Por la ola de indignación popular que sacude al país, el Gobierno prometió cambios, pero no precisó cuáles.
Las masivas protestas desatadas en todo el país a partir de la decisión del estado de San Pablo de aumentar el boleto del transporte público sacudieron a todo el mundo. Nadie esperaba semejante brote de furia en un país que en los últimos años se consolidó como la sexta economía del planeta, bajó el desempleo al 5 por ciento y redujo la pobreza considerablemente.
«El aumento del boleto de transporte en San Pablo fue una primera excusa para las movilizaciones que se gestaron en las redes sociales, haciendo que la gente se movilice por otros reclamos, que crecieron en distintas ciudades, llegando a manifestaciones de 300 mil personas en Río de Janeiro», explica David Fleischer, doctor en ciencia política y profesor de la Universidad de Brasilia, en diálogo con Infobae América.
«Esto es algo completamente nuevo en Brasil. La última gran movilización había sido en 1992, con el juicio político al entonces presidente Fernando Collor de Mello, pero en ese momento había muchos partidos y movimientos políticos organizando las protestas. En esta oportunidad, ningún partido o institución se involucró en las manifestaciones. Hay un gran descontento entre muchas personas por diversos motivos, pero especialmente por la pobre calidad de los servicios públicos en general», agrega.
Se trata de un fenómeno muy sorpresivo para la clase política brasileña, que tuvo en Luiz Inácio Lula da Silva y en Dilma Rousseff a dos de los presidentes más populares de la región, pero que ahora está en el centro del rechazo de los indignados, para quienes la dirigencia sólo defiende sus intereses personales.
«La situación dejó a los políticos perplejos y confusos, sin comprender lo que estaba ocurriendo. Están preocupados ante la posibilidad de que esto continúe y se cuele en la campaña electoral de 2014, cosa que yo creo que terminará sucediendo. La Copa del Mundo estará comenzando el 12 de junio del año próximo, y será un espectáculo mucho más grande que coincidirá con el inicio de la campaña. Por eso probablemente veamos estas movilizaciones nuevamente», afirma Fleischer.
Pero los políticos están empezando a reaccionar. El primer ejemplo, aunque no sirvió de mucho, fue la decisión de dar marcha atrás con los aumentos en el transporte.
El segundo, que tampoco dio grandes resultados, fue la aprobación en la Cámara de Diputados de algunos proyectos de ley que se encontraban descansando en los cajones del Parlamento.
Algunos de ellos fueron la prohibición del voto secreto en sufragios para destituir a algún legislador acusado de irregularidades, la reducción la carga impositiva sobre las empresas concesionarias de transporte público, y la exigencia de destinar el 100 por ciento de las regalías petroleras a educación y salud.
Por su parte, el Senado aprobó el proyecto de ley que define la corrupción como un «crimen atroz», impide que los acusados sean liberados mediante el pago de fianzas y aumenta las penas mínimas.
Pero Fleischer prevé que se impulsen más cambios, ya que los reclamos están lejos de verse contemplados por estos medidas. «Los políticos están tan asustados y presionados, que ellos mismos pueden llegar a hacer una importante reforma política en las próximas semanas. Pero hay que esperar».
Las idas y venidas de Dilma Rousseff
Tras varios días de silencio luego de comenzadas las manifestaciones, Rousseff buscó dar un mensaje de calma a la sociedad llamando a «un gran pacto para mejorar los servicios públicos» durante un mensaje emitido por cadena nacional en prime time el pasado viernes 21.
El lunes siguiente, durante una cumbre que mantuvo con prefectos y gobernadores para buscar soluciones a la crisis política, la mandataria volvió a manifestarse en el mismo sentido, con el importante agregado de anunciar la convocatoria a una asamblea constituyente para «hacer la reforma política que el país tanto necesita».
«Mucha gente sostiene que la presidente no reaccionó bien porque sus asesores no comprendieron realmente lo que estaba sucediendo -dice Fleischer-. En su discurso televisivo dijo que debían destinar el 100% de las regalías petroleras en educación, pero eso ya lo estaba discutiendo el congreso. También mencionó que debían vigilar que hubiera responsabilidad fiscal, lo cual es absurdo porque ya hay una ley de 2001 sobre responsabilidad fiscal. Es decir que las cosas que propuso ya existían».
Pero su principal traspié fue haber anunciado que realizaría una reforma constitucional inviable, de la que terminó retractándose en menos de 24 horas.
«Rousseff quiso convocar a una asamblea constituyente exclusivamente para hacer una reforma política, pero eso no está previsto en la constitución. Por eso descartó esa posibilidad. En su lugar, propuso una iniciativa popular para impulsar al Congreso a que apruebe por sí mismo una reforma política. Ya hay muchos proyectos de ley en el Parlamento, algunos incluso con media sanción del Senado, esperando a ser aprobados», sostiene el politólogo estadounidense.
La reforma política
Por ahora, lo único que parece seguro es que se implementará algún tipo de reforma política. De hecho, ya se están realizando en todo el país encuentros de politólogos y políticos para discutir sus principales ejes.
«Las demandas de los manifestantes son muy generales y no hay pedidos específicos de reforma. Pero la idea principal sería que no se sienten representados por los políticos que votan. Esto supondría cambios que fortalezcan el vínculo entre los votantes y sus representantes», explica Fleischer, que es uno de los participantes de estos encuentros de expertos.
Como respuesta a estos reclamos, algunos proponen cambiar el sistema electoral para la elección de diputados. Actualmente rige en Brasil uno proporcional, en el que cada distrito elige un determinado número de diputados, que salen de las listas de candidatos que presentan los partidos, según la cantidad de votos obtenidos por cada uno.
Una de las propuestas es pasar a un sistema uninominal, como el que rige en los Estados Unidos o en Gran Bretaña, donde en cada distrito electoral se elige a un solo representante. Así, el vínculo con la comunidad local es más estrecho.
El problema es que eso requeriría una reforma constitucional, porque el sistema proporcional está determinado por la constitución. De todos modos, sí se podrían realizar otros cambios electorales sin necesidad de modificar la carta magna.
«Brasil tiene un sistema de lista abierta (los electores pueden elegir a qué legisladores votar y cuales no dentro de cada lista), que es la peor especie de sistema proporcional. Seis meses o un año después de cada elección, un 60 por ciento de los votantes ya no puede recordar el nombre del diputado por el que votó ni el de los que fueron elegidos en su estado, a pesar de que se supone que ellos serían sus representantes directos. Crea un vínculo muy malo. Se podría pasar a un esquema proporcional de lista cerrada (se elige la nómina completa presentada por el partido), como el que tiene el 99 por ciento de los países», dice Fleischer.
Otras reformas que se proponen: «Modificar el mecanismo de financiamiento de las campañas, y establecer un piso de votos para la elección de diputados, de manera que si un partido no supera, por ejemplo, el 5 por ciento de los sufragios, no pueda hacer ingresar a los legisladores que le correspondería proporcionalmente», agrega.
En cualquier caso, lo único seguro es que los cambios deberán hacerse en muy poco tiempo por los plazos que imponen las próximas elecciones. «En Brasil hay un artículo de la constitución que dice que cualquier cambio en el sistema electoral debe ser sancionado al menos un año antes de una elección para poder aplicarse. Eso significa que cualquier modificación deberá ser publicada en el boletín oficial antes del 3 de octubre de este año. Si no, las reformas recién se implementarán en los comicios de 2016», concluye Fleischer.
Fuente: Infobae