Rafael Marcano (nombre ficticio) salió de su casa en El Cafetal a eso de las 8:00 de la mañana del martes. Iba con su madre, de 76 años, hacia una clínica en La California para que recibiera sus terapias.
Tomó los caminos verdes para llegar más rápido y empalmó la calle Chacao del municipio Sucre, en la vía que conduce hacia El Llanito.
Cuando estaba a la altura de la sede de Hidrocapital, observó que un grupo de motorizados estaba trancando el tráfico. -Eran como 60 motos con parrilleros-, recuerda muy bien.
Y es que ese día, y esos 25 minutos no los olvidará jamás, pues esos motorizados atacaron a todos los conductores que quedaron atrapados en la cola.
Iban pasando carro por carro sometiendo a los conductores. Golpeaban vidrios y amenazaban a todos.
Rafael se quedó estático y bajó los vidrios de su vehículo.
Se le acercaron dos sujetos que le gritaron y le pedían todas sus pertenencias.
Su madre, en medio del asalto, sacó una estampita de la Virgen María y comenzó a hablarle a los dos sujetos que se montaron en el carro para robarlos. «Ella los bendice, sabe que ustedes no son malos, solo están siendo llevados por la violencia del país», les decía la anciana, pero uno de los maleantes prefirió mandarla a callar y darle una bofetada.
Igual se llevó la cartera y otros objetos de valor.
«Para mí fueron 25 minutos eternos. Esos motorizados iban en sentido contrario y haciendo de las suyas», destacó Rafael, quien tuvo que hospitalizar a su mamá quien quedó en estado de shock.
No solo él y su madre sufrieron ese tiempo, también lo hicieron otros 20 carros que estaban en la cola.
Ni los mensajes de texto pidiendo auxilio, ni los gritos de vecinos que estaban en edificios adyacentes (a quienes les dispararon para callarlos) sirvieron para frenar la ola delictiva de ese grupo comando. Tampoco había policías.
Incluso, cuando se apoderaban de las carteras de las damas, las revisaban en plena calle y botaban lo que menos les interesaba.
Así fueron encontrados en la vía: documentos personales, cheques, agendas, tarjetas de presentación y demás artículos «innecesarios para ellos».
La peor parte la sufrió Jennifer Ochoa. Aunque no le robaron nada, los maleantes se ensañaron con su vehículo.
Lo hicieron a propósito porque ella logró burlarlos y escapar. Sin embargo, su Peugeot gris quedó casi que inservible.
El parabrisas delantero partido con los cascos, el capó hundido, los vidrios de las puertas partidos. Incluso, hasta lo chocó en el desespero por huir.
«Saltaban en mi carro y me gritaban de todo. Yo no tenía nada para darles», dijo.
Ella iba para La California a una reunión de trabajo.
Cuando escapó del sitio, se detuvo más adelante, ya en el municipio Baruta, a pedirle ayuda a unos policías.
Estos se negaban porque no podían actuar en el municipio Sucre. Sin embargo, se activaron porque cuatro motorizados de Polihatillo llegaron a pedir refuerzos. Así fue como lograron detener a cinco de los maleantes, uno de ellos un adolescente. Tenían una engrapadora y una revista envuelta en teipe negro, con las que simularon estar armados.
Todo esto ocurrió, porque los motorizados escoltaban un cortejo fúnebre desde Petare al Cementerio del Este.
Fuente: EU