Mientras las cifras de homicidios continúan aumentando sin freno en la capital de las empresas básicas venezolana, con la misma velocidad se incrementa el porcentaje de impunidad. Razón por la que la ciudadanía se mantiene en alerta constante; el miedo a ser víctima de un hecho violento se ha hecho parte esencial del “ser venezolano”.
El mes de enero, 50 personas fueron asesinadas en el municipio Caroní según el registro de Nueva Prensa de Guayana, ninguno de los casos fue esclarecido. En febrero, 45 homicidios se suscitaron, solo dos crímenes cuentan con personas detenidas. Del mes en curso, 43 ciudadanos han perdido la vida forma violenta, solo a uno de ellos el sistema “le hizo justicia”.
En diversas oportunidades se han mencionado el alza que tuvo Ciudad Guayana en su posición en la lista de las 50 urbes más violentas del mundo que publica anualmente la asociación civil mexicana Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal. Subió del puesto 17 al 12, este hecho ciertamente no deja de perder importancia.
Los ciudadanos que habitan en los sectores populares de San Félix y hasta en las zonas “mas seguras” de Puerto Ordaz, Unare y Alta Vista, lugares que conforman Ciudad Guayana, han sido en su gran mayoría, protagonistas de “una balacera”. Las escenas de homicidio siempre se colman de personas, en los que hay adultos, adolescentes y niños murmurando “Dios mio, ¿hasta cuándo?”.
El 2015 inició en el municipio Caroní con siete homicidios entre la noche del 31 de diciembre de 2014 y la madrugada del 1 de enero. Quizás los criminales se sintieron seguros para perpetrar sus delitos, apadrinados no solo con el alboroto de las festividades decembrinas, sino también con la personificación misma de la impunidad en la “justicia” venezolana.
Durante los primeros meses de este año, una rara tendencia ha creado intriga en los familiares de algunas víctimas de asesinato. En diversos casos de homicidio, como el de una bebé de 1 año de edad, Wuoendys Terán, de 22, Yuseppi José Biella, de 37 y Yorbis José Suárez, de 32, sus verdugos están plenamente identificados y aun gozan de libertad plena.
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Anamer S. Chirinos