En un día como hoy hace 200 años, el 18 de junio de 1815, Waterloo se convirtió en el escenario de la batalla que marcaría la caída de Napoleón Bonaparte, un momento histórico que hoy conmemoraron líderes políticos y casas reales europeas con una ceremonia donde no han faltado tiros de cañón.
El suelo de Waterloo (a una treintena de kilómetros de Bruselas) ha temblado con cada uno de los disparos de cañón que hoy han estremecido al público, como en su día les debió ocurrir a los casi 200.000 soldados que participaron en el combate, de los que decenas de miles de ellos perdieron la vida o resultaron heridos, resaltó Efe.
«Hoy no celebramos una batalla sino una reconciliación, ese shock del momento permitió una unidad más amplia y una armonía más sólida», señaló el primer ministro belga, Charles Michel, en la ceremonia del bicentenario.
Una idea compartida por el rey Felipe de Bélgica, para quien su país se ha convertido en «guardián de la reconciliación» después de haber sido durante siglos «un campo de batalla donde las potencias europeas se enfrentaban entre ellas por la hegemonía del continente».
Al acto también asistió la reina Matilde de Bélgica, los grandes duques de Luxemburgo, Enrique y María Teresa, los reyes de Holanda, Guillermo y Máxima, el duque de Kent o los embajadores de Francia y Alemania, entre otros.
También estuvieron presentes algunos de los descendientes de los generales que libraron la batalla como el duque Arthur Wellesley de Douro (descendiente del duque de Wellington, comandante supremo aliado en la batalla) o los príncipes Nikolaus Furst Blücher von Wahlstatt (descendiente del mariscal prusiano Gebhart Leberer von Blücher)y Jean-Christophe Napoleon Bonaparte.
La batalla de Waterloo comenzó un 18 de junio de 1815, fecha en la que las tropas británicas, holandesas y alemanas (divididas a su vez en los reinos independientes de Prusia y Hanover y en el Principado de Brunswick), pusieron fin a las aspiraciones imperialistas de Napoleón Bonaparte.
Esta derrota decisiva para los franceses marcó «el fin del grandioso sueño militar y político de Napoleón», mientras que para las fuerzas coligadas supuso «una victoria contra las ambiciones imperialistas posteriores a la Revolución» Francesa, explicó el primer ministro belga.
Michel considera que este combate fue el germen del proyecto europeo, pues puso de manifiesto la necesidad de lograr una unión entre las grandes potencias del continente.
«Era indispensable para luchar contra una amenaza común y sobre todo para garantizar la paz, la estabilidad y la prosperidad», matizó.
Para Michel ese deseo materializado casi siglo y medio después en la Unión Europea, ha sido fruto de la «buena voluntad» de hombres y mujeres que «aprendieron las lecciones del pasado y eligieron aunar sus sueños en torno a un proyecto más hermoso y grande».
«Lo que pasa en una parte de Europa nos afecta a todos y lo que pasa en un siglo continúa teniendo un impacto en el siguiente», dijo por su parte el vicepresidente primero de la Comisión Europea (CE), Frans Timmermans.
También subrayó la necesidad de «mantener a raya la guerra, construir una paz duradera» y preservar la unidad de los pueblos europeos.
Aunque sea complicado, «siempre es preferible reunirse alrededor de una mesa de negociaciones antes que en un campo de batalla», añadió el rey belga.
El rey Felipe de los belgas colocó cuatro lazos de colores -en representación de los contendientes de la batalla- alrededor de una bala de cañón junto a Guillermo de Holanda y Enrique de Luxemburgo, un acto simbólico en el que estuvieron acompañados por descendientes de Napoleón o el duque de Wellington, entre otros.
A los acordes del himno nacional belga, otras cuatro banderas alargadas de enormes dimensiones se desplegaron desde lo más alto de la Colina del León.
Fue uno de los momentos más emotivos de la ceremonia, en la que tampoco faltó la «coreografía» de un caballo cuyo jinete emuló a uno de los soldados de la histórica batalla.
Además de los momentos de celebración, uno de los figurantes de la batalla ha fallecido repentinamente durante la conmemoración, según informa el diario belga Le Soir.
La importancia de esta fecha se ha visto reflejada además en sellos conmemorativos emitidos por Reino Unido (Royal Mail), Bélgica (Bpost) o incluso países africanos como Togo, Mali o Guinea-Bisáu, informó la agencia Belga.
