Tulio Ramírez: La mentira y los mentirosos,

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Tulio Ramírez: La mentira y los mentirosos,

La mentira es tan vieja como el oficio aquél. Pareciera que forma parte del ADN del ser humano. A pesar de ser condenada por religiones, movimientos moralistas y sectas de cualquier tipo que agrupan a millones de fervientes seguidores, no han sido suficiente contrapeso como para hacerla desaparecer de la conducta de los hombres (y mujeres, claro está).

Por ejemplo, en el cristianismo la mentira es condenada de manera explícita en la Biblia (Éxodo 20:16). De hecho, «no mentir» es uno de los 10 Mandamientos. La mentira se considera hija del demonio, pero Pedro se tiró tres….»No», cuándo lo conminaron a decir donde estaba Jesús. Mintió para salvar el pellejo. De allí en adelante los cristianos se dan sus libertades en esa materia.
En el Islam, la mentira está prohibida. El Corán y los Hadices (dichos y acciones del Profeta Mahoma) condenan la mentira, considerándola una señal de hipocresía y una conducta que daña a la comunidad y a la propia alma. De acuerdo con estos creyentes, el Corán prohíbe la agresión, el falso testimonio y fomenta la paz. Sin embargo, no creo que los que atentaron contra las Torres Gemelas hayan dicho la verdad cuando fueron interrogados por el funcionario de inmigración en el aeropuerto Kennedy, al preguntarles sobre los motivos de su viaje a Estados Unidos.

De igual manera, en el judaísmo y en el budismo está prohibido mentir. Sin embargo, estoy seguro que durante la Alemania nazi, muchos judíos tuvieron que mentir para salvar sus vidas. De igual manera, budistas chinos y tibetanos tuvieron que echar mano al falso testimonio para escapar de la persecución comunista. Aplicaron aquello de «más vale que digan que aquí vivió un creyente por mentiroso, a que digan, aquí mataron a un creyente por creyente».

La verdad, es difícil eludir las mentiras y a los mentirosos. Inclusive, es preferible no echárselas de moralista porque en el momento menos pensado tendremos que recurrir a una mentirilla para evitar males mayores. ¿Quién no le ha dicho a su suegra que es la mejor del mundo?, ¿quién no le ha dicho a la conserje que nunca se ha quejado de su trabajo ante la junta de Condominio? Todo es asunto de supervivencia.

Ahora bien, no existe una clasificación científica o psicológica universalmente aceptada que determine una clasificación exacta de los «tipos de mentirosos». Sin embargo, al ser un comportamiento que puede manifestarse de diversas maneras y con diferentes motivaciones, es posible aventurarse y hacer una tipología. Una manera de distinguirlos, es la siguiente.

Los “Cobita Dulce”. Ese es el mentiroso ocasional que recurre a la mentira de forma esporádica. Generalmente miente para evitar un conflicto, proteger los sentimientos de otra persona (las famosas mentiras piadosas), salir de un apuro menor o evitar consecuencias poco significativas. No hay una intención maliciosa profunda. Cómo aquel «sí, pero socialmente», cuando el médico pregunta si bebe.

El «Mentira Fresca». Es el mentiroso patológico o también conocido como «Mitómano». Miente de manera compulsiva y sin una razón aparente. A menudo, sus mentiras son muy elaboradas y grandiosas. Pueden incluso creerse sus propias fantasías. No sienten culpa por sus engaños, lo que podría ser un síntoma de trastornos de personalidad. Son los que dicen que viven en la Alta Florida, pero se bajan de la buseta en la Av. Andrés Bello y caminan hacia Chapellin, donde viven realmente.

El más peligroso es el «Perro Cobero». Es un mentiroso estratégico y malamañoso. Miente para obtener un beneficio personal. Sus mentiras son más calculadas y tiene un objetivo. No necesariamente miente por placer, sino como una herramienta para conseguir lo que quieren. No tienen escrúpulos. «Te juro que no va a pasar nada, confía en mí, vamos a mi apartamento y nos tomamos solo un traguito y luego te llevo para tu casa».

En otro orden de ideas, a diferencia de las religiones, en política no está prohibido mentir, aunque moralmente sea cuestionable. Es consustancial al oficio. Por ejemplo, ofrecer lo que ha conciencia se está seguro que no se podrá cumplir, es parte del teatro. Declarar que «yo solo me debo al pueblo, para mí no quiero nada», es una mentira que forma parte del guion que la mayoría de los políticos aprenden de memoria. El asunto es que cuando pierden todo viso de credibilidad ya no seducen. La gente tiene un límite de tolerancia al político mentiroso.

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Ahora, en política hay mentiras de mentiras. Hay mentiras que pueden llevar a todo un pueblo a una catástrofe. Por ejemplo, el 13 de enero de 1959, Fidel Castro dijo en una entrevista: «No he sido nunca ni soy comunista. Si lo fuese, tendría valor suficiente para proclamarlo». Estas declaraciones hicieron posible que obtuviera el apoyo de los sectores medios cubanos y de líderes demócratas de la región y de la isla.

El muy zamarro engañó a todo el mundo. El costo que ha pagado el pueblo de Cuba por esa mentira, ha sido muy caro. ¿Recuerdas quién te mintió la última vez y para qué?

 

Tulio Ramírez
X: @tulioramirezc

 

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