rememoro a Gadamer, la consciencia histórica de los pueblos y cuánta compulsión exhiben a ratos para convocar las taras que los han lacerado, quizás repitiéndose que todo tiempo pasado fue mejor.
Lo cierto es que el hilo democrático tejido desde 1958, puesto a prueba varias veces por la coyuntura de intentonas golpistas derrotadas y manipulado en los últimos años con aviesas maniobras electorales y acciones contrarias a la constitucionalidad, fue esta vez, sí, roto el 28J para, ya sin pudicia, usurpar al poder democrático y subrogarse la soberanía popular.
En efecto, al menos en las formas, desde 1958 y hasta la elección del 28 de julio de 2024 se acató el resultado y se cumplió con los procedimientos, nunca completa ni pacíficamente, pero en líneas generales así se percibió por los venezolanos e incluso las élites lo asumieron.
Ello dejó de ser así y no es necesario insistir para advertir que salimos de la constitucionalidad, la legalidad y la legitimidad y prevalecen las construcciones y posturas basadas en el control desde la fuerza de las armas y la sistemática violación de las garantías ciudadanas y especialmente el debido proceso.
Después de 25 años de persecución y descalificación de la estructura dirigente y de la sociedad civil, el conciudadano no se haya asistido por una propuesta conductora legítima, a la sola excepción de la figura de MCM. Sin embargo, nada queda de los sindicatos y colegios profesionales porque, al igual que los partidos políticos, fueron agredidos sus capitanes y sustituidos si acaso por alacranes y otros arácnidos.
Conversé con un amigo asesor de una empresa importante en el área del petróleo y me repitió lo que ya me había dicho gente de la construcción. No son líderes sino jefes de pandillas armados, demandantes de privilegios y todo tipo de canonjías, los cabecillas de los movimientos sociales e incluyo allí a los dirigentes gremiales, en su mayoría, impostores, esbirros y charlatanes.
Desinstitucionalizados, el país se ha convertido en un Estado anómico sin referentes ni parámetros que no se puedan negociar con dignidades públicas o por los burócratas bien ubicados que pululan en el ambiente y ello destaca más en el área de los cuerpos policiales y en los tribunales de cualquier área de competencia.
Desnudo, pues, anulado, victimado quedó el ciudadano que, en paralelo, ve opacarse a la república y en su sufrimiento entiende que es segregado, discriminado, criminalizado y desciudadanizado. Esa es la realidad de hoy en nuestra agónica Venezuela y es ante todos ya una verdad irrefragable.
El ciudadano ha perdido la fe en la democracia y teme haber perdido sus seguridades republicanas. Peor aún, se mueve entre la indignación, la depresión y la desesperanza. Se desciudadanizó, se margina de la cosa pública, está ofendido, maculado, irrespetado. Empero, no por ello debe quedarse al margen otra vez.
¿Hacia dónde vamos? La semana próxima, Dios mediante, avanzaremos unas ideas al respecto.
Nelson Chitty La Roche
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