Los actos previstos para los próximos tres días comprenden un espectáculo de música, baile y fuegos artificiales esta noche y una recreación de la batalla mañana y el sábado.
La alcaldesa de Waterloo, Florence Reuter, dijo por su parte que esperan la asistencia de unas 12.000 personas este fin de semana.
«Waterloo ha entrado en la historia para siempre y además ha supuesto un impulso para el turismo de nuestra región», dijo.
Francia «se olvida» de Waterloo
En Francia nunca han faltado los fastos ni la pompa para celebrar sus innumerables hazañas bélicas, pero ese entusiasmo parece disiparse cuando se trata de conmemorar una derrota, como la de Napoleón en Waterloo.
Las autoridades francesas han decidido no estar presentes en los actos del bicentenario de la famosa batalla, que hoy se celebran en Bélgica, algo que no ha caído demasiado bien en el país vecino e incluso entre algunos de sus conciudadanos.
Como si quisiera reivindicar ese viejo aforismo -que algunos atribuyen a Winston Churchill- que dice que la Historia solo la escriben los vencedores, el Gobierno francés no se siente concernido por el recuerdo de la que fue una de las derrotas más sonadas de Francia.
Alguno, como el primer ministro, Manuel Valls, optó por tomárselo a broma.
«Se nos reprocha, escuchaba esta mañana, que ni el presidente ni yo estemos allí (en el bicentenario) para llorar a lágrima viva por este momento terrible que vivió nuestro país», ironizó Valls en un discurso para presentar un plan gubernamental de nuevas tecnologías.
En ese mismo tono socarrón, llamó a todos a «evitar un nuevo Waterloo» en la modernización tecnológica de Francia.
No se mostró tan ocurrente el titular de Defensa, Jean-Yves Le Drian, quien echó mano de sus antiguos estudios universitarios de Historia para acusar a Napoleón de haber metido a su país en más de un «callejón sin salida».
En una entrevista en el canal BFM TV, Le Drian no pudo ocultar una sonrisa cuando se le preguntó por esa espantada oficial en Waterloo.
«La Historia ya está detrás. Y además, ni siquiera fue una victoria…», dijo Le Drian, quien dio un viraje a la conversación para dirigirla a la importancia de conmemorar, hoy también, el 75 aniversario del 18 de junio de 1940, cuando el general Charles de Gaulle llamó desde Londres a luchar contra los nazis, ante los que Francia acababa de capitular en plena II Guerra Mundial.
Frente a la épica de la derrota que predomina en varios de sus países vecinos, Francia ha puesto desde siempre especial empeño en homenajear a sus próceres.
La última muestra fue la muy solemne ceremonia de entrada de cuatro héroes de la Resistencia francesa en la cripta del Panteón de París, templo laico de la República, oficiada el pasado mes de mayo por el presidente francés, François Hollande.
Pero Waterloo, auténtica carnicería entre las tropas napoleónicas y la Séptima Coalición encabezada por el británico Duque de Wellington, sigue siendo en la memoria colectiva francesa, y mundial, sinónimo de desastre y de pérdida de la «grandeur».
La batalla ya enfrentó hace unos meses a Francia y Bélgica, cuando este país propuso acuñar una moneda de dos euros para conmemorar el bicentenario, cosa de la que se vio obligada a desistir ante la presión francesa y de otros países europeos.
Unos cuantos (pocos) han reivindicado en Francia la necesidad de no cerrar los ojos ante la Historia en su integridad, derrotas incluidas.
Uno de ellos ha sido el diputado centrista y también historiador Yves Jégo, quien hoy criticó esa ausencia institucional de unos fastos en los que sí participó el príncipe Carlos de Inglaterra, entre otros.
«Lamento mucho que Francia no esté representada a nivel ministerial en la celebración del bicentenario. Eso quiere decir que olvidamos nuestra historia», dijo Jégo a la emisora RMC.
Jégo, que ha escrito un libro sobre Napoleón y además impulsa la creación de un parque temático inspirado en el emperador a las afueras de París, considera que la presencia de un ministro habría demostrado que Francia «en el fondo celebra la paz».
Nada hace presagiar que sus palabras vayan a encontrar un gran eco.
Antes al contrario, restallan mucho más fuerte llamamientos como el del diputado conservador Jacques Myard: «Allí no pintamos nada… ¡No seamos masoquistas!».
Fuente: El Universal