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Un narcopaís agonizante

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Un narcopaís agonizante

Por muchos gritos y amenazas que profiera a cada momento Nicolás Maduro y su gavilla enquistada en Miraflores, nadie apuesta un maltratado dólar por su sobrevivencia como gobierno, hoy devenido en asquerosa dictadura. El rosario de sus equivocaciones, su ineptitud y su escaso entendimiento en cuestiones del Estado ya tiene hasta la coronilla hasta a su tutor cubano, Raúl Castro, el presidente de esa prisión llamada Cuba que, por ironías del destino, guarda en su interior otras prisiones más pequeñas y asquerosas, incluso una de fama internacional como lo es Guantánamo.

 

 

 

Más allá de los intríngulis que llevaron a escoger a Maduro como administrador de la herencia chavista, queda claro, por lo que ha sucedido en estos años de desgracia,que la jugada no produjo los resultados esperados. Hoy el heredero del proyecto de Chávez ha demostrado hasta la saciedad que no está a la altura ni lo estará jamás. Como era de esperarse, la misión que, muy a su pesar, le encomendaron Fidel y Raúl ha resultado un verdadero calvario para este hombre mediocre y sin carisma.

 

 

 

Pero el entorno que Maduro tiene como socios y consejeros ha resultado peor de lo esperado. Ninguno merece la confianza de los socios externos del proyecto bolivariano, se les nota la mediocridad y el afán de hacer negocios y enriquecerse por encima de cualquier consideración con los principios que movieron a un grupo de militares jóvenes a atentar contra la democracia. Lo que sobrevivió a la muerte del líder militar es, con contadas excepciones, lo peorcito, los mercaderes de los símbolos de la patria, los business men formados en la casa de los sueños azules que, por una gaseosa alquimia, se convirtieron en ambiciosos proyectos poblados de dólares estadounidenses, los mismos que, por contradicción, inyecta la CIA en sus colaboradores y agentes en el resto del mundo.

 

 

 

Esa riqueza súbita nos revela el por qué hoy los grandes jefes militares no dan muestra de lo que la gente del pueblo califica con sorna la “dieta de Maduro”, cuando se encuentra con un vecino avejentado, macilento y anémico. El otro lado de la historia se nota cuando uno observa por la televisión o en los avisos de prensa a los candidatos de la prostituyente de Maduro, gente feliz, pelando los dientes blancos y completos, rollizos y pasados de peso como Reverol y Diosdado, gente que come completo y disfruta de la vida.

 

 

 

¿Por qué el pueblo chavista permanece en la pobreza, por qué está desdentado, calzando chancletas de plásticos, franelas descosidas, con rostros que denotan la desnutrición? Alguien con divertida imaginación decía que si al diputado militar que tanto clama por la insania de la fiscal, el señor Pedro Carreño, le pusieran una camisa de fuerza, esta tendría que ser marca Vuitton. Y no sería una exageración, pues tal es la necesidad urgente de sentirse burgueses que esos cómicos extremos son posibles.

 

 

 

El deterioro de los reinados y los regímenes despóticos y autoritarios llevan en sus entrañas su propia destrucción, basta con la lucha permanente y la movilización de la sociedad para que construyan su propia tumba. Una verdad hermosa y libertaria con la cual la historia nos enamora y nos dice a la vez con toda dureza: luchen y ganarán. No duden.

 

 

Editorial de El Nacional  

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