Orlando Viera-Blanco:La conmoción que devora al Estado

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Orlando Viera-Blanco:La conmoción que devora al Estado

Aprendimos a sentir rencor sin perdonar. Asumimos no sólo a sospechar del vecino, sino a delatarlo y expoliarlo

El reciente anuncio del régimen de Caracas decretando un “estado de conmoción” viene a convertir una crisis de facto en un decreto solemne del estado de miseria. En Venezuela perdimos el sentido de la perplejidad. No hemos tenido en nuestra historia un estado de conmoción continuo como el que representa la V-república. Más de cinco lustros de patria, socialismo y muerte, donde no se salvó ni su progenitor.

Lo que Maduro oficializa en papel no es más que la descripción burocrática de la realidad cotidiana de millones de ciudadanos que hace mucho dejaron de vivir normalmente, porque la normalidad es la conmoción. Veamos algunos capítulos inconfesables de nuestra realidad.

Una república a oscuras.

La corrupción y la ineficiencia se llevaron por delante la luz y la vida. Más de 100.000 apagones al año han dejado a ciudades enteras sumidas en la penumbra. Desde el gran apagón nacional de marzo [2019], Venezuela vive con miedo a que cada noche sea la última con electricidad. El Gobierno lo llama “sabotaje”. La gente lo llama sobrevivir con velas. Desde 2010 prometieron que “ahora sí” habría luz. El resultado: ciudades enteras a oscuras y una industria reducida a linternas y antorchas. Es la conmoción de las cavernas.

Según el Comité de Afectados por Apagones estas fallas eléctricas además de producir daños materiales a los usuarios, ponen su vida al límite. Ciudades enteras—Maracaibo, San Cristóbal, Barinas—se acostumbraron a vivir entre plantas eléctricas y apagones de 12 horas diarias. Pero para el régimen conmoción es lo que realmente afecte su permanencia: los ataques del imperio.

La patria de la totuma y el galeno errante.

El 80% de los hogares recibe agua de forma irregular. Caracas-que alguna vez tuvo uno de los mejores sistemas hídricos de América Latina-hoy funciona con cisternas, tobos y totumas convertidos en los símbolos patrios de la cotidianidad. Pasamos de la regadera al balde de agua. 8 de cada diez hogares venezolanos carecen de un sistema de suministro de agua estable. Esto se une a la conmoción sanitaria.

La Encuesta Nacional de Hospitales lo repite año tras año: 9 de cada 10 hospitales no tienen insumos básicos. En muchos se practican cirugías sin anestesia. Entre 2012 y 2022, Venezuela perdió casi el 70% de su capacidad hospitalaria real. El paciente lleva desde la gasa hasta el antibiótico. Eso no es excepción: es rutina. Hospitales sin insumos, quirófanos sin anestesia y pacientes con enfermedades crónicas que no son atendidos.

Un número creciente de nuevas generaciones de médicos se han marchado del país. Hoy pululan entre Chile, Estaña, Colombia y EEUU. Orgullos de ellos pero conmocionados por su forzosa partida. Venezuela quedó huérfana de médicos conmocionados por “ganar“ no más de 20$ al mes, después de diez años de estudios y sacrificios. Un régimen que ha convertido la vocación más hermosa-como lo es salvar vidas-en la decisión más triste y conmovedora: marchar para salvar las vidas de otros en tierras extrañas. Es la patria del balde, la totuma y el galeno errante.

La Conmoción del hambre: el milagro de los mangos.

Según el Programa Mundial de Alimentos, 9 millones de venezolanos sufren inseguridad alimentaria severa o moderada. Las encuestas ENCOVI muestran que la dieta nacional se sostiene en carbohidratos baratos y frutas de temporada. La “dieta Chávez” resultó ser la única política pública consistente: adelgazar por necesidad. Es la dieta de yuca, sardina y mangos, la que “fortalece la patria”. Daños generacionales en ciernes.

El hambre aprieta con la conmoción inflacionaria: Tuvimos la inflación más alta del planeta durante varios años. En 2018 alcanzamos la astronómica cifra de 1.700.000%. Hoy la hiperinflación se ha moderado, pero la conmoción en los bolsillos sigue intacta. Sin embargo, lo que le importa al régimen es convertir en milicianos a nuestras mujeres y hombres de la tercera edad, para que abriguen la esperanza de cargar un poco de lentejas, pasta y papa, al tiempo que se llevan la carabina al hombre sin saber ni disparar. Un estado de conmoción que permuta voluntades por un trozo de pan y una laja de mango […] Los salarios se redujeron a monedas simbólicas. El bolívar desapareció como cono monetario. Un maestro gana 0.75 centavos de $ al mes, en un país polarizado e infestado de bolichicos en Ferraris. Entretanto una gran mayoría muere, en estado de conmoción, sea por inanición o indignación.

