Ramón Guillermo Aveledo: Rómulo Betancourt, visto en el tiempo

Comparte esta noticia:

Ramón Guillermo Aveledo: Rómulo Betancourt, visto en el tiempo

En días pasados fue el aniversario de la muerte de Rómulo Betancourt, uno de los grandes venezolanos del siglo XX. Cuando me doy cuenta de que han pasado ya cuarenta y cuatro años desde entonces y como recuerdo tan vivamente aquellos días, es inevitable reflexionar acerca de cómo vuela el tiempo y cuánto ha cambiado Venezuela.

El 21 de septiembre de 1981 lo vi en Nueva York, cuando asistió al discurso de Herrera Campins en la ONU. Escuché su felicitación al Presidente por “un discurso sin latiguillos ni concesiones a la demagogia” y éste lo invitó a ir juntos esa noche al Yankee Stadium a ver el juego en que los “Mulos” recibirían a los Indios de Cleveland, el equipo donde jugaba el criollo Baudilio Díaz. Así lo hicieron, disfrutaron el encuentro, conversaron y rieron. Creo que se simpatizaban mutuamente, aunque pertenecían a partidos distintos y competidores, pero que habían sabido ser socios leales en la coalición de gobierno presidida por Betancourt entre 1959 y 1964, fruto del Pacto de Puntofijo suscrito en 1958 por los partidos AD, URD y Socialcristiano COPEI, un acuerdo de gobernabilidad con programa mínimo común que sustentó el inicio de los cuarenta años de estabilidad y alternancia democrática, con la constitución hasta ahora más duradera y menos irrespetada, período en que predominaron la paz y la democracia como marco para un progreso en todos los órdenes que alcanzó a todas las regiones del país.

¿Fue un tiempo perfecto? Desde luego que no. Tal cosa como la perfección no existe. Tampoco he estado de acuerdo con la repetida conseja “éramos felices y no lo sabíamos”, la razón es obvia. Un país “feliz” no habría cometido la elección de 1998, cuyas consecuencias todavía padecemos sin haber atinado con el modo de conjurar el maleficio. Pero hay que ver las cosas en perspectiva histórica, mirando a lo alto sí, con los pies bien puestos en la tierra venezolana. En educación, salud, vivienda, agua potable y electrificación, vialidad, servicios públicos e infraestructura en general, política petrolera y manejo de esa industria, medio ambiente, si se los mira en cuanto a su alcance para la mayoría de los venezolanos, los logros de esos cuarenta años son incomparables con cualquier otro tiempo anterior y desde luego, posterior. En mi libro La 4ª República, la virtud y el pecado lo demuestro con un balance objetivo, no imparcial porque soy demócrata, pero sí objetivo.

La economía no era el fuerte de aquellos líderes de visión y patriotismo innegables, pero los defendía la prudencia y la capacidad de rodearse casi siempre bien y saber escuchar, porque estaban conscientes de no ser infalibles, a pesar de que la adulación, la vieja, criollísima “jaladera de mecate” les cortejara para que se creyeran lo contrario. Desarrollaron, en general, una política internacional sensata que sabía combinar principios e intereses nacionales, guía de una diplomacia para la paz, la cooperación y la promoción de la democracia.

Por cierto, todos esos adulantes resultan muy duchos a la hora de lavarse las manos y exculparse de todo error que es endosado, en su totalidad, a “los políticos”, ese gremio al que tantos aspiran pertenecer, pero eso sí, sin admitirlo.
Betancourt, el principal fundador de ese sistema en trío con el disciplinado Rafael Caldera y a su manera con el tribuno Jóvito Villalba, se esmeró en conocer y comprender a Venezuela profundamente y en crear junto a un grupo excepcional, un partido que la interpretara. Aparte de su obra gubernamental y política, de su inteligencia y su cultura hay evidencia abundante. Leyó y escribió mucho. Libros, artículos, documentos y una copiosa correspondencia que la Fundación que lleva su nombre se ha esmerado en dejar para la Historia de Venezuela.

Con la serenidad del tiempo transcurrido, además de todo lo dicho ¿qué rescato especialmente de Rómulo Betancourt?

Su convicción democrática, su civilidad respetuosa de su papel como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, su afán de gobernar para todos y su capacidad para aprender de la experiencia, rectificar errores y actuar en consecuencia.

 

Ramón Guillermo Aveledo

Las opiniones emitidas por los articulistas  son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de Confirmado.com.ve