El principal hospital pediátrico de Venezuela, el José Manuel de los Ríos, se ha convertido en una herida en el panorama de la crisis humanitaria que atraviesa Venezuela, un espacio al que dirigimos nuestra atención cada vez que las madres y personal sanitario salen a la calle, de manera pacífica y con una dignidad heroica, para exigir insumos, servicios públicos y más recursos para el hospital de niños más importante de nuestro país.
La historia de J. M. de los Ríos es mucho más compleja de lo que logran mostrar los medios de comunicación. Dentro del hospital muchos corazones de madres han tejido una tupida red de solidaridad, un sistema de apoyo con el que se acompañan en el trabajo de ser las cuidadoras de sus hijos, se ayudan en la vigilia, se mantienen informadas, se solidarizan, apoyan al personal sanitario y salen a la calle, desveladas y angustiadas, para mostrar a los venezolanos la situación del hospital. Ellas son el testimonio de una crisis humanitaria que se ha instalado en el país, la evidencia de un sistema sanitario colapsado, enredado en una maraña de competencias públicas, con salarios de hambre, sin insumos médicos y con carencias más elementales en sus servicios públicos. Lo que fue un modelo de atención para niños y adolescentes en el período democrático de Venezuela, se ha convertido en el símbolo del abandono y el testimonio doloroso de unas madres que se resisten a entregar a sus hijos al matadero de la negligencia del Estado
Asomarnos a estas historias en torno al hospital pediátrico nos permite entender un poco mejor cómo se vive la crisis humanitaria en Venezuela. Somos un pueblo que se resiste a perder el pulso frente al derrotismo, somos evidencia de una voluntad de resistencia que cree en la vida y en el futuro, somos una nación, un gentilicio venezolano, que apuesta a la solidaridad para hacer frente a los retos sin dejar a nadie atrás. Esta fuerza que anima la resistencia de las madres del J. M. de los Ríos y que está detrás del compromiso por el trabajo de sus médicos y enfermeras, anida en cada venezolano que ha decidido luchar por su futuro. Cada vez que veamos los rostros de estas madres enfrentando en silencio el olvido, encontraremos una razón para seguir trabajando por el cambio pacífico y democrático que queremos todos.
Queremos agradecer el esfuerzo que hace el medio digital Efecto Cocuyo y al fotógrafo Daniel Hernández por sacar adelante el proyecto «Memorias que iluminan», un esfuerzo de periodismo de investigación en su vertiente audiovisual, que busca construir y reconstruir, a través de documentales, la historia cotidiana de los venezolanos. Su trabajo es evidencia del compromiso por la verdad, un muro en contra del olvido y un ejemplo que nos invita a ser mejores personas y seguir trabajando juntos por el futuro que nos merecemos.
Roberto Patiño
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