Cifras de guerra en tiempos de paz

Entre 1999 y 2022, más de 350.000 venezolanos han perdido la vida por asesinatos. Tasas de homicidios que rivalizan con conflictos armados. El Tren de Aragua se exporta como marca criminal continental. El Gobierno responde con eufemismos: “el Tren de Aragua, es un constructor para desestabilizar a Venezuela […] Venezuela da la bienvenida a los deportados”. LA ONG Provea documentó entre 2013 y 2023 un total de 43.000 víctimas de violaciones de la integridad personal.

El Observatorio Venezolano de Violencia ha documentado que el país se convirtió en uno de los más violentos del mundo, con tasas que compiten con zonas de guerra. Y la solución del régimen ha sido los “planes’ de liberación y Protección del pueblo [OLP] que según reportes de la Comisión Independiente de Determinación de Hechos [ONU] y la Oficina de la Alta Comisionada de DDHH de las NNUU [2019], entre enero 2018 y mayo 2019 hubo unas 6.800 personas ejecutadas extrajudicialmente por fuerzas del Estado.

La guerra no para. Entre 2012 y 2018 Cofavic/Provea documentó 9.563 ejecuciones extrajudiciales [80% víctimas menores de 25 años y sectores populares]. En 2021 “lupa por la vida” registró 1.414 presuntas ejecuciones extrajudiciales por policías y militares. Es la conmoción del ajusticiamiento y la impunidad […] Sumemos que más de 8 millones de venezolanos han emigrado en los últimos 20 años. Es la diáspora más grande del hemisferio en tiempos de paz. Familias fracturadas, niños creciendo lejos de sus padres, abuelos muriendo sin volver a ver a sus nietos. Es la conmoción de la ruptura familiar

La conmoción criminal traspasa fronteras y llega a los despachos de la ONU. La Misión [de la ONU] ha documentado además crímenes de lesa humanidad como torturas, desapariciones forzadas, encarcelamientos y persecuciones políticas. La Fiscalía de la Corte Penal Internacional investiga a las más altas autoridades del Estado. Mientras tanto, el oficialismo decreta la “conmoción” como si el verdadero problema fuese Donald Trump y Maria Corina.

Conmoción electoral: robar hasta la voluntad popular

En Venezuela no sólo se expropian empresas o recursos: también se expropia el derecho al voto. Desde 2004, el Consejo Nacional Electoral ha sido objeto de denuncias por ventajismo, manipulación de padrones y uso de recursos públicos a favor del oficialismo. En 2018 se organizó una elección presidencial desconocida por más de 60 países, con candidatos inhabilitados y sin condiciones mínimas de transparencia. En 2024, nuevamente se repitió la fórmula: inhabilitaciones arbitrarias, centros militarizados, actas sin publicar, complicidad de los poderes públicos en procesos de escamoteo electoral, manipulación y ocultamiento de pruebas.

Hasta la voluntad popular se roba y se maquilla en boletines oficiales. Un estado permanente de conmoción democrática. El régimen decreta la conmoción sin padecerla, mientras el pueblo la ha sufrido desde aquél trepidante mote de conmoción cobarde de un ‘por ahora’ bañado de sangre.

Otros celebraron y divulgaron amanecer de golpe, como un acto heroico y justificado. Porque hay que decirlo. La conmoción frente la barbarie la sufren los indignados y desvalidos pero otros, rapaces y trepadores, la esquivan, la negocian y se venden, sin mucha puja, porque arrugan rápido frente al gañote de acento cubano.

El hallazgo es revolucionario.

El verdadero decreto de conmoción fue firmado hace 25 años y no salió en Gaceta Oficial: salió en nuestras vidas. Para el ciudadano común, la crueldad, la violencia y la burla, no ha tenido límites. ¿Conmoción ahora? ¿Acaso no llevamos un cuarto de siglo sobreviviendo a un terremoto político, económico y social que nunca termina? Lo que hoy se decreta por escrito no es más que la oficialización de lo que los venezolanos conocemos crudamente: pobreza, violencia, hambre, corrupción y miseria.

No necesitamos un decreto para saberlo. Explíquenle a los deudos de Rafael Acosta Arévalo, Fernando Alban, Bassil Da Costa, Genesis Carmona, Salvador Franco, Reinaldo Araujo, Geraldín Moreno, Lindomar Amaro; a más de 2.000 víctimas de detenciones arbitrarias documentadas después de las elecciones del 28/7/2024 por el Foro Penal, de las cuales al menos 130 niñas o niños fueron detenidos, y a parientes de cientos de casos de tortura, tratos crueles y degradantes, como se come la conmoción. Explíquele a los familiares de los muertos en custodia, qué sintieron al enterarse que sus presos políticos, murieron por aislamiento, desnutrición, falta de atención médica, torturas o simplemente, desidia.

