40% del maíz para las arepas es importado

40% del maíz para las arepas es importado

Con precios adecuados, inversiones en tecnología y seguridad se puede recuperar la autonomía que se mantuvo en el rubro hasta 2007. Según expertos, deben reanimarse las plantas iraníes y las expropiadas.

 

Combatir la escasez de harina precocida de maíz para la arepa criolla pasa por resolver el déficit de maíz blanco que afecta a las industrias que fabrican esta harina y poner a funcionar al 100% las plantas que tienen capacidad instalada para satisfacer la demanda.

 

Solventar la escasez de la materia prima es posible. Venezuela fue autosuficiente en maíz blanco hasta 2007, último año en el que se logró producir todo el volumen que se necesitaba para abastecer a las industrias.

 

Ese año se cosecharon 1.312.000 toneladas del grano blanco, un poco más de las 1.200.000 toneladas que se necesitaban y «hasta generamos excedentes», dice Tony Pestana, presidente de Fedeagro.

 

Pero en 2012, la producción del maíz más importante para la mesa del venezolano solo alcanzó para cubrir 55% de la demanda: se obtuvieron 772.853 toneladas, lo que significó una caída de 41%, de acuerdo con Fedeagro.

 

Retomar la autosuficiencia en maíz blanco es posible en un plazo de cuatro a seis años, siempre que se cumplan, desde ya, al menos estas tres condiciones: rentabilidad sostenida en los precios de las cosechas, inversiones en tecnología de última generación en maquinarias y equipos agrícolas y seguridad jurídica y personal en el campo, explican las fuentes.

 

Los ministros de Agricultura y Tierras, Yván Gil, y Alimentación, Félix Osorio, han dicho en las últimas semanas que han revisado el acceso a las divisas, los créditos, las tasas de interés, la adecuación de costos y precios y el financiamiento como medidas para fortalecer el aparato productivo.

 

Especialistas en materia agroalimentaria aseguran que hay que hacer énfasis en las inversiones.

 

Uno de ellos es Rodrigo Agudo, quien sostiene que falta presentar un plan en el que trabajen gobierno y privados para extender áreas sembradas y, combinado con políticas públicas que generen seguridad jurídica, empujar las inversiones. Cree necesario un precio rentable a tiempo.

 

«Por ser circuitos cortos, los cereales responden rápido a los estímulos, pero se necesita anunciar los precios pronto y aún no se han fijado. En las regiones que ya comenzaron a sembrar, lo hicieron a ciegas», dice Agudo.

 

Inversiones en maquinarias

 

Las inversiones en máquinas de última generación se requieren ya para que en cuatro años se incorporen nuevas hectáreas.

 

«Hay un rezago en las inversiones en maquinarias que hace ineficiente la actividad en el campo», comenta Gustavo Moreno, presidente de Asoportuguesa, que agrupa a 600 productores de maíz y procesa la harina Doña Emilia, que cubre 4% del mercado.

 

Moreno asegura que desde la década del noventa creció la producción de maíz, pero luego se detuvo en 2008. «Hay que parar esto y revertirlo», indica.

 

Dice que es clave hacer inversiones en cosechadoras y otros equipos y simplificar su importación, pues requieren Certificados de No Producción Nacional.

 

Moreno agrega la propuesta de incorporar semillas transgénicas en la producción, idea planteada por Fedeagro. Se estima que con estas se puede elevar en 25% la producción de maíz y pasar de un rendimiento de 3.200 kilos por hectárea a 4.000 kilos.

 

El presidente de este gremio indica que se incorporarían 420.000 hectáreas de maíz, que se sumarían a las 435.000 hectáreas que ya se siembran. «Es ilógico que estemos consumiendo maíz y soya de países que emplean semillas transgénicas, pero que el productor local no las pueda usar», indica Moreno.

 

Hubo déficit de materia prima

 

Estas medidas contribuirían a resolver uno de los principales problemas de las industrias que elaboran harina precocida: la materia prima nacional. Debido a que esta cosecha es insuficiente, el Ejecutivo ha tenido que importar.

