KHAN YUNIS, GAZA – APRIL 7: People inspect damage and remove items from their homes following Israeli airstrikes on April 07, 2024 in Khan Yunis, Gaza. The Israeli military reported today that it has scaled back ground troops in the southern Gaza Strip, leaving only one brigade. April 7th marks six months since Hamas led an attack on Israel, killing 1,200 people and taking around 250 people hostage. In response, Israel launched a retaliatory war in Gaza that has killed more than 33,000 people, according to the Gazan health ministry. As the latest round of ceasefire negotiations have stalled, the humanitarian crisis worsens in Gaza, while more than 100 Israeli hostages remain in captivity. (Photo by Ahmad Hasaballah/Getty Images)
Desde el ataque terrorista perpetrado por Hamás el 7 de octubre de 2023, hace casi dos años, en la Franja de Gaza se ha producido lo que todo el mundo ha visto a través de las fotografías e imágenes televisivas que los reporteros de diferentes medios transmiten desde el lugar de los acontecimientos: más de 66.000 muertos –la mayoría niños, mujeres y ancianos–, la destrucción de la inmensa mayoría de la infraestructura –incluidos hospitales, escuelas y edificios residenciales–, el asesinato de personal de salud que trabajaba para organismos internacionales de asistencia humanitaria, y de periodistas y reporteros gráficos que cubrían la fuente. Los crímenes y la ruina han alcanzado tal nivel de horror, que un organismo usualmente tan pasivo y lento como Naciones Unidas, califica de genocidio lo que está ocurriendo en Gaza.
El estremecimiento internacional frente al horror de los que sucede en la Franja en presencia de todo el planeta condujo a que el presidente Donald Trump emprendiera una iniciativa dirigida a que Benjamín Netanyahu, su protegido y aliado incondicional, aceptara, en principio, un acuerdo a través del cual podría alcanzarse la paz en Gaza. El acuerdo no constituye, como dice el periodista Tom Bateman de BBC News, un camino seguro para lograr la paz, pero sí un marco global que podría terminar con la saña con la que actúa el ejército israelí bajo las órdenes de Netanyahu. Podría detener la limpieza étnica y el desplazamiento a los cuales está siendo sometida la población gazatí. Abriría la oportunidad para que, en un plazo no muy lejano, los palestinos renazcan de los escombros bajo los que se encuentran en la actualidad.
El proyecto presentado por Trump incluye, entre sus aspectos fundamentales: la liberación en menos de 72 horas, luego de suscrito el compromiso, de los rehenes que aún están en poder de Hamás y la entrega de los cadáveres de los retenidos fallecidos durante el cautiverio; el desarme y desmovilización del grupo yihadista; el cese de la operación militar de Israel en el territorio palestino; la liberación de cientos de palestinos detenidos por Israel; la entrada inmediata de ayuda humanitaria en Gaza; la eliminación de túneles e infraestructura de combate en la Franja.
Otro punto importante se relaciona con el establecimiento de una junta de paz, encabezada por el presidente norteamericano, que supervisaría la instrumentación de los acuerdos. A ese órgano podría incorporarse Tony Blair, el ex primer ministro británico, quien, al parecer, ha mostrado su interés en contribuir con el organismo. Más adelante, los gazatíes votarían por una autoridad de “transición” en la que los políticos y líderes afiliados a Hamás no podrían participar.
Hamás aún no se ha pronunciado oficialmente. Se sabe, sin embargo, que formula un conjunto de objeciones importantes que bloquean la posibilidad de suscribirlo. Esa agrupación islamista piensa que estaría firmando su condena de muerte. Quedaría fuera de la posibilidad de participar en un futuro gobierno y de concurrir a los procesos electorales que se convoquen. Además, como la proposición contempla su desmovilización y desarme, quedaría amputada para emprender acciones militares que comprometan la estabilidad de la Franja y la región. La milicia, ya se sabe, considera que debe incluirse un calendario con fechas claras del repliegue del ejército israelí de la Franja y las garantías de que la ofensiva de Israel acabará realmente, y no se reanudarán, como ha sucedido en otras oportunidades. Allí encontraron la excusa.
El hachazo a Hamás resulta inevitable y favorable. Sus dirigentes, que habían perdido legitimidad y popularidad en Gaza por todos los años de descomposición e ineficacia, cometieron la masacre del 7 de octubre con plena conciencia de las graves consecuencias que provocaría sobre la población civil de su país. Tenían que ser conscientes de que Netanyahu –al frente de un gobierno de ultraderecha nacionalista, en medio de una situación personal comprometida, debido a las acusaciones de corrupción en su contra y por pretender controlar el Poder Judicial– utilizaría el ataque contra esos ciudadanos indefensos para iniciar una ofensiva que lo fortaleciera ante sus adversarios, sedimentara su impopular gobierno y cohesionara a importantes sectores de la ciudadanía por la agresión de la que el país había sido objeto. El comportamiento de Hamás fue criminal e imperdonable. Ahora tiene que pagar las consecuencias de su insensatez. Quien ha cargado con las culpas es fundamentalmente el sufrido pueblo palestino, además víctima durante casi dos décadas de los desmanes de la facción yihadista.
Ahora es el momento de que Hamás, aparte de padecer la presión del gobierno israelí, sienta el peso de los sectores que, aunque han condenado la desmesura de Israel, reprueban sin atenuantes el comportamiento de esos terroristas.
Todos las organizaciones y foros mundiales que promueven la convivencia pacífica, las negociaciones, los acuerdos de paz entre las naciones y los pueblos, deben pronunciarse a favor de que se alcance la paz en la Franja. La Internacional Socialista, la Internacional Demócrata de Centro, la Internacional Liberal, la Unión Europea, la Unión Africana, los países árabes, la ONU, la OEA. Todos aquellos que quieran expresarse para aislar a los guerreristas, donde también se encuentra Benjamín Netanyahu y la ultraderecha israelí, deben hacerlo.
El acuerdo representa una oportunidad para la paz. No debe desperdiciarse.
Trino Márquez
@trinomarquezc