El verdadero estado de conmoción no salió en la Gaceta Oficial. Está grabado en nuestra memoria, en nuestros cuerpos, en vidas arrebatadas y torturadas, en el odio inflingido a inocentes, en el desgarro e intenso dolor de las víctimas, en una diáspora sometida al peor de los castigos: el destierro forzoso. La conmoción está en los corazones de las madres que han visto partir o morir a sus hijos, y viceversa: hijos que vieron morir a sus padres, por inmolación o porque no pudieron más. Algunos ni pudieron enterrar a sus deudos.

Conmoción cultural y ciudadana: dejar de querernos como pueblo

Quizás la conmoción más dolorosa no aparece en las estadísticas. Es la de ver cómo, poco a poco, nos han despojado de nuestra condición de ciudadanos y nos han convertido en súbditos de un Estado que reparte migajas y exige obediencia. Jamás nadie pensó, ni el propio Chávez, que en Venezuela veríamos niños de la calle recogiendo desechos de comida, parturientas dando a luz bebes con hidrocefalia [por mala nutrición durante el embarazo]; jubilados y pensionados muriendo de hambre o jóvenes asesinados a quema ropa por pensar diferente.

Durante 25 años se ha cultivado una pedagogía de la sumisión: el carnet de la patria, las bolsas CLAP, los bonos que dependen de la lealtad política. La ciudadanía dejó de ser un derecho y pasó a ser un desecho. Es la patología de mendigarle al mandamás, que fustiga, degrada y humilla a cuenta de pertenecer a un movimiento etiquetado de bolivariano. Una conmoción histórica que remueve las entrañas de nuestro gentilicio, como patria noble, buena y cálida.

La cultura, antes refugio de nuestra identidad, también ha sido saqueada. Teatros cerrados, universidades asfixiadas, medios independientes perseguidos, artistas forzados al exilio. La memoria histórica se reescribe con manuales ideológicos y la educación se convierte en propaganda. Los venezolanos hemos quedado sumergidos en la borrachera revolucionaria, conmocionados por la revancha y el desquite, pero también la galbana y la corrupción rapaz, que acabó con PDVSA, las empresas básicas, la propiedad y la tierra cultivada [sic]. .

Los venezolanos antes orgullosos de nuestro humor, nuestro ingenio, talento y solidaridad, hoy sobrevivimos en la lógica de la desconfianza, el recelo, el miedo y la competencia por la escasez. Nos enseñaron a odiar en vez de amar, a expropiar en vez de sembrar o a infringir dolor en vez de aliviarlo. Dejamos de querernos como ciudadanos y de respetarnos como hermanos. Aprendimos a sentir rencor sin perdonar. Asumimos no sólo a sospechar del vecino, sino a delatarlo y expoliarlo.

Se nos arrebató la comunidad, se nos arrebató el sentido de pertenencia, se nos arrebató la cultura del buen feligrés, del buen samaritano; se nos arrebató la alegría de convivir y con ello, una parte esencial de toda nación: el orgullo patrio. Porque la patria conmocionada no es la que ellos decretan, sino la que vivimos los justos sobre la misma tierra.

Un régimen totalitario no necesita decretar el estado de conmoción: lo engendra. Lo siembra en cada calle oscura donde el miedo vigila, en cada hogar donde la voz se apaga, en cada consciencia donde la maldad tiene una recompensa. La conmoción no aparece en gacetas ni en decretos; aparece en el temblor de la gente, en la sospecha que se respira, en la certeza de que la verdad está proscrita y en el miedo a portar una cédula de identidad.

Vivimos en un estado ausente, moralmente sacudido y legalmente vaciado, no declarado: un país que despierta y se sabe sacudido, violentado, desconfiado de sí mismo. Porque el poder que aplasta no firma papeles de emergencia: fabrica el temblor, lo inocula en la sangre de la nación, la devora y la desecha.

Y allí, en ese sobresalto colectivo, el pueblo descubre que la conmoción no la nombra el Estado: la provoca el régimen que lo devora. La buena noticia es que ya llega la hora de sanearlo y convertirlo en un país nuevamente emocionado, orgulloso de su identidad, de su sentido de patria, alegre y feliz por el triunfo de la verdad, la justicia y la imposición de la redención político-social.

 

Orlando Viera-Blanco

@ovierablanco

 

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