 

A partir del año 2008, el Estado comenzó a traer alrededor de 450.000 toneladas de maíz blanco al año para abastecer las necesidades de las procesadoras.

 

En 2012 esta cifra subió más. El Ministerio de Alimentación, a través de la Corporación de Abastecimientos y Servicios Agrícolas (Casa), trajo 551.000 toneladas de este rubro, lo que representa 39% de la cantidad de maíz blanco que requieren las agroindustrias de harina para operar, que en 2012 fue de 1.400.000 toneladas.

 

Esas 551.000 toneladas traídas de afuera sumadas a las 772.853 toneladas de maíz blanco cosechadas en suelo criollo, según Fedeagro, indican que durante el año 2012 estuvieron disponibles 1.323.853 millones de toneladas de maíz blanco para la industria.

 

Esta cantidad cubre 95% de la demanda de las procesadoras de harina, es decir, el año pasado la agroindustria trabajó con un déficit de 5%. Las fallas en la disponibilidad de materia prima fueron una queja frecuente del sector durante 2012.

 

Escaso afuera

 

En días pasados, Lorenzo Mendoza, presidente de Empresas Polar, que aporta 48% al mercado de la harina precocida de maíz, comentaba que este año la cosecha nacional iba por el mismo camino del déficit de 2012.

 

«Aquí se acaba el maíz cuando aún faltan cuatro meses para que arranque la nueva cosecha y eso va a pasar este año otra vez; por eso, le hemos dicho al Estado lo importante que es que salga a comprar ese maíz para que podamos tener todas las marcas en el mercado», indicó Mendoza.

 

El llamado a hacer esas compras cobra más importancia si se toma en cuenta que, a diferencia del maíz amarillo, el mercado mundial del maíz blanco es pequeño y está en manos de pocos.

 

De acuerdo con una exposición realizada por el especialista de Fedeagro, Germán Briceño, en un Congreso de Mercadeo de Alimentos en 2010, la producción de maíz blanco en el mundo era de 75 millones de toneladas.

 

La producción se concentra en México, China, Sudáfrica, Egipto y, en menor proporción, en Estados Unidos. Así, el maíz blanco representa 11% de toda la producción mundial del grano.

 

Por tal razón, a diferencia del maíz amarillo, la tendencia es que del blanco no se generen grandes ofertas exportables. «Este maíz ni siquiera es un commodity como el amarillo y solo se cotiza en la Bolsa de Valores de Johannesburgo, en Suráfrica. Los países importadores de este rubro, como Venezuela, negocian las compras directo con los productores», dijo.

 

Fortalecer la industria

 

El punto dos a resolver para acabar con la escasez es clave: poner a funcionar el 100% de las plantas y efectuar ampliaciones para subir sus capacidades de operación.

 

En Venezuela hay 24 instalaciones de producción de harina de maíz: tres pertenecen a Empresas Polar y otras tres de Asoportuguesa, Cayca y La Lucha, que cubren 11% del mercado, de acuerdo con las cifras de Polar.

 

Las restantes 18 son del Estado. Ahí se encuentran las que han pasado a manos públicas vía expropiación o por investigaciones judiciales (como el caso de Fernández Barrueco, quien era dueño de Pronutricos y Proarepa).

 

En manos del Estado también está un grupo de 10 plantas construidas en convenio de empresas iraníes que fueron inauguradas por el presidente Hugo Chávez a partir de 2007, pero que a la fecha de hoy solo aportan 5% al mercado, según las cifras de Polar.

 

Rodrigo Agudo asegura que este número de industrias indica que en Venezuela hay suficiente capacidad instalada para satisfacer la demanda. «El problema es que casi 50% del mercado está bajo la administración pública y produce a 30% de su capacidad instalada. Esto, en términos de oferta de harina, no representa más de 20 o 25%».

 

Agudo señala que la baja operatividad de las empresas públicas explica la escasez de harina.

 

Para Gustavo Moreno, de Asoportuguesa, la producción de harina no escapa de los problemas eléctricos del país. «En marzo, la planta procesadora de harina precocida de Asoportuguesa estuvo paralizada 43 horas y en abril otras 45, por la interrupción del servicio».

 

 Fuente: El Mundo

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