Maduro quiere elecciones. Sí. Las quiere porque busca alguna legitimidad internacional con un barniz electoral. Se sabe que heredó un cargo que le cayó de Cuba y nunca lo ha ganado sin fraude. Ahora quisiera que fuera diferente; eso sí, con los árbitros comprados, con las gradas vacías o con uno que otro “colectivo”, y con un contendor escogido por él, mientras trata de eliminar de la competencia a la persona escogida por millones de venezolanos. Maduro es un candidato huidizo, que quiere seguir en el cargo de presidente, sin competir. Por eso el grandulón le huye a María Corina en una actitud impropia de un contendor político, de un comandante en jefe y de quien en sus sueños más entrañables desearía ganar una elección, pero eso sí, sin votos porque no los tiene.
Las armas que emplea Maduro en contra de María Corina son variadas. Unas son las de los magistrados del horror que apelan a la guillotina judicial para ratificar una inhabilitación que nunca existió. Son torpes hasta en el manejo de sus domesticados jueces. Esa inhabilitación por 15 años nunca fue decidida, nunca fue notificada, nunca fue resultado de una sentencia, y el 30 de junio de 2023 la sacaron de la copa truculenta del mago para evitar que ganara las primarias del 22 de octubre. Lo que hicieron fue darle mayor energía al movimiento que respaldaba a la que luego resultó vencedora de la primaria.
El 15 de diciembre la candidata unitaria acude al TSJ -con la repugnancia del caso- para cumplir su parte del Acuerdo de Barbados y que no pudieran decir que obstaculizaba esos entendimientos de los cuales no participaba, aunque estaba informada. Con la papa caliente, se pelotean unos días el caso sin saber qué hacer, hasta que en Miraflores el candidato Maduro dice ¡ni de vaina! Producen entonces el bodrio de ratificar una inhabilitación que no existe ni ha existido jurídicamente.
Mientras esta pantomima judicial tiene lugar, Maduro -el huidizo- lanza sus historietas habituales que serían risibles si no significaran sufrimientos y penas para decenas de venezolanos; en vez de una conspiración ahora se inventa cinco. Coloca a oficiales torturados, como ha denunciado la doctora Tamara Sujú, a hacer falsas confesiones cuya finalidad es implicar a los líderes democráticos y por enésima vez a María Corina, precisamente en el momento en que ella levanta con más fuerza el camino electoral como el camino a transitar y cuando con más determinación convoca al país a esa ruta.
Para Maduro no es suficiente crear la patraña de las conspiraciones y hacer ese acto que ha indignado a los oficiales de la Fuerza Armada, el de la degradación de sus compañeros en un acto que más bien ha deshonrado mucho más al Alto Mando Militar que lo realiza, entre otras razones porque muestra que hay descontento en todos los rangos, desde los generales hasta los sargentos y soldados, y que la simpatía hacia la candidata nacional crece como espuma entre la oficialidad. Algunos miembros del régimen ahora se lamentan de que Chávez haya propiciado el voto de los militares activos.
Ese deslave en las bases de apoyo del régimen se expresa en cómo el chavismo de a pie anda entusiasmado con la candidata, lo cual ha hecho que efectivamente se convierta en expresión unificada y unificadora del país. Hasta los cuadros medios y locales del PSUV andan alborotados con María Corina porque saben que sin cambio político los candidatos regionales y locales de 2025 los escogerán Maduro y sus cuatro secuaces, mientras que si hay cambio político las primarias regionales y municipales se impondrán en el partido de gobierno. La mayoría de los rojos también quiere un vuelco.
Además de las conspiraciones inventadas está la represión que protagonizan la Dgcim, el Sebin, la Policía Nacional y el Cicpc, quienes al alimón allanan, detienen, torturan, secuestran, a miembros del comando electoral democrático, además de abrirles juicios -algunos en marcha y otros pendientes de las órdenes del candidato correlón-.
María Corina ha dicho con claridad y responsabilidad que asume el mandato popular del 22 de octubre. Esa decisión es la que corresponde. Lo decimos de una vez: nadie tiene el derecho de jugar con ese mandato; ni siquiera ella. Es una decisión del pueblo democrático y por tal razón deben bajarse de esa nube quienes promueven su sustitución por otro, más potable, aceptado por el régimen. Nadie tiene la potestad de desconocer la decisión del 22 de octubre y por eso los que andan en el plan de que la candidata debe ser “amplia y generosa” para designar a quien la sustituya y que sí sea aceptado por el régimen, en realidad son los brazos ocultos de las fuerzas del mal. Son los que quieren hacerle el favor al candidato correlón y se disfrazan de analistas o políticos neutrales, falazmente “sensatos”.
Ha habido negociaciones. El Acuerdo de Barbados y los acuerdos secretos entre Estados Unidos y Maduro significaban: elecciones libres y limpias con María Corina en pleno uso de sus derechos políticos. Y punto. El régimen imperante pateó los compromisos, lo que ha generado una reacción de indignación mundial hasta de gobiernos con cierta afinidad ideológica. Maduro no tiene ni un aliado que no sea de los gobiernos bandidos del planeta; hay que recordar cómo se quedó desguarnecido de cualquier apoyo en su aventura del Esequibo; ni siquiera Cuba lo acompañó. Pensó que se podía burlar del presidente Joe Biden y del secretario de Estado, Antony Blinken, y la respuesta ha sido clara: o abres el camino para elecciones libres y limpias con María Corina como candidata de las fuerzas democráticas o te sancionamos de nuevo. No tienen las manos libres para burlarse. Al menos eso parece por las declaraciones de la Casa Blanca y el Departamento de Estado.
Los representantes democráticos han negociado y siguen abiertos a la negociación. Ahora, que el Acuerdo de Barbados ha sido violado, la idea de negociar debe seguir guiando a los factores políticos y sociales que apuestan por el cambio. María Corina, como líder unitario, debe dirigir las negociaciones y ella ha dicho que está dispuesta a negociar con el régimen, con garantías suficientes para el cumplimiento de los acuerdos que se alcancen. El juego no está trancado.
Este año debe haber elecciones y cambio político. Cuando anuncien la fecha se desatarán las energías cívicas en todo el país. En enero de 2025 María Corina entrará a Miraflores como presidente y comandante en jefe de la Fuerza Armada; civiles y militares deben tomar nota de la proximidad de este evento histórico.