Las cosquillas son incómodas y divertidas a la vez. Al ser comunes y usadas en contextos de broma (más que todo con los niños), se identifican con momentos de entretenimiento. Sin embargo, ¿te has preguntado por qué no logras hacerte un cosquilleo aunque lo intentes un montón de veces tocándote la piel? Quédate, porque acá conocerás una respuesta con base en la ciencia.
Todo es una predicción del organismo
Piensa que tienes una pluma y la pasas por la planta de tu pie. Por supuesto que eso no te dará una sensación fenomenal, pero imagina que otra persona aparezca y haga el mismo intento con la pluma; es claro que tu cuerpo reaccionaría.
Se sabe que el sistema nervioso es todo un conjunto de impulsos que culminan en respuestas determinadas del organismo. Entonces, si el tacto es similar, ¿cuál es la diferencia entre que intentes hacerte cosquillas y que otro lo logre? Todo se basa en la predicción que crea el cerebro al respecto.
La Universidad Humboldt de Berlín logró un estudio interesante con ratas, el cual comprobó que estos animales reaccionan a las cosquillas de forma parecida a los humanos. Cuando se intentaba acicalar o rascar a una rata, el factor de vocalización o risa del cerebro estaba inactivo, pero el resultado era distinto cuando los investigadores hacían las cosquillas: el sistema somatosensorial (reconocedor del sentido del tacto) estaba activo y las ratas emitían un sonido.
El neurocientífico Michael Brecht, uno de los autores del estudio, comentó que una inhibición en el toque propio previene una reacción de cosquilleos. Cuando te tocas a ti mismo, el cuerpo no interpreta eso como una amenaza y no le da mayor importancia, por lo que no lograrías hacerte cosquillas.
Por lo tanto, al no sentirte atacado con el toque propio, es cuestión de que aparezca un tercero para que la respuesta del cuerpo sea distinta, dándose así el nervenkitzel (expresión en alemán que significa mezcla de nervios y cosquillas); las cosquillas serían como ese mecanismo de defensa que advierte.
Un ejemplo claro es ver a los niños, que en su mente relacionan las cosquillas con un «ataque amistoso” del que buscan huir aunque se rían sin parar. En medio de las cosquillas, hay dos impulsos contrarios actuando al mismo tiempo: el de cercanía y escape. Ante la tensión presente, los niños la liberan por medio de esa carcajada incontrolable.
¿Hay una forma de engañar al cerebro?
George van Doorn, de la Universidad Monash de Australia, intentó hacer una prueba de estilo extracorpórea. A cada participante del estudio se le dio unas gafas que le permitían ver desde la perspectiva de los ojos del investigador, el cual se sentaba al frente.
Con esta ilusión se intentó que el participante identificara el cuerpo del investigador como el suyo y así, por medio de una palanca, se lograra el cosquilleo. Sin embargo, no hubo un resultado positivo; no había forma de conseguir las cosquillas sin importar el armar engaños al cerebro.
Otro experimento demostró que controlar los movimientos del pie con estimulación magnética cerebral parecía funcionar. Esto permitía que la mano hiciera cosquillas en el pie en contra de la voluntad del participante. A pesar de todo, este experimento pertenece al grupo de los pocos que han tenido éxito.
Algo particular es que las personas diagnosticadas con esquizofrenia son capaces de hacerse cosquillas a sí mismas, y esto se debe a que el paciente no sabe discernir entre su propio tacto y el de un tercero.
En conclusión
Ya pudiste ver que es nulo lograr que un ser humano se haga cosquillas a sí mismo de forma consciente, así como es muy difícil conseguir que ilusiones experimentales lleguen al efecto deseado.
Para finalizar, hay que aclarar algo que también se encontró en los estudios: la risa anticipatoria ante el cosquilleo también es posible, es decir, con solo pensar en que viene un ataque de cosquillas, cualquier persona es capaz de reírse; incluso los científicos creen que ese estilo de risa confirma que la persona acepta la invitación para el “ataque amistoso”.
Fuente: Culturizando